No cabe duda de que esta legislatura está resultando un auténtico suplicio para el PSOE, por muy buena cara que quieran poner en la Moncloa. Cada votación se convierte en Vietnam y los partidos del gobierno han sufrido sonoras derrotas parlamentarias. El último episodio ha sido el de la enmienda pactada entre el PP y Junts para sacar el impuesto a la producción eléctrica. Todo esto forma parte del juego parlamentario y es producto de que el gobierno está en minoría parlamentaria y no tiene un acuerdo de estabilidad con las fuerzas que le apoyan, algo que ya ocurría en la anterior legislatura, por cierto. Pero ahora hay un partido, que es Junts, que le pone un precio más alto y, además, comparte ciertos posicionamientos con la oposición de derechas.
Ahora, sin embargo, se acerca el momento de tomar una decisión importante, que es la de dar o no apoyo a los presupuestos del Estado y también a los de la Generalitat. Carles Puigdemont alertó el pasado lunes al PSOE de que las cosas iban mal y que era necesario un cambio radical para volver a encauzarlas. Y este miércoles Míriam Nogueras le ha pedido directamente a Pedro Sánchez que "mueva el culo y pague lo que debe a los catalanes". En paralelo, ERC también ha subido el tono contra Salvador Illa en el Parlament, y su portavoz, Josep Maria Jové, ha puesto como condición para seguir negociando revertir el acuerdo sobre el 112 que incluye a la Guardia Civil y la Policía Nacional.
Vamos a palmos. En Madrid es cierto que Junts tiene motivos para quejarse y desconfiar del PSOE, pero su obligación es hacer lo mismo que hizo con la investidura, es decir, negociar y negociar bien hasta conseguir un buen acuerdo, con tangibles ganancias para Cataluña. Y el PSOE, por su parte, debe ponerse las pilas para cumplir los acuerdos, por ejemplo en lo que se refiere al traspaso de las competencias sobre inmigración (pactado con Junts) oa la condonación de una parte de la deuda del FLA que tiene la Generalitat (pactada con ERC).
Tibar la cuerda forma parte del juego político, y ningún actor ha decidido romperla, hasta ahora. Esto es así porque tanto ERC como Junts saben que es mucho mejor para Catalunya tener un gobierno del Estado que depende de sus votos para sacar adelante sus propuestas que uno del PP y Vox que, además de no necesitar a los votos del independentismo, sería hostil a las reclamaciones catalanas. En cualquier caso, hay que ser inflexible en la demanda de que se cumpla lo pactado, y pragmático en las negociaciones de unas cuentas que deberían servir para disipar las dudas sobre la continuidad del ejecutivo de Sánchez.
No en vano, durante el primer semestre del próximo año se tendrán que pactar las líneas maestras de la nueva financiación catalana, y es probable que tanto el ejecutivo español como el catalán no quieran entrar a fondo en esta cuestión hasta que tengan ligados los respectivos presupuestos. Esta será la negociación clave que debe servir de verdad para mejorar la vida de los catalanes reforzando la suficiencia financiera de la Generalitat. Pero para llegar con buenas perspectivas a ese momento, antes habrá que restaurar una confianza que ahora mismo parece rota.