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La gran crisis de la vivienda en Australia, donde "ser ciudadano de pleno derecho es ser propietario"

El país prohíbe a los extranjeros la compra de casas para resolver un problema causado por el urbanismo difuso, los precios disparados y una polémica fiscalidad

Vista general de las casas en el barrio de Balmain, en Sydney, uno de los suburbios de la ciudad.
Aleix Graell Núñez
19/02/2025
4 min
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SydneyEl gobierno de Nueva Gales del Sur (con Sydney como capital) encargó el pasado junio un informe al comisario de Productividad y Equidad sobre la crisis de la vivienda, cuya demanda no cuadra con la oferta, y alquileres que se han encarecido más de un 40% desde el 2019. En su respuesta, Peter Achterstraat.

El comisario también apuntaba otros aspectos como relajar las restricciones constructivas, incrementar la densidad de áreas urbanas cerca del centro de negocios de Sydney o construir más vivienda pública que, según datos del Instituto Australiano de Salud y Bienestar ha decaído en todo el país de 341.000 viviendas en el 2006 a 2006 en 2006.

"Cuando vuelas sobre Sydney o miras una foto aérea, el 85% de la urbanización es de baja densidad", subraya el arquitecto Philip Thalis. Décadas de crecimiento impulsado por precios bajos de los terrenos y el transporte privado han provocado que trece millones de habitaciones estén vacías en ciudades kilométricas de barrios de casas unifamiliares con más de cuatro habitaciones, donde el transporte público es esquivo e ir a tomar un café son cinco minutos de coche o veinticinco a pie atravesando.

"El gobierno son la gente que nos ha fallado de múltiples formas durante décadas", asegura Thalis, que también es profesor universitario y ha trabajado como asesor público. "Para empezar, apenas han construido vivienda pública durante treinta años cuando la población ha crecido enormemente". "Por cada apartamento que construimos hacemos seis casas unifamiliares", repasa Michael Fotheringham, director del Instituto Australiano de Vivienda e Investigación Urbana, que añade que es necesario repensar el diseño de las ciudades y su impacto medioambiental y económico.

En los últimos cincuenta años Sydney ha sumado 2,2 millones de habitantes mientras que las casas australianas han duplicado de media su extensión, de 150 m2 a 240 m2, mayores que la media de Estados Unidos o Canadá. "Si tienes una población que crece, incrementar el número de casas tiene sentido, pero el modelo de casas es importante. No podemos seguir construyendo casas de 240 m2 en las afueras de nuestras ciudades", asegura Robert Crawford, profesor de construcción e impactos ambientales por la Universidad de Melbourne.

Vista general de los blogs de vivienda social en Flemington, Melbourne, en una imagen de archivo.

El 40% de los australianos vive en dos ciudades: Sydney y Melbourne, y la mayoría en sus suburbios. De hecho, Melbourne cuenta con 4,9 millones de habitantes en un espacio urbano que es once veces la ciudad de Berlín que, con 3,6 millones de personas, es la urbe más poblada de la Unión Europea. "Los únicos barrios accesibles están en los centros de las ciudades, los suburbios son un desierto", apunta la doctora Dorina Pojani, profesora de planteamiento urbano en la Universidad de Queensland.

Para Pojabi el ejemplo de Brisbane, en el que el gobierno municipal ha permitido construcciones de viviendas en parcelas ya edificadas, ayuda a incrementar la densidad de población para poder asegurar los servicios públicos y reducir la dependencia del coche.

Fotheringham repasa también cómo la fiscalidad es favorable a los inversores, que pueden reclamar deducciones fiscales de las pérdidas en inversiones inmobiliarias y tienen "descuentos en cualquier impuesto a la plusvalía". Esta reforma fiscal, aprobada por el primer ministro conservador John Howard en 1999, ha favorecido más la compra de segundas residencias que el acceso a la vivienda. En el 2004, alertados por agencias federales de que se encarecería el precio de la vivienda, Howard y su tesorero decidieron no cambiar nada. Dos décadas más tarde, la vivienda cuesta nueve veces un salario medio, en una escalada que no ha parado desde los 2000.

"Ser un ciudadano de pleno derecho es ser propietario", remarca Libby Porter, directora del Centro de Estudios Urbanos. "Es un tipo de cultura australiana, hablamos del chalet con jardín, tu palacio, ¿sabes? Es totalmente ideológico y proviene de una cultura muy arraigada importada con la colonización", añade. "Las políticas australianas de vivienda han favorecido las inversiones en propiedades de alquiler por encima de la compra", concluye Fotheringham.

De hecho, el primer ministro actual, el laborista Anthony Albanese, consultó con el Tesoro qué modificaciones fiscales podían aplicarse y ha aprobado la construcción de 1,2 millones de casas en cuatro años. Además, esta semana ha pactado con el apoyo de los conservadores la prohibición a los extranjeros de comprar viviendas durante dos años: "Este tipo de cosas son influencia de las políticas racistas de los liberales y de [Peter] Dutton", critica Thalis.

En 2024, el PopTrack Housing Affordability Report afirmaba que las familias con una renta de 112.000 dólares australianos (67.200 €) sólo habían podido comprar un 14% de las propiedades vendidas en el mercado libre. "La vivienda inasequible no sólo tensa las finanzas, sino que también impacta directamente en la salud mental limitando las elecciones, incrementando el aislamiento y exponiendo a la población a condiciones de infravivienda", comenta Marlee Bower, profesora en la Universidad de Sydney.

Mientras, uno de cada tres australianos vive de alquiler, que desde la pandemia ha duplicado su precio, añadiendo presión a las rentas más bajas. Según CoreLogic y el banco ANZ, en 2024 una renta media (unos 60.600 € anuales) destina un 33% a pagar un alquiler medio (380 euros a la semana), y necesita una década de media para reunir la entrada de una vivienda. "Somos uno de los países más ricos del mundo y tenemos uno de los mercados de la vivienda más caros y de menor calidad", concluye Thalis. "Critico a los gobiernos, a todos los niveles, ya los promotores codiciosos, pero los más avariciosos son los bancos: hacen una fortuna con la vivienda y tienen reglas estúpidas que afectan a los préstamos, que no sólo afectan a los promotores, sino también a los ciudadanos".

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