Contra los arbitrajes y contra nosotros

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Imagen del partido del Espanyol en Leganés

Que el fútbol español está podrido ha dejado de ser una sospecha. Rubiales, Negreira, Tebas, Rocha... Ya no son nombres de dirigentes deportivos: son ahora nombres de casos. En la medida en que vamos confirmando la corrupción y la manipulación en todos los ámbitos del fútbol, ​​¿qué motivos tenemos para pensar que lo que deciden los árbitros en el campo (o, peor aún, en el VAR) es fruto de la honestidad?

No se me puede acusar de no ser crítico con mi club y con mi equipo. Tampoco quisiera que nadie pensara que estoy disgustado con el resultado. De hecho, creo que es un buen resultado, como lo fue la victoria del domingo ante el Albacete. Pero tanto un partido como otro me parecen tal escándalo arbitral que no me creo que no haya premeditación. Y, como nadie lo dirá, me siento con el deber de insistir a riesgo de hacerme pesado y de recibir duro. Pero llevo el paraguas de fábrica.

El VAR sólo entra para perjudicar al Espanyol. Sea o no sea error manifiesto. Incluso dispuesto a equivocarse de forma manifiesta como con el penalti corregido de ayer. Pero no sólo. ¿Por qué el domingo entra el VAR para expulsar a Aguado (en una jugada que el árbitro había visto y decidido sancionar como amarilla) y ayer no entra cuando el propio jugador del Leganés -y con dos minutos de diferencia- pisa la cara de 'Omar y después le da una coza también en la cara? ¿Cuál es el criterio? Eso sin entrar en el detalle de una segunda amarilla perdonada a un Undabarrena al que su entrenador ha cambiado a toda prisa, no sea que el árbitro se lo repensara.

No me cansaré de recordar que nos enviaron a Segunda con decisiones arbitrales incomprensibles. Esto es tan verdad como que tuvimos a unos porteros nefastos y un juego mediocre. Pero con los mismos errores y con unos arbitrajes justos seguiríamos ahora en Primera.

El Espanyol es el club más grande de Segunda. Pero se le trata tan mal como la pasada temporada. No tenemos ni una ciudad, ni un país ni una prensa que nos defienda (todo lo contrario). Tenemos a unos dirigentes incompetentes y un propietario en China incapaces de levantar la voz. Estamos pagando dos errores de la pasada temporada. Haber ido a la justicia ordinaria por el caso Lewandowski (¡otro caso!) y la indefensable invasión del campo el día del Barcelona. De ahí, creo, llora la criatura. En los siete partidos que quedan no lo arreglaremos. Por tanto, sólo tenemos una opción: no cometer ni un error más, ser mucho mejores que los contrarios. Ganarlo sabiendo que hay unos señores de negro (¡siempre de negro!) que quieren impedirlo. Pongámosles difícil.

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