Putin después del gran plebiscito

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Vladimir Putin valora los resultados electorales que le avalan como presidente ruso hasta el 2030.

Casi todas las previsiones de los resultados sobre las elecciones presidenciales rusas han saltado hechas a añicos. El Centro Levada de estudios sociológicos –el único independiente– hace unas semanas aseguraba que el apoyo social a Putin subía al 80%, pero no preveía que los votos al presidente llegarían a más del 87% con una participación del 74% . Hechos a trozos, repito, los cálculos de quienes preveíamos que Putin podía sacar un 75% de los votos y que la participación en las elecciones no iría más lejos del 67%. Y así, el entramado propagandístico-patriótico montado por el estado policial revestido de sufragio universal mutó en gran plebiscito. El voto del miedo, la intimidación y la resignación ha ganado en Rusia y ha puesto al alcance de Putin sus planes también intimidatorios.

En los próximos cincuenta días –un mes y tres semanas– se prefiguran como un escenario en el que los grandes actores rusos y europeos desplegarán importantes secuencias.

De entrada hay que mirar hacia el final del plató, hacia los primeros días de mayo. El 5 de mayo es Domingo de Pascua según el calendario ortodoxo ruso y víspera de la toma de posesión de Putin. Una semana que culminaría con el gran desfile militar del jueves 9 de mayo, el día que se conmemora la victoria sobre el nazismo. Pero hasta llegar a esa fecha sagrada, ya partir de ahora mismo, el putinismo pondrá en marcha buena parte de su maquinaria bélica y propagandística.

El tiempo de marzo, abril y mayo son aliados de Putin. Una vez superado el deshielo de los campos gélidos ucranianos, el fangueo da paso a la estabilidad que puede favorecer los avances de la artillería y de los tanques para agrietar y romper Ucrania aún más. Movimientos que en estos cincuenta días irán acompañados, con insistencia, de los informes sobre el fracaso de las medidas económicas occidentales contra Rusia: en 2023 Rusia ha crecido un 3,6%, Estados Unidos un 2,5% y la Unión Europea sólo un 1%. Y más aún: en estas semanas asistiremos a una escalada de la tensión en el mundo occidental ante la posibilidad de un estallido bélico provocado por Putin. Ya hace semanas que algunos medios y personalidades académicas y políticas alertan del peligro de guerra, y añaden que la población civil no es suficientemente consciente. Las declaraciones, el pasado viernes, de la ministra española de Defensa, Margarita Robles, en La Vanguardia encajan plenamente en estos miedos.

Pero hasta que no hayan pasado, en mayo, la entronización presidencial y el día de la victoria, Vladímir Putin no apretará el acelerador. Un mes y tres semanas –me digo– durante los cuales los occidentales podrían ir preparando medidas, quizás no de intimidación pero sí de firme disuasión. Medidas más efectivas que las sanciones económicas decretadas a raíz del ataque a Ucrania. Se perfila una operación de rearme promovida, por ahora con moderación, por el presidente francés Emmanuel Macron, partidario de enviar soldados occidentales a los frentes ucranianos. Pero, cuidado: hacia mediados de mayo la Unión Europea estará a las puertas de las elecciones parlamentarias del 6 y 9 de junio que seguro Putin aprovechará para dividir y favorecer... Favorecer sobre todo aliados como Viktor Orbán, Marine Le Pen y Matteo Salvine. Habrá sobresaltos en Bruselas y en Estrasburgo, y pocos se atreven a predecir que pasará en verano.

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