Los agentes de la poeta norteamericana piden "una mujer con un perfil de activista y, si puede ser, afrodescendiente". ¿Es una exigencia absurda? ¿Un traductor se tiene que parecer al autor? ¿Se puede vetar un traductor por motivo de raza o género? ¿Se tiene que defender la discriminación positiva?
BarcelonaLa poesía todavía puede cambiar el mundo. O, como mínimo, sacudirlo con contundencia, como ha pasado esta semana después de que Víctor Obiols explicara que su traducción catalana de The hill we climb, de Amanda Gorman –que acababa de entregar a Univers, sello de Enciclopèdia Catalana–, había sido vetada por Writers House, la agencia norteamericana de la autora: "Consideraban que, a pesar de mi currículum, mi perfil no era el ajustado". La persona que buscan los representantes es "una mujer con un perfil de activista y, si puede ser, afrodescendiente".
Estas declaraciones han abierto varios debates alrededor de los hechos tres semanas antes de que el poema, de 723 palabras, llegue a las librerías (en los Estados Unidos, la primera edición será de 1,5 millones de ejemplares, y de momento se publicará en 17 lenguas más). ¿Quién está legitimado para traducir el poema de Amanda Gorman? ¿Cómo trabaja una editorial a la hora de asignar traducciones? ¿Hasta qué punto puede una agencia incidir en la elección de los traductores? ¿Hay que aplicar discriminación positiv, a la hora de asignar quién versiona un autor a otra lengua?
"Toda esta polémica no tiene que ver con la traducción pero la afecta plenamente", explica Dolors Udina, Premio Nacional de traducción en 2019. Udina ha traducido más de 200 obras al catalán, entre las cuales están las de J.M. Coetzee y Ralph Ellison. "Entiendo que se quiera dar voz a las personas afroamericanas y que se quiera dar una oportunidad a las minorías, porque a veces las mayorías tienden a mirarse por encima del hombro a las minorías. Son reivindicaciones que tienen sentido y que nos tendrían que hacer pensar, porque como catalanes también somos parte de una minoría", añade. Nacida en Los Angeles en 1998, Amanda Gorman es poeta y activista: tematiza la opresión, la marginación y el racismo en la sociedad norteamericana desde una mirada feminista. Su primera compilación de poesía, The one for whom food Is not enough, apareció en 2015, cuando solo tenía 17 años.
La escritora, comunicadora y activista Desirée Bela-Lobedde, que acaba de publicar Minorías (Ediciones B), explica que el hecho de pedir que "la persona que tradujera el poema de Gorman fuera afrodescendiente es un gesto muy político, el establecimiento de una cuota en un sistema en que las cuotas no funcionan". Bela-Lobedde recuerda una de las preguntas recurrentes de estos días: ¿Hay traductores afrodescendientes al catalán? Y la cambia: "No puedo saber si hay, porque no sé tampoco qué oportunidades laborales tienen". Añade que "desde hace un tiempo las políticas de discriminación positiva con las mujeres se han aplicado" y que "ahora tendría que pasar lo mismo también con la raza o etnia". La escritora considera que la sociedad tendría que ir normalizando "la intención de favorecer a un colectivo que históricamente ha sido discriminado".
Ponerse en la piel del otro
Arnau Pons, traductor, poeta y ensayista, admite entender "el enojo de Víctor Obiols, porque estaba trabajando en el texto y él no tiene ni una brizna de racista". Para él, la cuestión es más de carácter general: "El problema lo tenemos en este país, donde nos cuesta ponernos en la piel del otro. En los Estados Unidos hay mucho racismo contra los afroamericanos. No es tan solo el recuerdo de la violencia en tiempo de esclavitud, esta violencia todavía está presente en las calles, hay un racismo estructural. Gorman es una mujer joven que da voz a un colectivo y se tendría que tener la suficiente sensibilidad para entender lo que representa y simboliza y el hecho que quiera dar voz a otras traductoras. No creo que se trate ni de cacería de brujas ni de vetos, sino de empatitzar con una minoría. Entiendo que sus agentes busquen mujeres próximas a su lucha y que tiene que haber paridad. Si al final la mayoría de los que traducen a Gorman en Europa son hombres blancos de mediana edad, diría que tenemos un problema". Laura Huerga, editora de Raig Verd, entona el mea culpa: "No nos tiene que dar miedo decirlo: nuestros catálogos editoriales son racistas y perpetúan las desigualdades de la sociedad".
A Ignasi Moreta, editor de Fragmenta, sí que le parece adecuado hablar de veto y censura en un caso como el de la traducción de Víctor Obiols. "A los traductores se les tiene que elegir por su competencia –dice–. Cualquier criterio que no sea estrictamente literario, incluso la discriminación positiva, es pervertirlo todo". Moreta cree que es normal que el tema genere controversia: "Algunos nos rebelamos contra las exigencias extraliterárias, otros, desde un progresismo que me parece mal entendido, se creen con pleno derecho del mundo de poner sobre la mesa estas condiciones".
Un caso singular
El caso de la traducción de The hill we climb no es el más habitual a la hora de negociar con agencias y representantes de autores. Obiols trabajaba en su versión, que tituló El turó que enfilem, "desde hacía tres semanas", explica, porque "la editorial lo quería publicar antes de Sant Jordi". El hecho de no ser aceptado por la agencia que representa a la autora no impedirá que el traductor cobre por su trabajo. Univers tiene previsto encargar una nueva traducción y lanzar el libro en edición bilingüe y con un prefacio de Oprah Winfrey el 8 de abril, igual que la edición castellana, a cargo de Lumen.
"Hay autores y agencias que te piden aprobar el traductor antes de firmar –explica Laura Baena, de Edicions de 1984–. Envías el currículum de tu propuesta y te dicen si sí o si no. En general, lo que buscan es la trayectoria de quién hará la traducción, no otras cuestiones, como por ejemplo si es hombre o mujer". Desde Edicions de 1984 no han tenido ningún problema para que Núria Artigas traduzca al sudafricano Trevor Noah o a la norteamericana Avni Doshi o para que Esther Tallada versione en catalán a William Faulkner. "Lo más importante es elegir a la persona óptima para hacer aquel trabajo, que se sienta cómoda con los registros –añade–. Un caso como el de Gorman, llevado al extremo, puede llevar a pensar que si no compartes unas características muy concretas con el autor que traduces no estarías autorizado". Jordi Martín Lloret, traductor y editor de Més Llibres y Animallibres, recuerda que, a pesar de que "autores y agentes pueden poner las condiciones que quieran", una traducción es "uno de los ejercicios más bestias de empatía que hay", porque "no solo transmites un mensaje, sino también una manera de pensar, te tienes que poner en la piel del otro". "Decir que solo puedes traducir a personas con un perfil parecido al tuyo es una falta de respeto para la profesión", opina. Martín Lloret recuerda que entre sus traducciones está la de Allò que vaig estimar, de Siri Hustvedt, una novela escrita por una mujer narrada desde el punto de vista de un hombre.
¿Ha llegado el momento de replantearse las inercias?
La traducción de Lumen la firmará Nuria Barrios. Nacida en Madrid en 1962, no es activista ni afrodescendiente. En un artículo en El País recordaba el precedente neerlandés. A finales de febrero, Marieke Lucas Rijneveld anunció que traduciría el poema. La misma Gorman aplaudió la iniciativa, pero a la vez motivó un artículo de la periodista y activista Janice Deul a De Volkskrant en que encontraba "incomprensible" aquella elección: "Se tendría que haber elegido a una artista de spoken word, joven y orgullosamente negra". Rijneveld declinó traducir el libro e incluso ha escrito un poema de apoyo a Gorman. Barrios, en cambio, alertaba de lo que implica esta retirada: "Deul se había investido del nuevo y temible poder de las redes sociales. Ella era el rostro visible de aquel corifeo anónimo que, bajo la bandera del derecho moral, afianza su supremacía cada día que pasa". Y todavía apuntaba hacia otra dirección: "Es la victoria del discurso identitario por encima de la libertad creadora, de lo que nos viene dado por encima de la imaginación".
La poeta, traductora y periodista Míriam Cano considera que el debate de la traducción catalana "es interesante porque es una oportunidad para repensar como traducimos y ciertas inercias, como se eligen los traductores y por qué se eligen". Centrándose en el caso de Gorman, añade: "Con estas condiciones, Gorman visibiliza y da una oportunidad a mujeres que quizás no habrían sido la primera opción de los editores, mujeres que quizás, si no, no tendrían ninguna oportunidad". En esta línea, la poeta y traductora Laia Martínez y López recuerda que Patti Smith pidió, para la traducción al catalán de Auguris d'innocència, "alguien relacionado con la música", requisito que ella cumple porque es la mitad del dúo de música electrónica Jansky. "La poesía de Gorman es muy política y oral y, por lo tanto, ella se plantea como se defenderá su texto en otras lenguas –continúa–. Es coherente que piense que una mujer activista y de un colectivo discriminado podrá hacer mejor de portavoz de su poesía. El suyo es un poema pamfletario que si no se declama no tiene mucho sentido". La traductora y narradora Carlota Gurt recuerda que "lo privado es político": por "una cuestión de justicia histórica" le parece "lícito" que alguien como Gorman quiera que la traduzca una mujer y activista. Ahora bien, también recuerda que "la mayoría de textos son traducibles por todo el mundo" y que "el poema en si, The hill we climb, no es particularmente especial para exigir todo esto".
Desiré Bela-Lobedde advierte de la virulencia de algunos comentarios de estos días en relación a Gorman. "Se pasa de cuestiones concretas a comentarios racistas. Esto es lo que me parece preocupante –dice–. Estos debates se irán reabriendo a medida que personas afrodescendientes lleguen a lugares de relevancia. Se trata de poderlos abordar de manera razonada, sin abrir la puerta al racismo".
La poeta que sueña ser presidenta de los Estados Unidos
"Lo más divertido de ser un National Poet Laureate es que casi nadie sabe que existe: a menudo me siento como un unicornio", confesaba al New York Times Amanda Gorman en 2017 cuando recibió el premio. Entonces solo tenía 19 años y las ideas bastante claras. Uno de sus objetivos era presentarse como presidenta de los Estados Unidos en 2036 y lideraba One Pen One Page, una plataforma que quería ayudar a los narradores a cambiar el mundo, y She the People, que perseguía empoderar a las adolescentes. Cuatro años después, lejos de ser invisible, se ha convertido en un símbolo conocido en todo el mundo, sobre todo después de convertirse en la poeta más joven que participaba en la investidura de un presidente. Lo hizo con el poema The hill we climb, con gesto elocuente y seguro, y con una ciudadanía expectante tras cuatro años de Donald Trump y de reiterados episodios de violencia contra los afroamericanos. Ante Joe Biden, Gorman declamó versos que hablaban de injusticia social y reivindicaban el sueño de una chica negra de ser presidenta. Poco tiempo después, volvía a estar en boca de todos al ser la primera poeta que participaba en la inauguración de la Super Bowl.
En muchos aspectos, Gorman encarna parte del Sueño Americano. Creció con su madre, una maestra de escuela que le transmitió el amor por la lectura, en Watts, un barrio de Los Ángeles donde solo una minoría llega a la universidad. Gorman, que ha reconocido en algunas entrevistas que tiene ciertas dificultades de habla, pudo estudiar sociología en Harvard. La poeta que escogió Biden no surge de la nada. En 2017 inauguró la temporada literaria de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y, desde 2018, en la Biblioteca y Museo Morgan exhibe su poema In this place (an American lyric) junto con Elisabeth Bishop y Carson McCullers. Ha sido elogiada por Hillary Clinton, y otra primera dama, Michelle Obama, la ha entrevistado para la revista Time. Al margen de su activismo o su poesía, Gorman también se ha acabado convirtiendo en un icono de la moda. Después de que leyera The hill we climb, se dispararon las búsquedas de abrigos amarillos y diademas rojas en las redes. Gorman no es un unicornio, es todo un fenómeno que va más allá de la literatura.