Las apuestas en el Grill de Florida Avenue que disgustarían Luther King
“En Grill de Florida Avenue, el Reverendo Martin Luther King, Jr. se sentó en esta mesa para planificar la Marcha sobre Washington, 1963” Lo dice una modesta placa clavada sobre una de las mesas con bancos que hay entrando a mano derecha que dan a las ventanas del local larguirucho y estrecho. A mano izquierda se encuentra la barra, punteada por taburetes metálicos con el asiento de escay rojo. Y como el dinner es de película, dialogamos como si fuéramos actores:
–¿Quiere comer algo?
–Nada, de comida. Sólo café.
Jonathan, joven, alto, de complexión delgada y con gafas de Malcom X no tarda mucho en llevar la taza de café americano y el azucarero.
–¿Sabe? Tengo curiosidad por saber quién ganará las elecciones.
–Ah, yo también tengo curiosidad. Ayer hicimos una apuesta con mi cabeza y ella se jugó 20 dólares que va a ganar Trump.
El restaurante abrió en 1944 en la esquina de la avenida Florida y la calle 11, en un barrio que entonces era de población exclusivamente afroamericana. Cuando el dr. King fue asesinado en 1968, se quemaron todas las tiendas del barrio como protesta en medio de grandes alborotos. Florida Avenue Grill no le quemaron. Ahora el barrio ha cambiado mucho, porque la gentrificación no perdona a ninguna parte. El censo de 2010 registró que, por primera vez, Washington había dejado de ser una ciudad mayoritariamente negra. Jonathan estudia periodismo en cuatro calles del restaurante, en la Universidad de Howard, la misma donde Kamala Harris cursó una primera licenciatura, antes de graduarse en derecho en la Universidad de California.
–¿Tiene usted amigos que votarán a Trump?
–Amigos, ¿dice? Y en mi familia, también hay alguno. Son gente que no está muy enterada de política, pero Trump les hace prenda porque es famoso, es popular. Y encuentran que tiene una personalidad más fuerte que Kamala Harris, no sé cómo decirlo. Y eso que mi familia es de California, que es un estado azul como éste. Los azules son los demócratas, ¿verdad?”
–Sí, pero no querrá decirme que votan a Trump sólo porque es muy conocido.
–Ah, no. También les gusta porque son muy religiosos y Trump está en contra del aborto. Y eso a mis amigos les está bien porque también están en contra de las mujeres. Quiero decir, no quieren a una mujer presidenta. Todavía hay mucho sexismo en este país, y no todos están preparados para tener una mujer presidenta. Y le hablo de amigos de mi edad, que tienen veinte años. No hemos avanzado tanto como la gente podría pensarse.
En una de las pantallas de encima la barra tienen puesta la CNN sin sonido y con subtítulos, en la que sale Jennifer López en un mitin de Kamala Harris recordando que aunque ella nació en el Bronx, era hija de David López y Guadalupe Rodríguez, ambos nacidos en Puerto Rico, y que ella no se deja decir que Puerto Rico es una “isla flotante de basura”, como dijo un humorista en el mitin que Trump hizo en el Madison Square Garden de Nueva York. Le señalo la tele:
–¿Ha visto que JLo apoya a Kamala Harris?
–Es normal, después de lo que dijeron de Puerto Rico...
–¿Le da miedo que gane Trump?
–No, miedo no. Quizás algún loco puede reaccionar mal si Trump pierde, pero no creo que tenga que pasarme nada. Pague en la barra. Dos cafés, 6 dólares y 60 centavos”.
Me cobra una trabajadora hispana que habla en castellano con otra compañera. En el hilo musical suena Part-time lover, de Stevie Wonder: “Somos extraños de día y amantes de noche. Saber que está tan mal pero sentirse tan bien”. Quizá así sea como le hace sentir Trump.