Arqueología

Los sacrificios de los maya se hacían con chicos y bebés que estaban emparentados

Los restos óseos de 106 menores hallados en Chichén Itzá cambian la historia sobre los rituales religiosos y las ofrendas realizados por esta antigua civilización

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El Tzompantli es una estructura representada por una gran plataforma cuyo detalle más destacable es la colocación de las calaveras en la decoración en bajorrelieve que da nombre a la estructura: La Plataforma de las Calaveras. La base está sostenida por tres cuadros decorados con calaveras y divididos por molduras.

En la primavera de 1967 unos trabajadores construían una pista de aterrizaje para un pequeño aeropuerto cerca de Chichén Itzá, una antigua e importante ciudad maya, cuando se toparon con lo que parecían restos humanos. Un equipo de arqueólogos rápidamente se desplazó a esa zona de la península mexicana de Yucatán y, al excavar, encontraron una cámara subterránea o chultún, lo que en la mitología de aquella civilización mesoamericana constituía la entrada al inframundo de los muertos. Y de ahí recuperaron los restos óseos de unos 106 niños y bebés, que no mostraban signos de violencia y parecían formar parte de un santuario.

Han tenido que pasar casi 60 años para que un equipo internacional integrado por arqueólogos y genetistas hayan podido resolver el misterio de quiénes eran aquellos niños y qué hacían allí. A partir del análisis del genoma de 64 de esos pequeños han descubierto que todos eran individuos masculinos de entre 3 y 6 años. Sorprendentemente, la mayoría estaban genéticamente emparentados, seguramente eran hermanos o primos hermanos, e incluso encontraron a dos parejas de gemelos idénticos.

Estos resultados, que se recogen en la revista Nature, reescriben lo que hasta ahora se sabía sobre los rituales religiosos de la antigua civilización maya. Y, además, arrojan luz sobre los orígenes genéticos de comunidades indígenas que viven actualmente cerca de Chichén Itzá, emparentadas con aquellos niños sacrificados.

“Es impresionante, todavía no lo acabamos de creer”, confiesa Rodrigo Barquero, arqueogenetista del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y primer autor del trabajo, que se recoge en Nature.

Tradicionalmente, se había propuesto que los mayas sacrificaban a mujeres jóvenes vírgenes; recientemente se descubrió que la mayoría de individuos sacrificados en el Cenote Sagrado, una especie de pozo abierto de forma natural donde los mayas precolombinos hacían ofrendas a los dioses y sacrificios humanos, eran niños, aunque se desconocía su sexo. “Ahora, por fin, nosotros hemos podido identificar que eran chicos, lo que cambia por completo nuestro conocimiento sobre los rituales religiosos de los antiguos mayas”, resalta Barquero en una entrevista en el ARA.

La comunidad de indígenas: comunidad maya local de Tixcacaltuyub.

 Un honor ser escogido

Chichén Itzá fue una de las ciudades más importantes de la civilización maya, sobre todo entre 800 y 1000 de la era común. Este enclave se distingue por sus cenotas, y el sacrificio de niños era un ritual que parece que se producía de forma regular allí. De hecho, todas las ruinas muestran signos de estos sacrificios, como dibujos esculpidos en la piedra de cabezas cortadas de las que brota sangre. Aún así, todavía se desconocían muchos aspectos.

El hecho de que todos los niños encontrados en el chultún sean chicos y que estuvieran emparentados hace pensar, defienden los investigadores, que muy probablemente fueron escogidos para ser sacrificados en parejas de hermanos o primos, lo que podría estar relacionado con el papel de los hermanos gemelos de la mitología maya. En este sentido, el análisis realizado por los investigadores revela que los menores siguieron una dieta muy similar rica en plantas, probablemente maíz, muy típica de los mayas, y que fueron criados por igual.

“Probablemente, desde que nacieron los prepararon para ese sacrificio”, apunta Barquera. “La muerte y el sacrificio para ellos significaban un gran honor. De hecho, por ejemplo, en el juego de la pelota que practicaban quien era sacrificado era el ganador, como premio. El ritual del sacrificio se reservaba a los mejores. Por eso, poder tener un hijo o incluso unos gemelos sacrificados implicaba que era una familia muy especial, seguramente guerreros o sacerdotes”, explica esta arqueogenetista.

Los investigadores apuntan que el hecho de ser chicos y familia era una manera de representar uno de los mitos de la cosmología maya, el de los gemelos héroes que van al inframundo e intentan derrotar al señor del inframundo como venganza porque éste había muerto su padre, que tenía también un gemelo.

“El chultún adquiere otra dimensión: no está vinculado a la fertilidad, sino al acceso al inframundo, Xibalbá, donde los gemelos deben ir en ciclos de vida, muerte y resurrección para derrotar al señor del inframundo, Ah Cimih ,”, explica Barquera.

Pistas sobre las epidemias de la era colonial

El análisis genético de los restos óseos también ha permitido identificar que aquellos niños sacrificados están estrechamente relacionados con los habitantes actuales de zonas cercanas a Chichén Itzá. Además, pudieron completar un episodio que no estaba claro de la era colonial. Los conquistadores llevaron al continente americano enfermedades que se transformaron en epidemias y que diezmaron a la población autóctona. Es el caso de la infección por salmonela. Está documentado cómo en 1545 hubo una fuerte epidemia causada por esta bacteria que durante el siglo posterior acabó con el 90% de la población indígena.

El 'Castillo o templo de Kukulcan es la mayor estructura maya en el centro ceremonial de Chichén Itzá en México hoy en día.

"Fue la más mortal, y pandemias así dejan su marca en los genes de los supervivientes", comenta Barquero. La comparación del ADN de los niños del chultún de Chichén Itzá con el de los actuales habitantes de la región descendientes de los mayas ha permitido identificar versiones de genes implicados en el reconocimiento de patógenos, lo que seguramente protegió a sus ancestros de la infección y les permitió salvar la vida.

Ahora, explican los investigadores, el siguiente paso será excavar en otros dos yacimientos arqueológicos mayas también ubicados en la península de Yucatán para intentar encontrar otros chultunes con el objetivo de comprobar si los niños enterrados eran también chicos y familia. Según Barquero, “esto nos permitiría demostrar que lo que hemos encontrado no es exclusivo de Chichén Itzá, sino que era el modus operandi de los rituales de sacrificio”.

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