Periodismo para no periodistas (3): si la historia es buena, echa largo

2 min

Lo llaman economía de la atención, que suena respetable, pero sería mucho más preciso hablar de destrucción de la capacidad de concentración. Uno de los principales cambios en el periodismo, desde que hay redes sociales, es que todo nos llega bien trinchado y pasado por la picadora, para que se pueda consumir en cuanto menos minutos mejor, a ser posible de una sola bocanada. Por eso maravilla que aún haya artesanos como Patrick Radden Keefe, capaces de publicar artículos tan extensos que requieren tres cuartos de hora para leerlos enteros. Que haya un medio que los acoja –el New Yorker– y un público que compre sus libros da motivos para la esperanza: el periodismo de Boca Bits puede convivir con el de largo formato.

Patrick Radden Keefe.

Canallas es el tercer libro que nos llega de este autor en catalán gracias a la buena gente de Periscopi, después de los magníficos No digas nada y El imperio del dolor. A diferencia de los otros dos, que se centraban en una sola historia, aquí tenemos recogidas una docena de piezas unidas por un hilo común: los protagonistas son personajes que traspasan las fronteras morales que la mayoría de humanos miramos desde la distancia. La gracia del reporterismo de Keefe es su capacidad de mostrarlos al natural, con todas sus contradicciones: la capacidad de negación, las presiones familiares o las motivaciones espurias... Lo hace tan bien y con tanta gracia narrativa que incluso todo el Chapo intentó contratarlo como negro literario, para que le escribiera las memorias. Él declinó la propuesta, lo que requiere cierta valentía: no será fácil decir que no a uno de los capos mundiales de la droga. La historia en la que cuenta esta anécdota, por supuesto, es apasionante. Keefe no teoriza sobre el periodismo, pero sus reportajes investigados hasta el último detalle hacen buena esa frase según la cual el movimiento se demuestra andando. O escribiendo.

stats