Música

Roger Mas: "Estoy aprendiendo a decir que no"

Músico. Publica el disco 'Roger Mas y la Cobla Sant Jordi Ciutat de Barcelona. Vuelo. 2'

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BarcelonaLo ha vuelto a hacer. Roger Mas (Solsona, 1975) sigue dando la razón a quien le considera uno de los grandes de la canción catalana. Después del magnífico disco Todas las flores (2021), síntesis pletórica de aptitudes artísticas, publica este viernes Roger Mas y la Cobla Sant Jordi Ciudad de Barcelona. Vuelo. 2 (Satélite K, 2024), segundo volumen de aquella inolvidable incursión en el sonido de copla del 2012. La presentación oficial será el 11 de octubre en la Feria Mediterránea de Manresa y el 12 en el Auditori de Girona. Antes habla con el ARA, del disco y de la cara menos amable de un oficio que defiende desde hace más de 25 años.

¿Has pensado mucho en el repertorio, de este volumen 2?

— Fuerza: doce años buscando cómo podíamos hacerlo, porque tenía su dificultad. Quería repetir un poco la fórmula: que hubiera piezas inéditas, revisitaciones de canciones mías y sobre todo la parte de dar una vuelta por el mundo con la sonoridad de la copla y cantar en otros idiomas, que para mí quizás era la parte más divertida del primer disco.

¿Hay alguna canción que haya supuesto un reto especial? Estaba pensando en El conde Arnau, por ejemplo.

El conde Arnau lo teníamos muy claro. Está en el disco Irredento [2015], yo solo con la guitarra, y siempre había pensado que funcionaría estupendamente sólo con batería y contrabajo, con [Josep] Pinyu [Martí] y Arcadi [Marcet]. Y toda la parte final ya hace tiempo que la teníamos arreglada con [Xavier] Guitó, porque cuando la trabajábamos con Pinyu, se le ocurrió tirar hacia un bolero, como el Bolero de Ravel. Y cuando Pinyu hizo esto, el maestro Guitó y todos vimos enseguida un poco la instrumentación que podía ir.

Xavier Guitó ya estaba, en los arreglos del primer volumen, y ha continuado colaborando contigo. En el disco anterior, Todas las flores, también tenía un papel muy relevante. ¿Cómo lo describirías como músico?

— Es un músico extraordinario. Siempre digo que los cantautores somos músicos entre poetas y poetas entre músicos, ya mí me va muy bien tener el maestro Guitó de músic cerca.

En este disco vuelves a hacer canciones en otras lenguas. En el primer volumen eran lenguas románicas y ahora hay una incorporación balcánica, el serbio en Moja mala nema mane.

— Con el maestro Guitó fuimos a cantar en Belgrado hace años, y fue algo extraordinario. En la universidad de Belgrado hay estudiantes de filología que como optativa eligen catalán, y un lector de catalán, Pau Bori, a través del cual fuimos y nos encontramos un público de 200 personas que sabían las primeras canciones de Verdaguer , que las cantaban con la cerveza en los dedos! He cantado mucho por el mundo para los estudiantes de catalán de varias universidades de Europa y de otros lugares del mundo, pero nunca había ocurrido algo así tan extraordinario. En ese primer viaje conocimos esta canción tradicional que hemos incluido en el disco, Moja mala nema mane, y el Guitó se dio cuenta de que se parecía mucho a La danza de Castellterçol. Y la segunda vez que volvimos a Belgrado, les dijimos que les tocaríamos una pieza tradicional catalana, La danza de Castellterçol, que fue mudando hacia Moja mala nima mando. Ha sido divertido. En el primer disco había una copla con copla, La bien paga, y ahora uno de los dos fiscornos coge la tuba y tenemos una copla que se convierte en una fanfarria balcánica. Y es divertidísimo.

A continuación haces otro juego con el himno aranés, Aquelas montañas, y Si canta.

— En el primer disco hicimos una excursión por muchas lenguas, pero el occitano no estaba. El himno de Aran me gusta mucho y me hacía mucha ilusión hacer su adaptación al catalán haciéndome la mía, el mío Si canta. Pero no podíamos hacer un disco con la copla, poner la versión en catalán y no cantar en aranés. Era una falta de respeto muy grande. Así que hay Si canta, que puedo hacerla como una canción infantil, y así hacemos el himno de Aran más épico y tratado como un himno con instrumentación de copla.

En la parte final del disco concentras canciones tus ya conocidas, ahora con esta sonoridad de copla: El conde Arnau, Si te lo dices, Bajo una fina capa de ceniza... Y uno de los momentos más emocionantes del disco: Y la lluvia se secó, que ya fue uno de los grandes momentos en el concierto en el Teatre Grec de 2022, unos meses después de la muerte de Pau Riba.

Y la lluvia se secó es una canción que la canto siempre porque la gente la pide ya mí me gusta lo suficiente. Sólo existe la grabación del 2003 con Pau Riba y Sisa [en el disco dp], que fue algo maravilloso, un regalo que me hicieron ambos; sobre todo Pau, porque Sisa no quería y le convencieron Pau y Memi [March, la compañera de Pau Riba]. Lo he tocado en directo con muchas formaciones diferentes, cambiando de músicos a veces, y pensaba que sería bueno repescarla con la copla y poder tener una grabación alternativa después de veinte años de esa grabación.

¿Qué recuerdo tienes de esa noche tan especial en el Teatre Grec que estuvo a punto de tumbarse por la lluvia?

— Pues de sufrir mucho. Tengo la suerte de poder realizar un trabajo que es precioso, sobre todo la parte que ve más a la gente. Luego está otra parte del trabajo... Para que todo esto pueda ocurrir tienes que conjurar muchas cosas: tienes que trabajar mucho, hay que ser muy tenaz y tienes que comerte muchos sapos. Y es pesado y cansado, y me foto grande. En Grec, para celebrar los 25 años de carrera, quise hacer un homenaje al público, a los músicos ya toda la gente que me ha ayudado. Y, chico, fue agotador. Me di cuenta de que sí, que hago una propuesta personal, que soy cantautor, que me debo a mí mismo, todo lo que quieras, pero que para poder hacer lo que quiero me he pasado 25 años esforzándome por complacer al público, para tener buen rollo con los músicos... Y después de esta muestra de agradecimiento, tengo ganas de pasármelo bien. Aún lo hacemos muy bien y tenemos muchas cosas que decir, pero estoy cansado de ir detrás de las cosas. Tengo ganas de dejarme ser más libremente, de gozar más. Y al que le guste, estupendo, y al que no, no pasa nada. Cuando empecé, Salvador Escamilla me insistía mucho en que tenía que trabajar, que tenía que hacer cosas. Y le pedía: "Salvador, ¿cómo debo hacer este trabajo?" Y me decía: "Si no dices que sí a todo, no vas a joder nada en esta vida". Ay, caray, pues de unidón... Y entonces me dijo: "Habrá un momento en el que tendrás que empezar a aprender a decir que no; y si no aprendes a decir que no, no meterás nada en esta vida". Estoy aprendiendo a decir que no, es un progreso; hace tiempo que trabajo, pero el concierto en el Grec fue un punto de inflexión: estaba en el centro del escenario, todo el mundo me miraba y me aplaudía, pero yo no estaba en el centro. Simplemente, quiero estar un poco más en el centro de mi vida y de mi proyecto musical, en el sentido de disfrutarlo netamente sin esperar a que vaya bien, sin luchar tanto, porque es difícil. Llevo 25 años haciendo este trabajo y llego a fin de mes porque me he esforzado mucho y porque tengo la manera que tengo de hacer las cosas, que no es una manera de hacer mainstream, que pueda agradar a mucha gente. Por tanto, he tenido que trabajar mucho tener un mínimo de público y que las cosas vayan un mínimo de bien para que pueda llegar a fin de mes. Y ahora estoy intentando despreocuparme al máximo de esto y vivir la música y la canción de otra forma... Hay muchos artistas que siempre lo han hecho, eso, pero yo no; yo me he pasado 25 años esforzándome aunque a veces pueda no parecerlo.

Ahora te queda la segunda mitad de tu carrera.

— [Ríe] Será menos de la mitad porque no duraremos tanto... Disfruto mucho cantando. Me gusta mucho la música. Vengo de trabajar un proyecto como es El viaje, que todavía no está terminado, que es muy duro, exigente y personal. Sin embargo, esto con la copla es como un divertimento, una fiesta, algo maravilloso hecho con un montón de gente con una creatividad y una profesionalidad desbordantes. Quería que fuese algo agradable. A veces hacía la comparación entre Mozart y Haydn, que siempre he estado más de Mozart en el sentido de "goita, goita, goita, mira, mira, mira, mira", y Haydn es uno que hace unas cosas maravillosas pero es como si no pasara nada. Y quizá sea por la edad, que me imaginaba el disco con la copla como uno de esos discos que puedes poner en un almuerzo de Navidad, que hay toda la familia, mucha gente diferente con gustos diferentes. Los puedes poner de fondo, no interfieren en el almuerzo, no hay muchas estridencias, hay una coherencia sonora que va tirando, pero si te aburres soberanamente con la conversación de la familia, puedes simular que los miras pero escuchas la música y notas que sin estridencia están pasando un montón de cosas interesantes. Creo que este disco es algo así, que no pida una exigencia al oyente, que no le ponga la responsabilidad de tener que recuperar y reivindicar el sonido de copla, porque esto no es trabajo del oyente... Que nos lo pasamos bien, y que a la vez suene bien y que pasen un pelillo de cosas pequeñas todo el rato. Y en eso el Guitó es maravilloso, porque ha escrito cosas preciosas con la precisión y el buen gusto que tiene la copla, porque la Cobla Sant Jordi es un instrumento de precisión. Estoy satisfecho de hacer algo que le hemos sufrido y lo hemos sudado, pero que a la vez ha sido fácil en el sentido que ha aportado mucho todo el mundo.

En el almuerzo de Navidad puede que no, pero en la cena de muchas casas se ha oído tu voz cuando TV3 emitía a la serie Tor, que tiene tu canción Muerte, ¿quién te ha muerto? como sintonía.

— Sí, la verdad es que lo que me interesaba menos era la sintonía, pero sí, la historia de Tor me ha interesado siempre: esa fascinación por este mundo...

El disco se abre con la colaboración de Marina Rossell en Cuando todo el mundo vivirá de amor, la canción del quebequés Raymond Lévesque.

— Me hacía ilusión. Hace muchos años había colaborado con ella en sus discos, y tenía pendiente hacerlo en uno mío. La elección de Cuando todo el mundo vivirá de amor fue algo de la última semana. Èric Viladrich, el lector de catalán de la Universidad de Montreal, que es una persona activísima que hace mucho por la lengua, me dijo que estaría bien que cantara esta canción porque liga a Catalunya con Quebec. Hice una versión que cantaba yo solo mezclando la adaptación de Joan Ollé que cantaba Marina en Barca del tiempo. Y una semana antes de entrar a grabar el disco, Èric Viladrich me recordó que el próximo año hará 40 años que salió el disco de Marina Rossell y que la veía mucho con sonido de copla. Llamé a Guitó, que me tiró los platos por la cabeza porque no teníamos tiempo para hacer más arreglos antes de entrar en el estudio, pero a la mañana siguiente ya tenía el arreglo hecho. Pasó toda la noche trabajando.

En el disco cantas unas estrofas de Cuando todo el mundo vivirá de amor en francés...

— En la variante quebequesa. Siempre recuerdo la anécdota de Joan Lluís Lluís en Montreal. Él venía del Rosellón, donde el francés es la lengua imperial y el catalán es la lengua colonizada y arrinconada. Y se encuentra que en Montreal el francés es la lengua minorizada, y de repente puede ver al francés con una simpatía. Me hacía gracia, hacer unas partes en francés. Viladrich y Ian Ericksen, su pareja, me dieron unas clases intensivas para intentar hacer un acento quebequés. Ellos dicen que me salió bien, pero no sé, supongo que no pueden decir otra cosa.

¿Solsona está de moda? Estás tú, Raül Garrigasait, Uriol Gilibets, la Orquesta del Milagro... Hay como un empuje importante.

— Sí, es porque existe, porque está viva y porque es importante tener un respeto como comunidad y como lugar. Solsona era un lugar en el que la cultura era cosa de los curas por cuestión demográfica y también por estructuras sociales. Ahora se ha podido producir una efervescencia, pero esto tiene unas raíces y un camino.

La efervescencia también coincidió con la reivindicación del barroco como arte popular.

— Sí, de hecho, el libro que recoge artículos de El Avance que publicó Raül Garrigasait, El país barroco, para mí es una absoluta maravilla. Me siento muy identificado, con Solsona y el camino que describe Raúl. El país barroco es el XVIII, momento interesante. También es un momento en que el pedazo de país del que vengo tuvo los últimos brillos, porque después el XIX fue muy duro y el XX de unidón. Sí empezamos mal el XVIII, a bofetadas, pero al menos económica y culturalmente el XVIII no estuvo mal.

¿Conectas también con el sentido del humor de Uriol Gilibets?

— ¡Hombre, bastante! Es particular también.

Acabamos con dos preguntas que estoy haciendo a todos los músicos que entrevisto. ¿Cuál es el mejor recuerdo que tienes relacionado con la música? ¿Y cuál es el recuerdo que te gustaría olvidar?

— El mejor recuerdo es con mi abuelo en el agujero de la escalera de la calle del Bou, cuando él no me enseñaba a tocar el clarinete sino que lo que hacía era jugar conmigo. Él tocaba el saxo y yo el clarinete, y estábamos en el agujero de la escalera porque había una resonancia que a él le gustaba más. Nos poníamos allí y yo le imitaba. Él hacía un sonido y yo le imitaba. Y la satisfacción de mi abuelo no enseñándome, sino jugando, esto seguramente es lo más bonito que he vivido con la música. Y la más mala no te lo sabría decir. Más que la música, es quizás en relación con lo que decíamos antes: el esfuerzo, la lucha por hacerte un sitio al sol, en el escenario, o la platea, o dile como quieras. Esta lucha es pesada, entra en conflicto con la familia, con otras cosas que también son importantes emocionalmente. Y ese punto de haber luchado un poco como los machos del siglo XIX luchaban las cosas. Hay esa cosa de cowboy solitario... He querido hacer las cosas así; no me gustan los grupos, no me gusta negociar. Si alguien quiere trabajar conmigo, o mando yo o manda él; necesito que sea así. Mi generación aún heredamos este mito de Hollywood del cowboy solitario, que si quieres puedes. Pero dejas cosas por el camino, y es una lucha egoísta.

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