"Podrías haberlo hecho mejor"
Hablamos con la psicóloga Paula Durán sobre la trampa de la autoexigencia y de querer cumplir las expectativas de los demás
BarcelonaHay muchas formas de explicar qué es la autoexigencia. Para la psicóloga Paula Durán, es tan fácil como imaginar que nuestra vida es un tulipán. El pistilo, situado en el centro de la flor, representa nuestra esencia más pura, sin condicionantes. El primer pétalo correspondería a la familia y la influencia que genera en nuestros valores y creencias. El segundo sería el ámbito académico y nuestras primeras relaciones con los demás, donde empezamos a realizar comparaciones. El tercer pétalo vendría a ser todo lo que forma parte de nuestro entorno laboral. Y, por último, habría un cuarto pétalo, que correspondería a la capa más social y la que más nos influye a lo largo de la vida.
Todas estas capas, según la psicóloga, son las que fomentan nuestra autoexigencia. "La competitividad, la presión y las expectativas sociales van generando presiones que hacen que la flor vaya creciendo influenciada por todas estas capas, que van dejando oculto el pistilo, nuestro yo más esencial", escribe Paula Durán en Podrías haberlo hecho mejor (Penguin, 2023).
En las redes es @cirujana_emocional, donde tiene miles de seguidores y publica a través de viñetas y diálogos píldoras sobre la autoexigencia. La psicóloga explica que decidió publicar esta novela gráfica después de darse cuenta de que muchos de sus pacientes no se sienten satisfechos con la vida, pese a tener pareja estable, trabajo, amigos y todo lo que creen que necesitan. Ante esto, ella siempre les hace la misma pregunta: ¿de todas las cosas que haces o tienes, cuáles son las que has escogido por decisión propia y cuáles porque piensas que son las que la sociedad espera de ti?
“Cuando nos marcamos objetivos para cumplir con las metas que la sociedad espera de nosotros, al final fracasamos y no somos felices. Nunca nos parecerá suficiente nada de lo que hacemos e intentaremos agradar a los demás sin pensar en qué necesitamos realmente”, asegura Durán.
Caer en la trampa
Eso sí, la psicóloga matiza que no toda la autoexigencia es mala: es también la que nos impulsa a preparar unas oposiciones, trabajar y formarnos para ser mejores. El problema es cuando la autoexigencia se convierte en patológica, bloquea y impide avanzar.
Es la que hace que siempre queramos más y que sintamos que, si pedimos ayuda, estamos fracasando. “Al final, nunca nos conformamos con llegar a la cima y siempre queremos un poco más. Es aquí donde está la trampa”, explica Durán, quien considera que muchas veces la autoexigencia empieza ya en la infancia, dependiendo del modelo de crianza que hayamos recibido. "A veces los padres, de forma involuntaria, quieren que aún saques mejores notas, te cargan de extraescolares o insisten en que estudies carreras por tradición familiar", pone de ejemplo.
También puede darse el caso de que no hayamos tenido esta presión en casa, pero que nos hayamos vuelto autoexigentes en el ámbito laboral o con el círculo de amistades y que hayamos dejado de lado otros espacios por falta de tiempo. "Entre los jóvenes, sobre todo se ve mucha autoexigencia en el trabajo y, al final, tienen poco tiempo para el ocio y para ellos mismos", observa Durán. "Hemos llegado a un punto que pasamos tanto rato trabajando y con prisas, que el tiempo libre se han convertido en un privilegio", continúa. Y al final acaba siendo habitual oír un agotamiento físico y mental que pasa factura. Es esa sensación de despertarnos por la mañana y ya sentirnos cansados.
Poner límites
¿Cómo hacerlo para dejar de autoexigirnos tanto? Paula Durán siempre recomienda empezar por localizar dónde nace la exigencia que nos ponemos encima. Puede que venga del estilo de crianza que hayamos recibido, y en este caso deberemos poner límites y velar por no volcarlo en nuestros hijos, si los tenemos.
También puede que nos pase con el círculo social. "Es como cuando no te atreves a decir que no a un plan con los amigos, por miedo a que ya no vuelvan a avisarte en el futuro", pone de ejemplo. Esto hace que tengas que sacar tiempo de dónde no hay y que a menudo acabes quedando, aunque en ese momento habrías preferido quedarte en casa descansando. “Llega un momento en el que debes plantearte si esas personas siguen aportando algo a tu vida o simplemente quedas por el hecho de que la sociedad vea que eres capaz de mantener vínculos”, reflexiona.
Al final, se trata de analizar y buscar el origen de lo que tanto te exiges, y empezar a poner límites. Y tal y como explica Paula Durán en su libro, también recordar que es agotador caerle bien a todo el mundo; que hacer muchas cosas no quiere decir que tengas que sentirte mejor; que no debemos demostrarle nada a nadie y que, al final, ser uno mismo es nuestro mejor tesoro. Y ese tesoro nunca debe sacrificarse para satisfacer las necesidades de los demás.