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Crítica teatral

'Fantástico Ramon': una apuesta arriesgada

El nuevo espectáculo de Claudia Cedó es un cuento fantástico sobre la llegada de un vecino muy diferente en un pueblo pequeño

Una escena de 'Fantástico Ramon'
04/04/2025
2 min
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'Fantástico Ramon' Autora y directora: Claudia Cedó

  • Intérpretes: Andrea Álvarez, Marc Buxaderas, Francisco Ferrer, Jordi Galià, Xicu Masó, Mercè Méndez, Edgar Murillo, Judit Pardàs, Vanessa Segura, Kathy Sey

Dada la especialidad profesional de Claudia Cedó como psicóloga y dramaturga que trabaja con personas discapacitadas, podríamos pensar que el título de su nueva propuesta hace referencia al proceso de superación del tal Ramon, pero no es así. De hecho, Ramon es el protagonista a la vez omnipresente y ausente de un cuento fantástico. Omnipresente porque desde su nacimiento hasta el fin de la larga función es el detonante de todo lo que les ocurre a los habitantes de Santa Aurora de la Piedad. Y ausente porque su presencia sobre el escenario, entre tierna e inquietante, es la de un objeto sin alma. Y es que Ramon es un muñeco de trapo, hijo de Josep (Francesc Ferrer) y Clara (Anna Moliner), que viene al mundo en un pequeño pueblo de tradiciones arraigadas.

En Santa Aurora de la Piedad, el locutor de la radio local habla con lengua de signos, la panadera olvida cada día poner el pan en el horno y los aldeanos no saben muy bien cómo aceptar al nuevo vecino, tan diferente a todos. Esta confrontación le sirve a Cedó para mostrar los problemas a los que seguro se enfrentan los padres y madres de niños y niñas con diversidad funcional en nuestra sociedad. Cedó sobresale en cuanto a la expectante normalidad con la que los habitantes —en especial el médico (Xicu Masó) y la profesora (Vanessa Segura)— se toman la existencia y el crecimiento del pequeño, silente e inerte Ramon (descartando una manipulación más orgánica), pero no así cuando quiere desarrollar la cuestión fantástica que arranca. La autora plantea una intriga que no queda bien resuelta y aboca a un final poco claro, pese a la grandiosidad del último cuadro.

Siguiendo las huellas de la magnífica Madre de azúcar, actores profesionales sin más limitación que las carencias propias (todos somos limitados) y profesionales discapacitados comparten escenario, si bien son los primeros los que controlan la mayor parte del abundante texto, mientras que a los segundos se les reservan unas acciones y entradas de aire humorístico (fantástico Marc Buxaderas haciendo de cura). Diría que el espectáculo carece de ritmo y que le viene grande la Sala Fabià Puigserver. Esto no quita la importancia social de la primera apuesta del Lliure en un proyecto que quiere impregnar "el tejido escénico del conocimiento y la perspectiva de los artistas con diversidad funcional hasta conseguir que ya no sea noticia la inclusión de estas personas en la creación, producción y exhibición de espectáculos". Que así sea.

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