Larga vida a la dulce saga de los Nicolás de Tárrega
Durante 600 años, diecisiete herederos han sido bautizados con el nombre de Juan Bautista y, desde el año 1856, regentan la pastelería decana de Lleida
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TárregaNuestro pastelero de Tàrrega se llama Joan Nicolau y tiene 52 años. Su hijo, de 16, también se llama Joan Nicolau. Y así, desde mediados del siglo XV. En total, suman diecisiete generaciones de herederos masculinos bautizados con el nombre de Joan Baptista Nicolau. Una particular saga de cerca de 600 años que ha pasado por numerosas vicisitudes, resumidas en tres grandes episodios.
El primero está datado en los años más remotos de esta historia, en el siglo XV, pero no está corroborado unánimemente por la comunidad científica. En este caso lo protagoniza una mujer, Joana Nicolau. Algunos historiadores, como el propio Jaume Vicens Vives, le atribuyen haber sido el amante del infante Fernando (el futuro rey católico), cuando éste sólo tenía dieciséis años y vivía entre las comarcas del Urgell y la Segarra. El futuro rey dejó embarazada a la chica que, según dicen, se marchó a Agramunt una vez fue madre de su hija, Juana de Aragón.
El segundo episodio que determina la familia de los Nicolás fue el momento en que la casa solariega se convirtió en una puesta de correos. Inició esta actividad en 1674 y era conocida como el lugar donde se hospedaban los mensajeros y donde se intercambiaban las caballerías en momentos tan cruciales como la Guerra del Francés. Fueron 200 años en los que el edificio, situado en medio del casco antiguo de Tàrrega (en la calle del Carme), acabaría siendo conocido para siempre (todavía hoy) como Cal Postes.
El último suceso histórico determinaría el presente actual. Fue en 1856, cuando el médico y alcalde conservador Isidre Nicolau inauguró una tienda de comestibles donde antes tenían la puesta. Debido a las múltiples responsabilidades políticas del fundador, el establecimiento fue a parar a manos de su hermano Juan. A partir de entonces, los Nicolau (los Joan Nicolau) fueron pasándose el relevo y reconvirtieron ese particular colmadoen una de las pastelerías más conocidas de Ponent. Con 169 años de historia, Pastelería Nicolau se ha convertido en la más antigua de la demarcación de Lleida, homenajeada por la Generalitat con los suyos Premios Nacionales a los Establecimientos Comerciales Centenarios.
El actual Joan Nicolau muestra con orgullo los vestigios que todavía quedan visibles en el establecimiento, como la fachada, las cómodas y los pisos superiores, todos bien conservados a pesar de una bomba que se le cayó encima durante un vuelo de cazas italianos en plena Guerra Civil y que, por suerte, no terminó detonando. En Cal Postes, Joan Nicolau pasó su infancia y ahora ha quedado convertido en el almacén del obrador. Entre fotografías y documentos conservados, destaca un libro de su padrino, de 1926, en el que se guardan algunos de los principales secretos del negocio: recetas de pastas, pasteles, galletas y bombones que todavía hoy se siguen al pie de la letra.
Joan Nicolau tiene la suerte de no dormir muchas horas. Cada día enciende el obrador a las cinco de la mañana y, después de horas de cocida frente al horno (los cruasanes bañados con chocolate son su especialidad), se pone detrás del mostrador a atender a la clientela hasta la noche. Las pocas horas que le quedan, las dedica a una de sus principales aficiones, la guitarra. No en vano, de joven fue miembro de los Alquimistas Folls, una banda de rock ya desaparecida que llegó a organizar en la Figuerosa (un núcleo agregado de Tàrrega) varias ediciones del festival Figa Rock, con la participación de Pau Riba, Adrià Puntí , Oriol Tranvía y Pascal Comelade. Hoy en día todavía conserva operativo un estudio de grabación en el mismo pueblo y se dedica incluso a coleccionar guitarras eléctricas. Tiene más de media docena, algunas de ellas hechas con sus propias manos.
"Llevar una pastelería es una vida sacrificada", resume Nicolau, que describe no sólo sus horarios, sino también las obligaciones en fines de semana y fiestas señaladas. Contento que su hijo muestre interés por el negocio y por perpetuar la saga, admite que el apoyo de la familia es inevitable para salir adelante. "Este oficio debe entenderse", concluye. Por eso, además de su hijo y su esposa, en el negocio también participa su hermana Carme. "¿En quién puedo confiar más que en mi familia?", dice. Insiste en que la mejor manera de hacer funcionar un negocio es estar siempre delante y no hacer volar palomas. "Nunca seremos ricos, pero al menos intentamos hacer las cosas bien, como nuestros antepasados", reivindica.
De esta forma se mantiene, mientras que otras pastelerías históricas de Tàrrega han ido cerrando con el paso de los años. "No me alegro nada de quedarme solo", lamenta. Y es que tiene competencia. De hecho, muy feroz. La de los supermercados, que venden bollería a menos de la mitad de su precio. "Yo tengo a mis clientes fieles, incluso de jóvenes, que prefieren pagar un poco más para comer mejor y más saludable", defiende.
En la Pastelería Nicolau no se desperdicia nada. Lo que sobra del mostrador, se lo queda la familia para autoconsumo. Y, al final de esta particular cadena alimentaria, se aprovechan sus gallinas de casa. "Cuando me ven llegar con el saco de la pastelería se vuelven locas", explica riendo.