El análisis de Antoni Bassas: 'El debate diario entre Aragonès y Puigdemont'

Puigdemont parece haber decidido que, en su candidatura, la épica se da por descontada y que la gente quiere ver a un presidente capaz de negociar y conseguir mejoras para el país

A tres semanas y media de las elecciones, se está produciendo un fenómeno muy interesante de contención de los candidatos, básicamente provocado por sus expectativas. Primero, todo el mundo sabe que para gobernar habrá que llegar a acuerdos y ahora no podemos hacer discursos estridentes. Segundo, Cataluña no está bien en financiación, en infraestructuras, en sequía, en renovables, en enseñanza… Tiene la sanidad al límite. Todos los partidos dicen estar mal financiada. Hay como un viento de realismo y responsabilidad. Y después, en Isla, que no es una estrella del rock, precisamente, sólo le falta ir al frente de las encuestas para servirnos cada día ración doble de juicio. En cambio, quien está más movido es curiosamente un presidente que ha roto tan poco como Pere Aragonès. Como va tercero, hurga el segundo. Ocurrió ayer, en un debate organizado por Pimec. Aragonés reclamó debatir con Puigdemont ya lo largo del día insistió en que el presidente en el exilio no quiere debatir.

Aragonés: "Si hubiera venido la cabeza de lista, como se había facilitado, habríamos podido hacer el cara a cara que había pedido".

Rull: “El presidente Puigdemont no está aquí, hacer un debate de estas características a través de un plasma, si hay alguien que debería ser extraordinariamente sensible de lo que esto quiere decir por la dignidad de lo que representa el presidente Puigdemont, es el actual presidente de la Generalitat, el señor Aragonès. Y, por tanto, sé que es una anomalía que yo esté aquí, pero es una anomalía que defiendo con el máximo nivel de convicción”.

Y aquí es donde se está produciendo una situación curiosa, que es que cuanto más Aragonés pide debatir, más insiste Puigdemont en la necesidad de un entendimiento entre Esquerra y Junts. Puigdemont ha pasado seis años y medio sintiendo que todas sus visitas le decían que yendo los dos partidos por separado, la independencia era aún más difícil de lo que ya es. Y como ahora Puigdemont se ve ganando a Esquerra, está adoptando una posición más presidencial de ser quien dé el paso para una nueva época de relaciones con Esquerra. Se lo dijo ayer a Xavier Graset: “Puede que se produzca algo en estas elecciones que nos ayude a salir de este lío. Que es que se rompa un empate técnico que ha existido en el independentismo, muchos años. Y que quizás nos ha neutralizado. ¿Cuál es la estrategia válida? Si éste va por aquí, yo no puedo ir. Yo creo que hay comunes denominadores, muchos más de los que imaginamos o de los que queremos reconocer. Sobre estos comunes denominadores, si yo tengo la responsabilidad de liderar un gobierno, a mí me tocará la mayor parte de responsabilidad de conseguirlo. Creo que no podemos perdernos con batallitas partidistas, en un momento en que quien se la juega es la nación. No nosotros, se la juega la nación”.

Puigdemont parece haber decidido que, en su candidatura, la épica se da por descontada y que la gente quiere ver a un presidente capaz de negociar y conseguir mejoras para el país a través de llegar a acuerdos. Por eso fue muy importante que la patronal Foment, con el presidente Sánchez Llibre al frente, fueran a reunirse con él ayer, en Perpiñán.

Un aire de responsabilidad general se ha adueñado de la precampaña catalana. Veremos si aguantará cuando se acerque la hora de las urnas.

Buenos días.

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