Los queseros británicos se atragantan con la burocracia del Brexit
Cinco años después del divorcio con los 27, los productores del Reino Unido venden el 40% menos en la UE


LondresEn 1948, en el Reino Unido de la segunda posguerra mundial, el diputado conservador David Renton llamó la atención sobre el desabastecimiento en el mercado de un producto que entonces se consideraba un símbolo delenglishness o, al menos, uno de los hitos de la no siempre bien valorada cultura gastronómica de las islas. Según su relato, que quedó recogido en el diario de sesiones de la Cámara de los Comunes del día 1 de noviembre, en el pueblo de Stilton (125 kilómetros al norte de Londres) era imposible comer stilton, nombre de uno de los quesos más tradicionales de las islas, azul, de textura cremosa, cata intensa y olor no apto para todas las sensibilidades.
Renton ponía de manifiesto la dureza del racionamiento. Asimismo, subrayó una situación casi cómica, propia de un chiste, de la que había sido testigo y protagonista: "Fui a un pub llamado The Stilton Cheese con la esperanza de merendar antes de asistir a una reunión. Sabía que no podría conseguir ningún stilton, pero pensé que me darían algún tipo de queso barato que el ministro. «¿Me pone un poco de pan y queso?» Y me dijo: "Sí, señor. Tenemos un gorgonzola muy bueno"".
En el momento en que Renton visitó Stilton, sin embargo, ya hacía más de 150 años que el queso que lleva el nombre de la ciudad no se producía, ya que la creciente demanda del siglo XIX y primeros años del XX había aconsejado mover la fabricación a los condados de Leicestershire, Nottinghamshire y Derby.
Sea como fuere, que el stilton era más que un queso lo había dejado claro Winston Churchill durante la guerra. Para mantener la moral alta y sacrificarse por la patria con un mejor espíritu, la producción de este queso no debía detenerse, instó en más de una ocasión. El Viejo León, por cierto, solía comer esta delicia con una copa de oporto, como manda la tradición.
Menos comercio con la UE
Ochenta años después de aquellos días, el hecho es que en la Unión Europea llega menos stilton y en Reino Unido menos gorgonzola. Y quien dice menos de este tipo de quesos dice, en general, de todos, por la sencilla razón de que hay menos comercio de alimentos entre las islas y los 27 socios. La razón es que mucho antes de los aranceles que Donald Trump está imponiendo, por el momento suspendidos en México y Canadá, pero ya efectivos en China –y los que podrían terminar impactante en la UE–, Londres ya se había encargado de levantar sus propias barreras comerciales gracias al Brexit. Un Brexit del que se acaban de cumplir cinco años, desde el momento efectivo del divorcio.
Así, más de 1.800 días después de lo que entonces el primer ministro Boris Johnson calificó de "alba de una nueva era" –Trump habló en parecidos términos en su toma de posesión: "La edad dorada de Estados Unidos comienza ahora", va dir–, les exportacions de formatge britànic a la UE han caigut dràsticament.
Segons dades dels productors, el 2019, l'últim any en què el Regne Unit era un més a Brussel·les, se'n van exportar aproximadament 187.000 tones mètriques, el 81% de les quals (151.000) a la UE. Per contra, en els dotze mesos anteriors al mes de juny de l'any passat, aproximadament la UE va rebre poc més de 93.000 tones mètriques. La caiguda en dotze mesos és del 40%. I a qui ha afectat més és als petits productors. Un estudi de l'Aston University Business School va concloure l'any passat que les exportacions globals a la UE van caure el 27% entre el 2021 i el 2023. I el capítol de menjar va suposar el 16% menys de vendes. En total, uns 3.000 milions de libres. De momento, ya falta de que se aclare la política de aranceles de la administración republicana de Donald Trump hacia el Reino Unido, es más caro exportar queso a la UE que a Estados Unidos.
¿Por qué? Básicamente, por el papeleo y los costes que implica ahora exportar nada a la UE. A veces se necesitan hasta cinco certificados sanitarios para que un cargamento de stilton, cheedar o cualquier otro de las no menos de 700 clases de quesos censados en las islas lleguen al otro lado del Canal. "Se llega a veces al absurdo que cuesta lo mismo enviar una sola pieza que enviar 18.000 kilos", dice el exportador mayorista John Carr, de Cheese Matters. Otro de los problemas es el retraso en la entrega, hasta el punto de que exportar quesos frescos o blandos es mucho más arriesgado. Cualquier obstáculo burocrático puede detener un cargamento.
Es lo que ocurrió en noviembre del 2024 con el que iba destinado al concurso de los World Cheese Awards, que tuvo lugar en Portugal. Participaron 5.000 productores de todo el mundo. Menos del Reino Unido. La partida que se envió de las islas quedó retenida en la aduana y, finalmente, fue destruida. Tres meses después, la asociación de productores no ha logrado averiguar sus causas, pero un simple error en un formulario es una posibilidad. Sin el Brexit, esto no habría ocurrido. "Es una metáfora de lo que sufren los productores de las islas, trasladando mercancías dentro y fuera de Europa", dijo John Farrand, director del Guild of Fine Food, que organizaba la participación del Reino Unido en los premios.
Este lunes por la noche el primer ministro británico, Keir Starmer, se ha unido por primera vez en cinco años a una cena informal de los líderes de los 27, que ha tenido lugar en Bruselas. En el menú no había quesos: ni de Francia ni de Italia ni de la península Ibérica, ni de ningún otro país de la UE. Menos aún del Reino Unido. No habría llegado. Starmer tuvo que conformarse con chocolate y vainilla, pero enunciado de forma pomposa: finger de chocolate, quenelle de glace vanille.