Los escándalos de Johnson

Johnson, ante dos tests electorales en medio de una doble crisis: de credibilidad y económica

Nuevas informaciones indican que el 'premier' maniobró para colocar a su mujer en el ministerio de Exteriores y en una fundación de los duques de Cambridge

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Cartel electoral del candidato laborista a Wakefield, al norte de Inglaterra, donde este jueves tiene lugar una de las dos elecciones parciales de la jornada.

LondresLa impunidad de Boris Johnson no tiene freno. A la suma de los muchos escándalos que se pueden contabilizar a lo largo de su mandato –desde el pago de las vacaciones en el Caribe la Navidad de 2019 hasta la reforma de su apartamento privado, además del Partygate durante los diferentes periodos del confinamiento– desde el pasado viernes flotan dos más. Y estallaron a falta de seis días para dos elecciones parciales claves, que tienen lugar este jueves y del resultado de las cuales puede depender que aumente todavía más la presión sobre un liderazgo muy bajo sospecha.

El pasado viernes, a última hora, el Times publicó un pieza informativa en la primera edición impresa en la que aseguraba que, cuando era ministro de Exteriores de Theresa May (2018), Boris Johnson sugirió colocar quien entonces era su amante, Carrie Symonds, como jefa de gabinete del ministerio de Exteriores, con un sueldo de 100.000 libras anuales. La noticia la confirmaban cuatro fuentes.

Los entonces asesores de Johnson, sin embargo, le hicieron ver que no sería muy ético –ética es una palabra que no figura en el diccionario particular del premier– que su amante –entonces Boris Johnson todavía estaba casado con su segunda mujer, la abogada Marina Wheeler– trabajara a sus órdenes. Más todavía cuando no tenía ningún tipo de experiencia en el ámbito de las relaciones internacionales.

Al mismo tiempo que en el Times, también se publicó en la edición digital del Daily Mail. Pero, horas después, la noticia había desaparecido, tanto del papel del primer diario como de la web del segundo. ¿Por qué? Por presiones de Downing Street, que sostenía que la noticia era falsa, como también se encargó de decir el lunes un portavoz de Carrie Johnson. Por otro lado, el Daily Telegraph, un diario muy próximo a los conservadores, ha publicado este martes que ya siendo primer ministro Johnson intentó que su promesa entrara a trabajar para una fundación presidida por los duques de Cambridge.

El caso Carrie ha resonado este mediodía en la sesión de control del Gobierno, en la que la oposición lo ha usado como una prueba más de la falta de ética del primer ministro. El nuevo escándalo estalla horas antes de la apertura de los colegios electorales y cuando todavía no hace ni una semana que el asesor especial del Gobierno para el control ético de sus miembros dimitió porque creía que el primer ministro estaba preparando "una violación deliberada e intencionada del código [de conducta] ministerial", según la carta que le envió para justificar la decisión.

Doble cita electoral

La jornada electoral de este jueves tiene lugar por la renuncia de los titulares conservadores. En Wakefield, en West Yorkshire, en el norte de Inglaterra, Imran Ahmad Khan fue condenado el 23 de mayo a 18 meses de prisión por acoso sexual a un chico de 15 años en 2008. Ahmad Khan fue uno de los diputados del red wall que entraron en el Parlamento en 2019. Con una ventaja de solo mil votos, es casi seguro que los tories perderán el escaño.

El otro diputado que cesó es Neil Parish, en Devon, en el suroeste de Inglaterra. Renunció al cargo en abril después de que fuera descubierto en el interior de la Cámara de los comunes viendo pornografía en el móvil. Las encuestas, en este caso, apuntan a la victoria liberal-demócrata, a pesar de que es mucho más difícil, porque la mayoría que obtuvo el partido fue de 24.000 votos. Si pierden los conservadores, la amenaza para Johnson será doble: por un lado, en el norte, donde el tradicional laborismo puede empezar a recuperar terreno, y por el otro, en el sur, donde los liberaldemócratas pueden ser vistos como una alternativa a un primer ministro corrupto.

El contexto económico tampoco ayuda al primer ministro. Este miércoles el dato de la inflación se ha situado en el 9,1% interanual, la más alta en 40 años y cuando la previsión es que llegue al 11% en octubre. Si se añade la huelga del transporte ferroviario, que tiene lugar intermitentemente a lo largo de la semana –la segunda de las tres jornadas previstas tendrá lugar mañana–, el paisaje todavía aparece más negativo para los intereses del Gobierno.

Pero Johnson ha demostrado una y otra vez que tiene más vidas que Larry, uno de los dos gatos de Downing Street. Y ahora, a raíz de la huelga, lo que busca es enfrentar los sindicatos con los usuarios y buscar divisiones dentro del laborismo aprovechando que algunos diputados han desobedecido un timorato líder, Keir Starmer, que prohibió que se sumaran a los piquetes. El premier explota la guerra cultural para sobrevivir a su propia corrupción y mantenerse en el poder al precio que sea. Las urnas de mañana –el resultado se conocerá el viernes de madrugada– pueden ayudarlo o pueden añadir otro clavo a su ataúd político. ¿Sería el último? Probablemente no.

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