La preocupación por Trump invade la UE mientras la extrema derecha abre el champán

Orbán recibe gozoso a una cincuentena de líderes europeos en Budapest al día siguiente de la victoria de Trump

Meloni y Orbán hablando en un Consejo Europeo en Bruselas.

Budapest / LondresLa gran mayoría de líderes de la Unión Europea han tenido que resignarse a felicitar a Donald Trump y ofrecerse para trabajar conjuntamente. Estados Unidos, tal y como ha twittado la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es "más que un simple aliado" para el bloque comunitario, y las múltiples interdependencias –especialmente en el campo comercial y militar– los empujan a tratar de mantener buenas relaciones. Sin embargo, hace días que fuentes de Bruselas y los gobiernos europeos admiten que un nuevo mandato de Trump les despierta grandes temores y aseguran que ya tienen a punto un plan de contingencia por si el presidente electo, por ejemplo, sube de golpe los aranceles contra los productos europeos o corta en seco el grifo de ayudas en Ucrania.

En esta línea, el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han mantenido una conversación telefónica este miércoles para coordinar una respuesta al segundo mandato del dirigente republicano y acercar la UE hacia una menor dependencia de la potencia estadounidense. "Trabajaremos por una Europea más unida, más fuerte y más soberana en este nuevo contexto", ha señalado el jefe de estado francés.

Ahora bien, las reacciones de la extrema derecha europea a la victoria de Trump evidencian que los peligros de la Unión Europea no sólo son exteriores. La ultraderecha, que en general es euroescéptica y prorrusa, crece a pasos de gigante dentro del bloque comunitario y el retorno del magnate neoyorquino sólo hace que alentarla. Uno de los que ha celebrado más rápido y efusivamente el regreso del dirigente republicano ha sido el jefe del gobierno que ostenta la presidencia de turno del Consejo de la UE, el húngaro ultraderechista Viktor Orbán, que ya avanzó en el Parlamento Europeo que si ganaba Trump abriría una botella de champán. "Es una victoria muy necesaria para el mundo", pió el primer ministro magiar.

Y, para más inri, Orbán prevé celebrarlo y brindar con una cincuentena de líderes europeos que recibe en Budapest este jueves y viernes. Esta semana en la capital húngara se crea la Comunidad Política Europea (CPE), un nuevo organismo que aún abarca más estados que la UE y en un principio quiso constatar el aislamiento de Vladimir Putin, y una reunión del Consejo Europeo, que reúne a los 27 jefes de estado y de gobierno del club comunitario. Por supuesto, la gran cuestión que se discutirá será el regreso de Trump y, entre otros, el informe de Mario Draghi, que precisamente quiere impulsar la competitividad del bloque europeo respecto a Estados Unidos y China.

El primer ministro húngaro, sin embargo, no está solo y varios de sus acólitos han salido a celebrar los resultados de los comicios estadounidenses. El neerlandés Geert Wilders, que lidera el principal partido de la coalición de gobierno de los Países Bajos, el ultraderechista austríaco Herbert Kickl, que ganó las anteriores elecciones austríacas, o distintos líderes de la AfD, que ya es la segunda fuerza en Alemania . "Es la hora de los patriotas", se ha añadido Santiago Abascal (Vox).

Con un entusiasmo más rebajado, también se ha alegrado primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que cada vez gana más influencia en la UE. "Buen trabajo, presidente Trump", pió. Aunque la dirigente del país transalpino no había mostrado un apoyo tan explícito a Trump como otros líderes europeos de extrema derecha, se mostró muy cercana al magnate de X y de Tesla, Elon Musk, que hizo campaña por el presidente electo de Estados Unidos. De esta forma, Meloni podría erigirse en el nexo entre la nueva administración estadounidense y Bruselas, si bien Italia sigue por debajo del mínimo del 2% del producto interior bruto (PIB) en gasto militar que exige Trump.

La relación especial de Washington y Londres queda en el aire

Las relaciones personales entre Trump y el primer ministro británico, Keir Starmer, son francamente mejorables. En 2019, el laborista aseguró que la "humanidad y la dignidad son dos palabras que no ha entendido el presidente" estadounidense. Y, claro, cuando estaba en la oposición, Starmer podía menospreciar a Trump, pero ahora ya no. E incluso, a finales de octubre, siendo todavía candidato, el equipo de Trump se quejó de los voluntarios laboristas que hacían campaña por los demócratas, y amenazó con denunciar el partido.

Starmer conoció personalmente a Trump el pasado septiembre, en Nueva York, y dijo que después de haber tratado personalmente "establecieron una buena relación". Por su parte, el ministro de Exteriores, David Lammy, dijo del presidente electo que "no sólo es un sociópata que odia a las mujeres y que simpatiza con los neonazis", sino que también "es una amenaza profunda para el orden internacional, el cual ha sido la base del progreso occidental durante tanto tiempo”.

Apelando a la tradicional “relación especial” de la que siempre habla Londres, el Reino Unido querría jugar el papel de cabeza de puente de Washington con el continente europeo, especialmente en unos momentos en los que el gobierno laborista quiere acercarse en Bruselas. Londres intentará convencer a Washington de la conveniencia de seguir ayudando a Ucrania, idea que comparte con socios europeos de la Comunidad Política Europea, que se reúnen este jueves en Budapest. Como de costumbre, Reino Unido querrá sacar pecho de la relación de privilegio con Estados Unidos, pero Trump es imprevisible, y Europa —Reino Unido incluido— quizás debe aprender, de una vez por todas, a caminar sola .

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