Inmobiliario

Por qué los jóvenes no compran pisos: el problema oculto de la entrada

Los requisitos de la banca, los impuestos y los otros gastos asociados a la adquisición, un obstáculo cada vez más insalvable

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Vista de Barcelona, una de las ciudades con más saturación al mercado inmobiliario.

BarcelonaFrancesc y Manel –nombres que no son los reales– son pareja, barceloneses, periodista y profesor. Superados los 40 años tienen unas carreras profesionales bastante consolidadas, cosa que les permite mantener una buena calidad de vida y también ahorrar. Pero a pesar de esto hay una barrera que no han sido capaces de saltar: la del acceso a la vivienda.

“Hace unos cinco años que vamos mirando; tenemos cargos de responsabilidad y sueldos holgados, y hacemos cuentas de lo que hemos pagado de alquiler, más de 1.000 euros al mes desde hace años, y es mucho dinero”, explica Francesc. El gran problema con el que se encuentra esta pareja, en una situación económica bastante sólida, es que no tienen unos ahorros suficientes para hacer frente a un piso en Barcelona y, especialmente, a la entrada que piden los bancos.

Porque desde la Gran Recesión y de la situación crítica a la que llegaron muchas entidades, la normativa que fija el BCE establece que las entidades pueden prestar a los compradores de pisos un 80% de su importe, pero el 20% restante lo tiene que aportar el cliente en el momento de la compra. Esta entrada es lo que hace que una pareja que tenga ahorrados 50.000 euros pueda aspirar, como máximo, a adquirir un piso de 250.000: 200.000 euros, un 80%, es lo máximo que aportará el banco.

La barrera, sin embargo, es en realidad más alta. Si el piso que quieres vale 300.000 euros (un precio que te permite muchas opciones fuera de Barcelona, pero que limita las posibilidades en la capital catalana), tienes que tener no solo 60.000 euros de entrada, sino también 30.000 más del impuesto de transmisiones patrimoniales (ITP, que es del 10%) y entre un 2% y un 3% en concepto de gastos de notario (unos 7.500 euros en el mismo caso). Así, para comprar un piso de 300.000 euros, el comprador tiene que disponer de 97.500 euros. Si el piso es de 400.000 euros, la cifra se dispara a 130.000 euros. Y para una vivienda ya más cara, de 500.000 euros, la cifra que hay que tener en el bolsillo es de 162.500 euros.

El precedente que anticipó el desastre

Pero el problema no acaba aquí, porque estos números no tienen en cuenta una situación muy frecuente: la de hacer reformas en el nuevo piso. Esto no solo implica el coste de la obra, sino que obliga a los compradores a mantener, al menos durante un tiempo, el pago simultáneo del antiguo piso y el del nuevo. El sumatorio de dificultades para adquirir una vivienda lo completan, cuando hace falta, los muebles.

Pero esto no siempre ha sido así: durante la primera década de este siglo la banca se acostumbró a ser mucho más laxa en sus requisitos. No es que limitara al 80% del importe lo que prestaba al interesado, sino que ofrecía hasta un 110% del valor del piso. “Para la reforma, para los muebles, para un coche”, rememoran fuentes del sector. Nada hacía pensar entonces que se pudiera desencadenar una crisis como la de 2008. En pocos meses, el sector inmobiliario cayó, se produjo un efecto dominó de despidos, la morosidad en los bancos se disparó y el crédito se secó, dejando a empresas y familias en quiebra.

La banca fue, después del inmobiliario, el sector que más lo sufrió, y no solo reputacionalmente. Las entidades quedaron al umbral de la quiebra y se adoptó una regulación mucho más conservadora, que en el caso de las hipotecas limita el préstamo al 80% del piso para hacer más soportable el impacto de un impagado (y para tener clientes más solventes).

¿Quién compra pisos?

Las dificultades para comprar piso entre jóvenes y no tan jóvenes son evidentes, pero el mercado hipotecario ha continuado creciendo en los últimos meses. Sin embargo, no todo el mundo compra. La subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, exponía esta semana que son las rentas más altas las que han mantenido la capacidad de ahorro e inversión. Y fuentes del regulador español confirman la tesis: “La presión en el mercado de la vivienda no la ejercen los ciudadanos jóvenes”.

Las dificultades para comprar piso de la gente joven han existido siempre, recuerda el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra José García Montalvo. La afirmación es cierta, y hay que añadir el obstáculo de la entrada y los malos datos económicos que lastran a este grupo social: a una tasa de paro juvenil que ahora ha bajado, pero roza el 25%, se suman sueldos más bajos que los que tenían los mismos jóvenes hace unos lustros y, ciertamente, el hecho de que el acceso a la vivienda nunca había aparecido como una urgencia social tan acuciante, especialmente en las grandes ciudades, en una situación que también afecta al alquiler.

Quizás por eso en los últimos meses el PP ha puesto sobre la mesa la idea de recuperar las cuentas vivienda, un producto financiero que existía en la primera década de este siglo y que ofrecía beneficios fiscales a los jóvenes que ahorraran para comprar un piso. Una pareja podía incorporar a esta cuenta hasta 9.000 euros por persona al año durante cuatro años; de este modo el dinero permitía desgravaciones alrededor de 72.000 euros, favoreciendo el ahorro y haciendo posible la temida entrada del piso. Pero el gobierno de PSOE y Podemos no ve con buenos ojos la petición del PP. A preguntas del ARA, una portavoz del ministerio de Economía explicó que no hacen comentarios sobre la cuestión.

Otra posibilidad pasaría por que España se sumara a la política de otros países que, para favorecer el acceso a la compra, reducen a un 15% el capital de entrada que hay que aportar a algunos colectivos, entre los cuales los jóvenes. El profesor Montalvo afirma que esta posibilidad tiene un riesgo, como se vio en la anterior crisis con la morosidad y los desahucios. También celebra que la voluntad de comprar piso ha cambiado en los últimos años: “Hace 20 años parecía que te tenías que comprar un piso a los 23; ahora tenemos una visión más moderna y parecida a países como Estados Unidos o Alemania: si no puedes comprar, no compres, y ya lo intentarás cuando tengas 40 años”.

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