BarcelonaLas bases de la CUP participarán en asambleas el fin de semana que viene para decidir si la formación presenta una enmienda a la totalidad a los presupuestos o bien si permite que siga la tramitación de las cuentas. La dirección de los cuperos está en este punto después de que las conversaciones con el Govern no hayan llegado a buen puerto y las posiciones se mantienen alejadas. Aún así, hay que tener en cuenta que, más allá de la negociación concreta de las cuentas, la decisión puede resultar trascendental para el rumbo de la política catalana. Si las bases de la CUP optan por tumbar los presupuestos, el Govern no tendrá más remedio que buscar a otros socios para sacarlos adelante, y esto significa que se podría abrir una nueva etapa de geometría variable con un especial protagonismo para el PSC y los comuns, que ya se han ofrecido para sacar adelante las cuentas.
Estamos, pues, ante una decisión trascendental como lo fue la famosa asamblea de Sabadell de 2015 en la que hubo un empate sobre si se tenía que avalar la investidura de Artur Mas. En todo caso, la decisión de dar luz verde o no a las cuentas es básicamente política. No se trata tanto de decidir sobre unas determinadas partidas como sobre si se quiere apoyar al Govern, y mantener así operativa la mayoría independentista del 14-F, o si se prefiere dar un paso atrás y pasar a la oposición. Esta es la decisión básica que tienen que tomar los militantes de la CUP.
Negociar y justificar el apoyo a un gobierno desde fuera no es nunca fácil (que se lo digan a ERC en el Congreso), pero un partido político también tiene que ser consciente de cuál es su peso electoral en relación al resto. La CUP tiene 9 diputados, por 33 de ERC y 32 de Junts. Por lo tanto, no puede aspirar a imponer por completo su agenda. Es cierto que los cuperos tienen un pacto de investidura con Aragonès y que tienen razón cuando reclaman su aprobación, pero no es menos cierto que en el acuerdo la CUP se muestra dispuesta a garantizar la estabilidad presupuestaria y que muchos de los puntos son a largo plazo. Si la CUP se descuelga de los presupuestos, ERC podrá aducir que ya no se siente obligada por el pacto. De alguna manera se estaría repitiendo el escenario de 2016, cuando la CUP tumbó los primeros presupuestos de Puigdemont.
En el trasfondo hay una creciente incomodidad de la CUP con la estrategia del Govern, y especialmente de los republicanos, de apoyar al ejecutivo de Pedro Sánchez en Madrid, como se pudo ver la semana pasada en el Parlament. Pero ERC no ha engañado a nadie y todo el mundo sabía, antes de la investidura, cuál era su hoja de ruta: diálogo y negociación con el Estado. Es la CUP la que decidió, en lo que se interpretó como un giro pragmático de los cuperos, llegar a un acuerdo en un tiempo récord.
Sea como sea, cada vez está más cerca la posibilidad de que tanto ERC como Junts tengan que pactar con los socialistas en el Parlament, cosa que significaría un punto de inflexión, a pesar de que los primeros ya lo hacen en el Congreso y los segundos en la Diputación de Barcelona. Las bases de la CUP, como otras veces, tendrán la palabra.