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Trump llegando a la Casa Blanca en una imagen de archivo
26/03/2025
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Leemos en el ARA que el Ayuntamiento de Barcelona ha recibido una notificación en la que se les advierte que ninguno de los fondos provenientes del gobierno americano se pueden destinar a "programas que promuevan la diversidad, la equidad o la inclusión". Los "fondos" llegaban a la Biblioteca Ignasi Iglésias - Can Fabra, con un proyecto para "promover el intercambio cultural y el diálogo entre Barcelona y Estados Unidos".

Si no se debe fomentar la diversidad, Donald Trump querrá fomentar la uniformidad; si no debe fomentarse la igualdad, querrá fomentar la desigualdad, y si no debe fomentarse la inclusión, querrá fomentar la marginación. Para empezar, es necesario cambiar el nombre de la biblioteca. Ignasi Iglésias, mucho antes de que se hablara con nombres moderniquis, rechazó "el edadismo" en su obra Los viejos.

El arte, desde siempre, lo ha intentado, eso de dar directrices. Las obras de arte románicas intentan que el populacho, aterrorizado por los terribles tormentos del infierno que puede ver en los retablos, se lleve bien y crea. Y Víctor Jara, en su obra de arte Te recuerdo a Amanda, intenta que quienes se le escuchan comprendan las inhumanas condiciones laborales de los obreros. ¿Prohibir lo que no nos conviene? Más viejo que ir a pie y no sirve de nada. Y lo que es indiscutible, en cambio, es que una obra de arte que te dé una "directriz", por causa del receptor, podrá fomentar, justamente, todo lo contrario que pretende. Si ustedes leen Mein Kampf, de Adolf Hitler, que muestra la ilusión de un hombrecillo moreno y bajo por crear una "raza" superior de rubios y altos, por reacción sentirán que la obra fomenta –sin querer– la diversidad, la igualdad y la inclusión. La mejor obra de arte que ha hecho Donald Trump a favor de estos conceptos (que yo diría que son lógicos) es, justamente, prohibir su difusión.

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