Joan-Lluís Lluís: "Las democracias pueden matar lenguas, y es evidente que es lo que desea España"
El escritor busca de dónde viene la manía por jerarquizar lenguas y defender el monolingüismo en el ensayo 'Baila con Babel'
BarcelonaY Dios castigó a los humanos obligándoles a hablar lenguas distintas.
La primera maldición en contra de la diversidad lingüística llega directamente de la voluntad divina, al libro del Génesis. Es cuando el Señor baja para ver la torre que están construyendo los hombres, una enorme ciudad vertical que pretendía desafiarle, que se da cuenta de que "todos forman un solo pueblo y hablan una sola lengua", por lo que decide "poner confusión en su lenguaje para que no se entiendan entre ellos". Las lenguas frustran la Torre de Babel y hacen dispersar a los hombres por el mundo. La diversidad lingüística arranca, por tanto, como una condena bíblica.
El escritor Joan-Lluís Lluís (Perpiñán, 1963) relee el mito de la Torre de Babel en el ensayo Baila con Babel (Fragmenta) y explica que éste pecado original ha tenido un gran impacto cultural "por la importancia del libro en el que se encuentra, incluso allá donde no se lee, incluso entre gente que ya no es creyente"; tanto, que ha llegado hasta nuestros días y todavía representa un suplicio a la hora de defender justo lo contrario de lo que afirma el Antiguo Testamento: que las lenguas son una bendición, un "calidoscopio vertiginoso de visiones del mundo", una herramienta incomparable "de resistencia a la uniformización de las costumbres y pensamientos", como escribe el autor norte-catalán.
Luis salta de la Inquisición al nazismo, del Decreto de Nueva Planta a la Revolución Francesa, para analizar de dónde viene la manía de jerarquizar las lenguas y por qué se considera que monolingüismo es sinónimo de paz y entendimiento. ¿Por qué los estados son linguicidas? "Hay mucha gente que piensa que las lenguas estorban. Pero la gente que piensa que hay demasiadas lenguas y que con pocas lenguas nos entenderíamos mejor y no habría tantas guerras, siempre piensan que su lengua es la que merece ser salvada . No hay nadie que hable una lengua pequeña que diga «mi lengua debe desaparecer»", afirma el escritor. Sí que existe la idea (certificada por la UNESCO) de que la globalización borrará del mapa muchas lenguas, como puede ser el catalán. "La gente que acepta que muera una lengua lo hace, en primer lugar, porque habla otra y, en segundo lugar, por un supuesto bien superior, aunque sea totalmente intangible. Es lo que ocurría en mi casa, en la Catalunya Norte, hace medio siglo: gente que todavía hablaba catalán, pero que ya había asumido que debía desaparecer... por el bien del Estado.Se disfraza de facilidad de comunicación, de estas cosas modernas cuando, en realidad, vienen del mundo de la imposición, del despotismo, de la dictadura", afirma.
Lenguas que no deben morir
Si el primer mito es el del monolingüismo prebabélico, el segundo mito es que existen lenguas superiores a otras. En la actualidad, la idea de una jerarquía de lenguas se basa en el número de hablantes que tienen o en el poder político que ostenta un estado, pero en su origen volvemos a los designios divinos: se supone que Dios hablaba hebreo con Adán , la lengua con la que está escrito el Antiguo Testamento. "Esta jerarquía primera da pie a crear unas jerarquías que continúan con el griego antiguo, con el latín, y después las lenguas de estados fuertes", dice Lluís.
Durante la Edad Media la diversidad lingüística no molestaba, curiosamente sólo molestaba a la Inquisición española, que decidió lanzar a la hoguera la Biblia valenciana (la cuarta traducción de la Biblia después del alemán, el italiano y el neerlandés) y, de paso, quienes fueron responsables. Es a partir del siglo XIX, con la creación de los estados poderosos, que comienza la deforestación lingüística, de acuerdo a los mismos principios de la Iglesia católica: la voluntad divina. "Los estados entienden que es mucho mejor para ellos si toda la población habla sólo una lengua, la lengua oficial, y lo ponen en práctica. Se mueren muchas lenguas cada año en el mundo y no sabemos dónde se detendrá este proceso. Quizá sea inevitable "En ningún caso es deseable. Porque los pensamientos únicos también se sirven de las lenguas para ganar influencia. Cuanto menos lenguas hablaremos, menos seremos capaces de contradecir los mensajes oficiales. Si todos hablamos igual, acabaremos pensando todos igual. Muchos estados ya desean que todos sus ciudadanos piensen igual: lo que importa a un estado es su propia supervivencia. Y la incuestionabilidad es mucho más eficaz si pasa por una lengua única", reflexiona Lluís.
El primer intento de lingüicidio, el del catalán
Si los catalanes son pioneros en algo es al ser víctimas del primer intento de lingüicidio planificado por parte de Felipe V con el Decreto de Nueva Planta de 1716. Hay que decir que desde 1700 el catalán ya estaba prohibido por múltiples decretos, y que desde de la conquista de América la Corona castellana estaba exterminando a los indígenas de las tierras de ultramar. Pero es con la "fantasía de universalidad" de la Revolución Francesa que el "sueño absolutista" de eliminar la diversidad lingüística se convierte en "dogma patriótico", escribe Luis. El monolingüismo se vinculó a unos valores positivos y progresistas, a la conquista de derechos universales, a la posibilidad de acceder al poder. "Había una lectura que quizás era bienintencionada, que los ciudadanos deben poder controlar el gobierno, pero en realidad cualquier régimen autoritario hace lo contrario: utilizar que haya una lengua única para controlar mejor a los ciudadanos", asegura el escritor.
Otra idea elemental de los estados nación es que una lengua garantiza no sólo la paz, sino la unidad del estado. "Tengo la sensación de que la gente monolingüe razonable cree que todo es un proceso natural, cortés, civilizado, pulido, y no ven la violencia extrema que hay bajo la imposición de una lengua. A veces por la fuerza de las armas , pero también en las sociedades democráticas como Francia y España en el siglo XXI, las leyes, los falsos consensos, el hecho de disponer de mayorías lingüísticas demográficas inexpugnables, hacen que se ejerza una violencia lenta contra las demás lenguas con el propósito de hacerlo las desaparecer, pero de manera más contenida para que no se note, que es feo. Es lo que ocurre hoy en España. El gran argumento de "si Franco no ha podido matar a la lengua catalana, la lengua no tiene ningún riesgo" es una falo total total, porque las democracias matan lenguas. Francia es el gran ejemplo. Las democracias tienen todos los instrumentos a su alcance para poder matar lenguas si quieren, y es evidente que es lo que desea España".
La globalización, que tiene tendencia uniformizadora, ¿nos llevaría a una era prebabélica pero con el inglés omnipresente y omnipotente? "Que haya una lengua franca es bastante inevitable y probablemente útil. Pero no quiere decir que tengamos que renunciar al catalán por hablar inglés, como los españoles no deben renunciar a hablar español", sentencia Lluís. "Solo pedimos un poco de empatía. Imagínense que está rodeado de estados hostiles que quieren hacer desaparecer la lengua española –plantea Joan-Lluís Lluís–: ¿cómo reaccionaría? ¿No puede entender lo que pensamos y lo que sentimos?"