El peligro de los detalles cuando se informa de violencia machista

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Uno de los dilemas a la hora de informar sobre la violencia machista es lo que podríamos llamar el problema de los detalles. Los periodistas tendemos a explicar las noticias basándonos en historias concretas, porque poner nombres, apellidos y caras acerca aquel trocito de realidad al lector. Si hay una catástrofe como por ejemplo un atentado, decir que han muerto cien personas puede resultar un tratamiento aséptico, meramente estadístico. Explicar algunas de estas vidas truncadas ayuda a empatizar con las víctimas y a sublevarse contra los agresores.

Esta semana, la Asociación de Mujeres Periodistas de Catalunya ha presentado un informe muy interesante. Una de las recomendaciones pasa por evitar titular con el modus operandi, por aquello de no espectacularizar. También alerta sobre el hecho de indicar el origen y las circunstancias de víctima o agresor. La idea de fondo es que estos sucesos señalan una violencia sistémica y que, en la medida en que se fraccionan en historias particulares, puede parecer que se trata de una mera acumulación de casos independientes. Son argumentos potentes, fundamentados y reflexionados, así que merecen ser tenidos en cuenta.

Ahora bien, en la práctica, me parece que se trata de una tensión irresoluble. Si una circunstancia concreta permite singularizar un caso, la lógica periodística empujará muy intensamente para explicarla y destacarla. Así que, más que reprimirlo, creo que quizás la solución pasa por el principio del yudo: aprovechar esta fuerza para proyectarla contra la lacra de los feminicidios. Al final, lo que cuenta es la sensibilidad del medio con el asunto. Queda muy claro quién explota estos casos solo para pescar clics –mientras disculpa los elementos ambientales que favorecen los asesinatos– y quién está comprometido con la erradicación de la violencia machista.

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