La escritura creativa, en peligro por culpa de Donald Trump


BarcelonaEn el estado de Iowa (Estados Unidos) existe un programa llamado IWP (Programa Internacional de Escritura) que contaba con un apoyo federal de cierta importancia: peccata minuta si se compara con los negocios de Donald Trump, Elon Musk y tutti quanti. Ahora el presidente del país ha decidido anular esa ayuda, y el IWP tendrá que plegar, o hacer muy pocas cosas.
El programa servía para recibir a becarios de todo el mundo que se dedican a escribir, o que son profesores de literatura, y que ahora se quedarán a oscuras. Es otra de las riboteadas de Trump, del que se puede decir sin mucho margen de error que quizás no ha leído un libro en toda la vida. Si a esta medida suma el recorte –o la extinción– de las becas Fulbright –que en Barcelona gestionaba o gestiona CaixaBank, y gracias a las cuales se han formado en los últimos cincuenta años cientos de estudiantes catalanes–, si aún suma la supresión de los programas de apoyo a los inmigrantes ya los colectivos femenistas, los programas de ayuda de los humanos clerks del mundo de la administración, entonces las medidas que comentamos –la del IWP sólo parece menos lesiva en comparación con las demás– desembocan en una purga, de momento sin difuntos, similar a las que, en otros órdenes, siempre ha realizado una dictadura.
Sin embargo, en lo que se refiere a la institución citada, que lo tiene o lo tenía todo que ver con las letras y el nivel cultural de Estados Unidos mismos, la medida esconde una indiferencia clamorosa hacia un punto que la derecha del mundo entero siempre ha considerado secundario en la marcha de un estado: leer, escribir y formarse en el campo de las humanidades.
El hecho de que ochenta millones de estadounidenses voten a favor de ese ser descerebrado –un cerebro vacío, salvo un rinconcito oscuro que se utiliza para hacer dinero– demuestra hasta qué punto el nivel educativo de Estados Unidos, que ya se encontraba bajo mínimos, queda aún más hundido, como quien remacha el clavo en la madera de una materia sin ánimo.
En cierto modo, es una medida coherente con una política autoritaria, que piensa sostenerse gracias a dos cosas: la autoridad de quienes mandan y la "servidumbre voluntaria" (La Boétie), o la ignorancia, de los votantes. Es difícil que una persona que no sabe nada de nada, ni le interesa saber nada, ni forjarse una opinión soberana frente a la opinión común (las "redes") sepa distinguir quirúrgicamente –o dialécticamente, o razonadamente– entre un programa de gobierno y un líder capaces de dignificar a un país, y otros.