Tienes derecho a no ser sociable en el trabajo
La justicia francesa da la razón a un trabajador al que despidieron porque no era suficientemente divertido
BarcelonaPep (es un nombre ficticio para garantizar el anonimato) trabaja en una agencia de comunicación. Una vez al año, la propietaria de la empresa invita a toda la plantilla a subir a unos autobuses para pasar dos días en un hotel fuera de Barcelona entre semana. Es el pistoletazo de salida de una experiencia laboral totalmente inmersiva. "A parte de organizar actividades como talleres, hay alguna para hacer equipo como una cata de vinos y sobre todo mucho comida y alcohol", explica al ARA . Si alguien no puede ir, no pasa nada. El departamento de recursos humanos no les obliga a participar, pero sí que les anima mucho a hacer piña. "Me parece bien que se quiera animar a que haya buenas vibraciones dentro del equipo, porque pasas muchas horas al día trabajando con la misma gente. Pero hasta cierto punto. Creo que se tiene que respetar que hay personas con las que te llevas mejor y peor y también que algunos somos más introvertidos que otros".
A él, por ejemplo, le cuesta ver cómo la compañía pide este sobreesfuerzo de socialización mientras le rechaza un aumento de sueldo que cree merecido. Pep también ha escuchado varias veces a lo largo de su carrera profesional una frase tan gastada como "esta empresa es una familia" y considera que hay que tener cuidado a la hora de traspasar líneas personales entre jefes y trabajadores. "Sobre todo en empresas pequeñas, porque genera incomodidad y puede causar problemas", dice. "Al fin y al cabo, la familiaridad la quiero generar con el equipo. No me parece bien que se utilice para mejorar la imagen de la empresa, si después los trabajadores realmente están explotados, cobran poco o sufren dinámicas tóxicas".
El Señor T, como se le denomina para proteger su identidad en la sentencia, trabajaba en Cubik Partners, una consultora con sede en París. En la firma reinaba lo que él definió como la "cultura del aperitivo": incitación a los excesos, alcoholismo, promiscuidad, acoso... La compañía alentaba a la plantilla a participar en seminarios obligatorios y actividades sociales con el resto de compañeros fuera del horario laboral. Cuando lo empezó a criticar y a negarse a participar, lo echaron porque no se ajustaba a los valores de "diversión y profesionalidad" que fomentaba la empresa. Esto pasó en 2015, pero el Señor T llevó el caso a la justicia francesa y hace unas semanas un tribunal de apelación le ha dado la razón, al menos parcialmente. Considera que su despido fue injusto y que el trabajador se podía acoger al derecho a la libertad de expresión (y no sumarse a los afterworks) sin tener que perder el trabajo. Cubik Partners le tendrá que pagar de momento 3.000 euros y falta saber si también una indemnización más importante.
A Pere Vidal, abogado laboralista y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, no le sorprende el contenido de esta sentencia sobre el derecho a no socializar en el trabajo más de lo necesario. "Si es una prolongación de la jornada y comporta más tiempo de trabajo, son horas extras y se tienen que compensar. Si es voluntario, lo tiene que ser realmente y no puede comportar un perjuicio para el trabajador", argumenta. Pone el ejemplo de un caso parecido que examinó la justicia española. El Tribunal Supremo desestimó el recurso de la empresa tabaquera Altadis y reconoció que tenía que compensar a sus empleados con tiempos de descanso por obligarles a participar en unos torneos de fútbol amistosos contra algunos de sus clientes. Además, Vidal afirma que la regulación de la desconexión digital todavía blinda más al trabajador a la hora de no tener que mostrarse disponible fuera del horario laboral.
El origen del 'team building'
Las actividades sociales vinculadas al trabajo se han convertido cada vez más en un recurso habitual de muchas empresas, que ven en ellas una manera de fomentar el trabajo en equipo y, a cambio, incrementar la productividad de los trabajadores. De hecho, el origen del llamado team building se encuentra en una serie de experimentos que dirigió el sociólogo australiano Elton Mayo en los años 20 en una fábrica de Chicago, donde descubrió que los empleados eran más eficientes cuando se sentían reconocidos por la empresa.
"Es evidente que se trata de una cuestión ideológica. La empresa busca que pongas sus intereses por delante de tus intereses de clase. Que te sientas representado e implicado y que después no te importe quedarte hasta altas horas trabajando", defiende el antropólogo urbano y profesor de sociología José Mansilla. Que el tiempo de ocio haya entrado dentro de la esfera del trabajo, dice, es un "triunfo total del capitalismo". Aún así, argumenta que estas dinámicas de socialización laboral –muy extendidas a las empresas tecnológicas por la influencia de Silicon Valley– atraen más a los empleados jóvenes, mientras que los perfiles séniors acostumbran a valorar más la conciliación y el derecho a separar la vida personal de la profesional.