Hoy echaremos de tópico gallego, porque es un día en el que Alberto Núñez Feijóo quiere y luto. La narrativa le obliga a blasmar a Carles Puigdemont, y se desgañita reclamando su arresto. Pero la pragmática impone su ley y resulta que el pérfido prófugo deja de serlo (o nos olvidamos un poquito) cuando toca tumbar un impuesto a las energéticas o cualquier otra operación parlamentaria con la que evidenciar la precariedad de la mayoría que sustenta a Pedro Sánchez. A partir de ahí, la prensa opta por señalar a conveniencia una cara u otra del inefable doctor Jekyll popular, ese simpático Two-Face pero no de Gotham sino de Ourense. Por ejemplo, elAbcabre portada con una cita suya: "Lo que ocurra en España en el 2025 dependerá de los jueces y Waterloo". Mientras tanto,El Paíshurga en la contradicción: "Feijóo defiende sus pactos con Junts pero afirma que hay que detener a Puigdemont". Es divertido ver cómo la prensa de derechas ha elaborado toda una retórica barata demonizando los pactos con el líder juntero: que si chantaje, que si rehenes, que si humillación en el Estado… En cambio, cuando les conviene, entonces aparece toda una panoplia de excusas: elAbc aclara en el subtítulo que seguirán las alianzas a votaciones parlamentarias "si no hay chantajes y amenazas". Traducido: si pacta contigo es una coacción inadmisible, si lo hace conmigo es simple interés general.
Uno entiende que en política la coherencia cotiza a la baja, pero el periodismo debería sustraerse a esta permanente doble criba, sobre todo si hablamos de géneros informativos. Si un político debe enfanarse en pactos que le son incómodos, lo mínimo es consignar que lo que se le ve a la altura de las ingles no sonhilillos de plastilina, sino un buen blando de chapapote.