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Concuerdo: el avión del futuro

Marc Amat
3 min
Concuerdo: el avión del futuro Que ha desaparecido de los radares “El Concorde fracasó porque no se ajustaba a las necesidades comerciales que requería el sector del transporte aéreo de pasajeros”, explica Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía de la UPF. Para el experto, el Concorde es uno de los últimos fracasos del modelo lineal de innovación tecnológica típico de los años 50.

A las 17.40 el fuerte rugido de los neumáticos de un Concorde impactante contra el asfalto de la pista conquistó el aeropuerto Kennedy de Nueva York. En su interior, el centenar de pasajeros que iban estallaron a aplaudir. Pero ese 24 de octubre del 2003, la escena que tantas veces se había repetido a lo largo de 34 años era diferente: los pilotos, la tripulación y los pasajeros sabían que acababan de asistir al último aterrizaje de un vuelo comercial de ese mítico modelo de avión supersónico. El aparato que había revolucionado el mundo de la aeronáutica se despedía para siempre del cielo.

“Fue uno de los últimos fracasos producidos por el llamado modelo lineal de innovación tecnológica”, apunta Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía de la UPF. En los años 50 el Reino Unido y Francia se habían empeñado en desarrollar un transporte supersónico. La empresa británica Bristol Aeroplane Company y la francesa Sud Aviation habían recibido numerosas ayudas para poner en marcha sus laboratorios. Pero el bolsillo se les había hecho pequeño y, en noviembre de 1962, ambos países firmaron un tratado internacional. Juntos comercializaron el Concorde. Habían logrado levantar a una bestia: con un coste de unos 23 millones de libras por aparato, era capaz de volar a una velocidad dos veces superior a la del sonido. Podía atravesar el océano Atlántico en menos de tres horas y media. Era el avión del futuro.

Los vuelos regulares empezaron el 21 de enero de 1967 y rápidamente el Concorde se convirtió en todo un icono del progreso. "Era el hijo de un modelo de innovación tecnológica basado en la capacidad de intentar crear productos de éxito a partir de investigaciones científicas surgidas en el ámbito puramente industrial", expone Garcia-Fontes. Para el experto, fue práctica habitual en los años 50, en un clima de expansión económica. Pero el estancamiento de la economía obligó a los gobiernos a empezar a pensar en su uso comercial para rentabilizar la inversión. Y de ahí surgieron los primeros vuelos con pasajeros.

Los Concorde conquistaron el cielo y los periódicos, que durante años alabaron su seguridad. Hasta que el 25 de julio del 2000 todo cambió. El aparato que debía volar entre París y Nueva York nunca llegó a la ciudad de los rascacielos. Cuando llevaba un minuto y medio arrancado, chocó contra un hotel. El balance fue demoledor: 113 muertes. Una pieza metálica había reventado los neumáticos del Concorde, se habían incendiado y llegaron hasta los tanques del combustible en pocos segundos. Al día siguiente la prensa de todo el planeta disparó contra el Concorde.

El alud de desconfianza de la sociedad hacia el aparato, que todavía era visto como futurista, contribuyó a extinguirlo. Pero Air France y British Airways, las dos compañías que operaban vuelos con estos aparatos, ya hacía tiempo que querían deshacerse de ellos, según unos medios especializados: los aviones se habían diseñado en una época de vacas gordas, pero desde la crisis del petróleo en los años 70 los altos precios del combustible ya hacían muy difícil rentabilizar sus trayectos.

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Que ha desaparecido de los radares "El Concorde fracasó porque no se ajustaba a las necesidades comerciales que requería el sector del transporte aéreo de pasajeros", explica Walter Garcia-Fontes, decano de la Facultad de Economía de la UPF. Para el experto, el Concorde es uno de los últimos fracasos del modelo lineal de innovación tecnológica típico de los años 50.

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