El desastre de los Estados Unidos en Afganistán expone la dependencia militar de Europa

Se retoma el debate sobre la necesidad de una fuerza de intervención rápida europea

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Fuerzas militares de Alamània al aeropuerto de Kabul en la Afganistán

LondresCuando el 20 de enero Joe Biden tomó posesión de su cargo, aseguró que "los Estados Unidos han vuelto". Una proclama que quería poner un punto y aparte a la política aislacionista de la presidencia de Donald Trump, el arquitecto de la paz y la retirada de Afganistán en las conversaciones de Doha con los talibanes. La muy rápida e inesperada caída de Kabul –a pesar de que informes de inteligencia que ahora flotan ya advertían de la debilidad real del gobierno pro-occidental del país– desmiente, en buena medida, las palabras de Biden.

La administración demócrata ha mantenido la fecha del 31 de agosto para acabar una intervención que habrá durado casi 20 años. El caos de la retirada y las muertes de soldados norteamericanos en el atentado del jueves en Kabul han abierto la peor crisis del mandato Biden, que puede marcar su presidencia y tener un impacto en las elecciones de medio plazo del año que viene.

El desastre afgano también ha erosionado la relación de los Estados Unidos con sus socios europeos. En la reunión de la OTAN de junio, Biden tuvo que oír, según las informaciones que se filtraron entonces, al presidente de la República Checa, Milos Zeman, tildando de "traición" su decisión de sacar a las tropas de Afganistán. Pero atento a los deseos de Washington, que al fin y al cabo es quien paga la parte del león, Jens Stoltenberg, el secretario general de la OTAN, pasó al tema preferido de los americanos: ponerse en guardia ante el auge de China en la escena internacional y establecer líneas rojas con Rusia.

Capacidad operativa propia

En este contexto de desbandada norteamericana, no resulta extraño, pues, que el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, se haya pronunciado, en una entrevista a la Agencia France Presse, sobre la necesidad de que la Unión tenga una capacidad operativa propia, independiente de los norteamericanos.

El dilema de lo que el presidente francés Emmanuel Macron denomina "autonomía estratégica" surge de vez en cuando: ya se planteó después de los fiascos de las intervenciones en la antigua Yugoslavia, en Siria o en Libia. ¿Bruselas tiene que tener una fuerza de intervención rápida? ¿Y quién lo paga? Borrell lo tiene claro: "Lamento mucho la manera en la que han ido las cosas, pero nadie pidió la opinión de los europeos. Algunos países tendrán que hacerse preguntas sobre un aliado norteamericano que, como dijo Joe Biden, no quiere luchar por las guerras de otras personas. Los europeos no tenemos ninguna opción. Tenemos que organizarnos para relacionarnos con el mundo tal como es y no como lo soñamos". Borrell reconoció ante el Parlamento Europeo que la salida de Afganistán es "una catástrofe para el pueblo afgano, para los valores y la credibilidad occidentales y para el desarrollo de las relaciones internacionales". En el mismo sentido se ha expresado Armin Laschet, el conservador alemán que aspira al relevo de Angela Merkel, que ha definido la retirada de los Estados Unidos como la "mayor debacle que ha experimentado la OTAN desde su fundación". Nuevamente se pone sobre la mesa la necesidad de una autonomía militar europea, que no dependa del Pentágono.

El compromiso de Macron

En 2018, Macron, quizás el líder comunitario más comprometido con la idea de un ejército europeo, ya la planteó abiertamente. De hecho, antes, en 2015, el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, también la puso encima de la mesa, para meter baza en el capítulo de Defensa, hasta ahora materia exclusiva de los estados. No en balde, la Comisión creó su fondo europeo de defensa. Incluso los alemanes apuntaban a la idea en su programa de coalición.

Pero lo cierto es que, si bien podría llegar a haber consenso sobre la necesidad de una fuerza de intervención rápida, las prioridades son diferentes según la cancillería que se consulte.

Como destaca Pierre Haroche, investigador en seguridad europea del Instituto de Investigación Estratégica (IRSEM) de París, "a pesar de que los estados del norte y del este se centran principalmente en la amenaza rusa, los países del sur de Europa, incluida Francia, miran más hacia el Mediterráneo y África". Con todo, hay que señalar que la Iniciativa Europea de Intervención, que Francia y otros doce estados, incluido el Reino Unido del Brexit, lanzó en 2018 para anticipar y planificar futuras operaciones militares, demuestran que se puede avanzar hacia experiencias compartidas y percepciones de amenaza entre los diferentes ejércitos europeos.

Y aunque ni siquiera el fiasco de Kabul ponga en pie un miniejército europeo, el debate se aviva periódicamente porque, como también concluye Haroche, "los líderes políticos seguirán utilizando la noción, puesto que tiene una gran ventaja: llena la imaginación de los ciudadanos". Pase lo que pase en el futuro, sin embargo, "el apoyo popular será un factor clave" si finalmente se llega a crear yendo más allá de las ideas o los embriones actuales.

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