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La estirpe de artistas Sert empezó con un vendedor de alfombras

El empresario catalán Domènec Sert, hijo de un modesto tejedor, abrió varias fábricas textiles en Barcelona

El industrial catalán Domènec Sert i Rius.
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Domènec Sert Rius 1832-1897

  • Empresario industrial catalán

El pintor Josep Maria Sert, coetáneo del art déco, está considerado como uno de los grandes del mundo artístico catalán y también uno de los más internacionales. Por su parte, su sobrino Josep Lluís Sert fue un arquitecto de gran prestigio que dejó obras de impacto como la Fundació Joan Miró, en Montjuïc (Barcelona). Que dos grandes maestros del arte pertenezcan a la misma familia no es especialmente frecuente y, aunque sólo es atribuible a sus méritos personales, hay que tener en cuenta que sin pertenecer a una estirpe adinerada les hubiera sido mucho más difícil dedicarse en exclusiva en sus respectivas profesiones. Y es que los Sert son una de las familias de industriales más destacadas del siglo XIX catalán.

El origen de Domènec Sert es muy humilde, dado que era hijo de un modesto tejedor de lino en un taller del centro de Barcelona. Conjuntamente con su hermano Josep, Domènec Sert entró a trabajar en el negocio que Bonaventura Solà Guixà, su cuñado, había creado en Barcelona (Madrona, hermana de los Sert, se había casado con este empresario). Una vez dentro de la empresa, mientras Domènec era quien tenía las ideas geniales, su hermano Josep era el ejecutor, complementándose, por tanto, a la perfección. Desde sus inicios, todo el universo de los Sert se extendía alrededor de las calles Sant Pere Més Baix y Sant Pere Més Alto, porque era el lugar donde el padre había trabajado y también donde Solà había abierto la fábrica.

Nuestro protagonista se afilió desde muy joven al Partido Conservador, a pesar de su modesto origen del que nunca renegó, sino que, cuando podía, hacía gala. El negocio fue creciendo y en lugar de especializarse, como era habitual, trabajó en los ramos del algodón, lana y seda. Más tarde se dedicaría también a la fabricación de alfombras. Tras la muerte de Solà, abrirían nuevas fábricas en la capital catalana, una en la calle de Trafalgar y otra en el barrio de La Sagrera, a las que la prensa del momento decía que "trabajaban cientos de obreros" (en 1865 ya eran cerca de un millar). En aquella época la firma ya se llamaba Bonaventura Solà y Germans Sert, donde el hijo del fundador figuraba como socio. Esta denominación duró probablemente hasta la década de 1870, cuando la presencia de los hermanos ya monopolizaba la marca comercial.

En la primavera de 1869, Domènec Sert entró a formar parte —también acompañado por su hermano Josep— de la junta directiva de Fomento de la Producción Nacional. En 1884 fue nombrado presidente del Instituto de Fomento del Trabajo Nacional. Entre 1880 y 1881 fue presidente del prestigioso Colegio del Arte Mayor de la Seda, y finalizado su mandato fue sustituido por su hermano. En el último tramo de su vida ocupó una silla en el consejo de administración del Banc de Barcelona. También puso un pie en la política, porque llegó a ser presidente de la Diputación (1896) y diputado en las Cortes de Madrid. En el ámbito social, fue miembro de la junta de la Casa de Caridad. En toda su trayectoria tanto del ámbito político como social se destacó por ser un hombre poco amigo de la parafernalia y con una visión eminentemente pragmática de las cosas.

Legado generacional

Después de que el negocio se especializara en alfombras y tapices vivió una curiosa anécdota que dejaba claro la calidad de sus productos. El caso es que un ministro de Madrid visitó la fábrica y quedó muy sorprendido al encontrar una alfombra idéntica a la que lucía en su despacho. El ministro -fiel seguidor de las tesis librecambistas- estaba convencido de que su alfombra era de importación, y así le manifestó a Sert. Éste respondió que estaba del todo equivocado, que aquella alfombra se había elaborado precisamente en la fábrica que en aquellos momentos pisaban.

También merece la pena destacar que la fábrica familiar dispensaba un trato casi único a los muchos obreros que trabajaban, no en vano él se consideraba un operario más, circunstancia que le valió algunas críticas porque había gente que consideraba una anomalía no haberse retirado una vez que había construido una fortuna. En otras palabras, siendo párroco, se acordaba de cuando fuera monaguillo. Cuando murió, hubo disputas bien visibles entre los obreros para llevar el féretro, de tanto que era el respeto que le tenían. A lo largo de las siguientes generaciones, la familia se emparentó con los López (vinculados al marquesado de Comillas), y con los Bertran y Musitu, y obtuvo el condado de Sert (1904), que hoy en día luce el escritor Francisco de Sert y Welsch.

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