
La Conferencia de Seguridad de Múnico de este fin de semana acabó con una estampa triste: un diplomático llorando desconsoladamente en el escenario, ante los ojos de todo el mundo. El alemán Christoph Heusgen, máximo responsable de la cumbre, no pudo terminar su discurso de clausura. "Disculpadme, está siendo difícil", dijo. Y empezó a llorar de frustración después de recordar que los valores democráticos de Europa, amenazados por el tornado Trump y los planes de Putin, están en riesgo. El llanto no es habitual en política: se considera aunque denota debilidad, y más en un mundo que sigue elevando a los líderes fuertes y las lógicas imperiales.
Las inéditas lágrimas de Heusgen son las lágrimas de Europa. En los últimos días, el continente ha vuelto a vivir una bofetada política. Pese a ilusiones iniciales, el gran temor al regreso de Trump a la Casa Blanca se ha hecho realidad: Europa, aliado histórico de Estados Unidos, no será ninguna prioridad para el presidente republicano. El ghosting que Washington está haciendo en el club europeo sobre el futuro de Ucrania deja a la Unión Europea en una posición de irrelevancia estratégica difícil de digerir. ¿Si Europa no tiene poder para decidir el futuro de una guerra que tiene lugar en su continente, cuándo la tendrá? Esta pregunta se puede contestar con otra pregunta: ¿si Europa no busca desligarse ahora de todas las dependencias –incluyendo a la estadounidense– y prioriza seriamente la famosa "autonomía estratégica", cuando lo hará?
El abucheo a Múnic del vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, a los aliados europeos fue el detonante que provocó las lágrimas de Heusgen, un diplomático veteranísimo, que ya trabajaba representando a la Alemania Occidental a principios de los 80. El abucheo de Vance, un ataque ideológico contra las democracias europeas, ha sido la confirmación de que Washington no será siempre un socio fiable. Esta teoría ya hace tiempo que la sabíamos, pero ahora, en el momento más decisivo para Europa, toma una urgencia vital. Lo resumió, también desde Múnich y también con contundencia, el propio Volodímir Zelenski: "Décadas de vieja relación entre Europa y Estados Unidos están acabando. Europa necesita adaptarse a esta nueva realidad. Os animo a hacerlo por su propio bien". Existe otra teoría también clara: el desenlace que se pacte en Ucrania marcará la futura seguridad y estabilidad de la Unión Europea.
El llanto sí es habitual en una guerra. "Ayer mataron a mi amigo", me escribió por WhatsApp, también el domingo, una periodista ucraniana. Su amigo era uno de los muchísimos jóvenes ucranianos convertidos a soldados para defenderse de la invasión rusa. "He estado llorando todo el día", añadía la periodista. Zelenski cifraba este lunes en 46.000 los soldados ucranianos fallecidos desde el inicio de la guerra. Probablemente son algunos más. Éstas también son las lágrimas de Europa.