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El líder de la milicia kurda PKK hace un llamamiento a abandonar la lucha armada después de 40 años de conflicto con Turquía

Abdullah Öcalan, encarcelado desde hace 26 años, insta a disolver la organización, lo que podría suponer el comienzo de una frágil paz

Imágenes de Abdullah Ocalan en una manifestación pro-kurda en Estambul en marzo de 2024.
27/02/2025
3 min
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BeirutEl fundador y líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, ha llamado a abandonar la lucha armada y avanzar hacia la disolución de la organización. Este movimiento marca un hito en el largo y conflictivo enfrentamiento entre la milicia kurda y el estado turco. Tras más de cuatro décadas de lucha, este mensaje, retransmitido este martes, podría cambiar drásticamente el curso de la relación entre el PKK y Turquía, así como la dinámica en la región kurda y en las relaciones internacionales de Turquía.

La figura de Abdullah Öcalan, que ha sido sinónimo de resistencia kurda, siempre ha sido central para el PKK. Su encarcelamiento en 1999 por parte de Turquía fue un punto de inflexión en el conflicto, pero nunca debilitó su influencia sobre sus seguidores. De hecho, su figura ha seguido siendo un faro para las operaciones del PKK, especialmente en Siria e Irak. Sin embargo, en un giro inesperado, Öcalan instó a la organización a considerar la opción de poner fin a la lucha armada y sentar las bases para una paz que hasta ahora parecía imposible.

Este mensaje no es un gesto aislado. El contexto geopolítico actual ha favorecido un ambiente en el que incluso los actores más intransigentes están reconsiderando sus posturas. En particular, las relaciones de Turquía con sus vecinos han cambiado. El reciente acercamiento con las autoridades sirias e iraquíes ha reducido el espacio en el que el PKK puede operar. Las políticas de cooperación entre Turquía y estos dos países, antes vistos como aliados del PKK, han debilitado las opciones de supervivencia de la organización armada.

Ambiciones independentistas

El PKK, que surgió en la década de 1970 con el objetivo de crear un estado kurdo independiente en el sureste de Turquía, ha enfrentado a un gobierno turco que le considera un grupo terrorista. El conflicto armado ha dejado miles de muertes y ha marcado la historia reciente de Turquía. Las continuas represiones, ataques militares y la feroz resistencia kurda han convertido a la región en un terreno de batalla casi constante.

En este contexto, la llamada de Öcalan representa un cambio de paradigma tanto para el PKK como para Turquía, que ha enfrentado ataques y procesos de paz fallidos. La última negociación seria tuvo lugar en el 2013, cuando el gobierno de Erdogan inició un diálogo con el PKK, pero fracasó en el 2015 con la reanudación de los enfrentamientos.

La llamada a la desmovilización tiene implicaciones profundas para la región kurda, ya que supone no sólo un cambio de estrategia del PKK, sino también en la relación de poder con el estado turco. Sin embargo, las dudas sobre la viabilidad persisten. Turquía ha reaccionado con cautela ante los llamamientos de paz del PKK en el pasado, y muchos analistas sugieren que el gobierno de Erdogan podría no estar dispuesto a dar un paso atrás en sus políticas de seguridad nacional.

El presidente turco, conocido por su posición dura respecto al PKK, tiene un historial de rechazar las propuestas de negociación cuando considera que no son una victoria clara para su país. La aceptación de Turquía dependerá de varios factores. En primer lugar, el gobierno turco exigirá garantías claras de que el PKK efectivamente cumplirá con el desarme y la disolución, algo complicado de verificar dada la naturaleza descentralizada del grupo. Por otra parte, los propios combatientes kurdos podrían no estar dispuestos a entregar sus armas sin obtener algo a cambio, tales como mayor autonomía o garantías de derechos para la población kurda dentro de Turquía.

Muchos retos por delante

Asimismo, la respuesta internacional será crucial. El PKK no sólo está involucrado en los conflictos dentro de Turquía, sino también en el norte de Siria, donde mantiene relaciones estrechas con las Unidades de Protección Popular (YPG), un grupo kurdo apoyado por Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico. Cualquier acuerdo de paz entre PKK y Turquía debería tener en cuenta el panorama más amplio de la región, y la influencia de actores externos como Estados Unidos, Rusia e Irán jugará un papel fundamental.

El proceso de paz que se vislumbra, aunque todavía incierto, podría ser un camino largo y complicado. El PKK se enfrenta ahora al reto de convencer a sus seguidores, muchos de los cuales están profundamente arraigados a la resistencia armada, de que la paz es una opción viable. Por su parte, Turquía deberá mostrar una disposición genuina a negociar con una organización que durante años ha sido su principal enemigo interno.

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