Comprarse la posteridad por 299 libras

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Museo de carrozas fúnebres

El obituario es uno de esos géneros que pueden marcar la personalidad de un diario. Saber enterrar a los muertos es importante. Y difícil: cuando acaba de cerrarse una vida, y queda inmutable ya para la posteridad, escribir un veredicto en caliente y pocos párrafos que recoja tanto las luces como las sombras puede resultar una responsabilidad agobiante.

Después, claro, hay que decidir quién merece la glosa. Los buenos diarios saben que no es solo cuestión de evaluar la fama del personaje. Algunas de las mejores piezas del género son, precisamente, las de personas no excesivamente conocidas que el público generalista descubre precisamente cuando se fija su vida en forma casi de microrrelato. El British Medical Journal tiene una sección de obituarios. Salir implica el reconocimiento explícito de los méritos profesionales: magro consuelo para quien ya ha marchado, pero seguro que aporta un pequeño confort a la familia. El problema es que, la semana pasada, la revista reveló que pasaría a cobrar 299 libras por estos tributos, de unos 3.500 espacios. Lectores e incluso algunos de los propietarios protestaron contra lo que consideraban una falta de tacto, más todavía en tiempo de una pandemia que ha afectado de manera especialmente intensa a los médicos y al resto del personal sanitario que está luchando desde la primera línea. La publicación, al final, ha retirado la propuesta. La doctora Fiona Godlee, directora de la revista, ha admitido que solo recibió dos consejos de su predecesor. Y uno de ellos era: "No toquetees los obituarios". El caso es que otros diarios, como The Times, también tienen obituarios pagados. A 1.000 libras, concretamente. Me parece, sencillamente, escandaloso. Porque el paso siguiente es que, por 2.000 libras, te hagan salir algo más guapo, algo más delgado y algo más rubio.

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