Cataluña deja de ser un vía crucis para Felipe VI
Con la rebaja de la tensión, hay menos protestas contra el rey
Barcelona"Catalán y catalanes, no podemos permitir que el Borbón se pasee por el Palau de la Generalitat", remachaba en el acto final de campaña el presidente y candidato de ERC a la reelección, Pere Aragonès, ante una posible victoria del jefe de lista socialista, Salvador Illa. Pero más allá de esta declaración, la política de diálogo del gobierno español con el independentismo, que se inició con los indultos y ha proseguido con la amnistía, ha desembocado en una rebaja de la tensión en Cataluña y, de rebote , en una desmovilización del movimiento. También de las protestas contra Felipe VI que, a diferencia de los años del Proceso, ahora puede poner los pies en Cataluña en un clima más tranquilo. Y eso que se convirtió en el ariete del independentismo con su discurso el 3 de octubre del 2017 en el que avalaba la represión.
La normalización de las relaciones con la monarquía también ha llegado a las instituciones, especialmente con la llegada a la alcaldía de Barcelona del socialista Jaume Collboni -que ha colgado el retrato del monarca en el despacho- para relevar a Ada Colau, que había hecho bandera de su republicanismo. Pero en el Palau de la Generalitat también han cambiado las cosas. La negativa de Quim Torra a saludar al rey durante su presidencia pasó a mejor vida y el actual presidente en funciones, Pere Aragonès, decidió que la relación debía ser al menos de tolerancia. En junio de 2021, poco después de acceder al cargo de presidente y en el primer acto que coincidían, Aragonés saludó al rey en las jornadas del Círculo de Economía e incluso la casa real les hizo una foto conjunta, aunque tanto él como Colau declinaron participar en el besamanos.
La Moncloa consideró el saludo como un punto de inflexión. Aragonés no se quedó en la cena, pero sí se quedó la consejera de Presidencia, Laura Vilagrà, y también la consejera de Acción Exterior, la juntera Victoria Alsina. Por primera vez en tres años, los dos grandes partidos independentistas participaban en el nivel más alto en un acto con el monarca. Este clima de corrección se mantuvo todo el mandato del dirigente republicano. Aragonés ha evitado participar en las tradicionales recibidas de las autoridades al rey, como la del Mobile World Congress, pero le ha saludado después ante las cámaras y se ha sumado a la foto oficial con Felipe VI, en un gesto que se ha ido repitiendo cada año.
Esta actitud contrasta con la tensión latente que había con su antecesor, Quim Torra, que rehuía cualquier fotografía conjunta. Y es que el contexto era diferente: justo se producía el juicio por el 1-O y las protestas postsentencia del otoño de 2019. La prueba más evidente de este enfrentamiento tuvo lugar la primera vez que se encontraron, en la inauguración de los Juegos Mediterráneos hace seis años en Tarragona. El presidente no tenía intención de ir para no coincidir con el rey, pero la presión del territorio hizo que acabara yendo. Torra lo aprovechó para entregar en mano al rey los informes del Síndic de Greuges sobre el 1-O y el libro Días que durarán años, del fotoperiodista Jordi Borràs. El libro iba con dedicatoria incluida: "No hay estirpe, ni ley, ni patria que justifique heridos, presos políticos y exiliados y que pueda detener el anhelo de libertad del pueblo catalán".
Dos años más tarde, cuando Juan Carlos I huyó a los Emiratos Árabes, Torra convocó un pleno extraordinario sobre la monarquía (que acabaría en el TC y en juicio en la mesa, que fue absuelta), en que el Parlamento reprobó a Felipe VI y declaró que "Cataluña no reconoce a ningún rey". Eran los tiempos en que todas las visitas de Felipe VI al Principado se convertían en un vía crucis, con manifestaciones importantes. Lejos quedaba el oasis de los años 80 y 90, cuando Felipe VI cultivó una imagen de amistad con Cataluña. Era el príncipe que hablaba catalán, que se declaraba descendiente de Jaime I y que llegó a sentenciar que Catalunya sería lo que los catalanes quisieran que fuera.
La estrategia del gobierno español para rehabilitar Felipe VI le ha llevado a visitar Catalunya más veces que en los cinco años anteriores sumados pero, aun así, la opinión pública sigue mostrándose contraria. Según el último barómetro del CEO, el 70% de los catalanes quieren una república y el grado de confianza en la monarquía es de un 2 sobre 10. Por tanto, no hay las protestas de los años álgidos del Proceso, pero el distanciamiento con la Zarzuela persiste.