Hoy hablamos de
'Adolescencia'.
28/03/2025
4 min
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Ahora mismo existen dos series muy populares que intentan alertarnos de que el viejo machismo está mutando en nuevas formas. Adolescencia, un éxito global de Netflix, cuenta la historia basada en hechos reales de un chico que apuñaló a una compañera de instituto, y Historias de la escuela, que cada miércoles saca un episodio en el 3Cat, documenta la realidad de las aulas catalanas con especial énfasis en la irrupción de nuevos discursos intolerantes. Ambas son muy buenas y reveladoras, sin embargo, justamente por no caer en el moralismo y el juicio fácil, más que investigar la lógica intrínseca de este nuevo machismo y cómo combatirlo lo muestran desde una fascinación muda que te deja con más preguntas que respuestas.

Lo que hay que entender del giro de los nuevos discursos de derechas es que se inspiran en el énfasis identitario y la lógica de la redistribución de las nuevas izquierdas que les precedieron. El viejo machismo describía a la mujer como un ser intelectualmente inferior, irracional, débil, perpetuamente menor de edad. Por tanto, la dominación del hombre se veía como un resultado inevitable de la competición natural. Desde esa perspectiva, la causa feminista era socialmente perniciosa porque intervenía en el libre mercado de la meritocracia, concediendo privilegios a las mujeres que las ponían en posiciones de poder y responsabilidad para las que no estaban preparadas.

En cambio, el nuevo machismo parte del victimismo y pide igualdad. Naturalmente, todo comienza cuando se ve que la teoría de la superioridad masculina era un engaño insostenible. De hecho, los ganadores y perdedores se han dado la vuelta del todo en ámbitos como la academia, donde, con las barreras levantadas gracias a la lucha feminista, vemos que las mujeres superan a los hombres de forma cada vez más contundente. Atento a esta nueva realidad, el machismo se ha adaptado con una pirueta compleja. Por un lado, se acusa a todo el feminismo al por mayor de no ser un movimiento por la igualdad entre hombres y mujeres, sino una conjura que pretende sustituir la antigua dominación masculina por una nueva estructura igualmente injusta, simplemente con la jerarquía sexual cambiada. Por otro, y esto es lo que es genuinamente nuevo, está emergiendo un discurso que pide medidas colectivas para proteger a los hombres de la feroz competición con las mujeres en todos los ámbitos.

El gran problema es confundir el reino de la economía con el reino del deseo. Esto se ve muy bien en una escena muy comentada deAdolescencia, en la que los adultos comienzan a pedir al chiquillo-asesino el significado de un emoji con el número 100 que la chica que él mató le había enviado para ridiculizarlo. Pues bien, este 100 se refiere a una teoría muy popular en la machosfera que dice que, según las estadísticas, especialmente las que analizan la conducta en aplicaciones de citas, el 80% de las mujeres se interesan sólo por el 20% de los hombres considerados más atractivos, de modo que el 80% restante de los hombres tiene que competir por captar con los varones, que son más generosos en la amplitud de sus preferencias sexuales. Esta ley, que tiene cierto apoyo empírico, se utiliza como base para retratar a las mujeres como un colectivo malevolente ya los hombres como víctimas, culpar a la liberación femenina y reclamar medidas correctivas. Michel Houellebecq lo definió muy bien en una novela mordaz y profética de 1994: "En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se enfundan en paro y miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante;" El machismo que pedía libertad pide ahora proteccionismo. Para añadir a las contradicciones y paradojas, suele ser el mismo machismo que se queja de las discriminaciones positivas en otros ámbitos de la sociedad.

Ninguna pedagogía podrá combatir esta nueva lógica victimista y redistributiva aplicada sibilinamente a las cuestiones de género si no enseña a separar radicalmente el ámbito del deseo de otros bienes sociales. Demasiadas veces, el discurso que critica al viejo machismo con toda la razón se excede presentando el reino erótico como un territorio que, una vez liberado de la tiranía patriarcal, se convertirá en un paraíso de realización mutua e igualdad. Pero el deseo no funciona según una lógica de justicia o equidad, sino por preferencias subjetivas, fantasías y estructuras arbitrarias e inconscientes que jamás podrán ser reguladas por normas igualitarias. Y esto aplica por igual al deseo masculino, al femenino y al no binario. Cuando ves a los adolescentes confusos y dolidos, quizá sea porque el tránsito a la edad adulta pide una educación que nos confronte con este aspecto irreductiblemente frustrante y desigual de la condición humana y nos ayude a llevarlo con cierta ironía y deportividad. La promesa de un tipo de igualitarismo aplicado a ámbitos de la vida en los que no sólo no se podrá cumplir nunca, sino donde su cumplimiento sería directamente distópico, ha abierto un agujero cultural que debería taparse lo antes posible si no queremos que se cuelan promesas alternativas aún más oscuras.

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