La pregunta que no deberías hacer nunca a una mujer

Viva la vida
14/05/2025
Escritora, guionista y comunicadora
2 min

Quedo un día con mi amiga Rosa y llega indignada. Un conocido de su madre preguntó por ella y quiso saber si finalmente tuvo hijos. Y al decir que no, el hombre se ha quedado decepcionado. Rosa ha tenido que oír toda la vida la pregunta, pero pensaba que ahora que pasa de los sesenta ya no debería verse objeto de esa curiosidad que viene cargada de presión y prejuicios. Porque, no nos engañemos, detrás de la pregunta y la reacción de extrañeza ante un "no" está la idea de que, por ser mujer, tienes que haber parido.

Es público y notorio que servidora ha tenido tres hijos. Y que lo he hecho con conciencia, ganas y deseo. Pero me considero cero evangelizadora de la maternidad. Y me revienta tener tantas amigas que a estas alturas todavía tienen que soportar este tipo de interés insano por una decisión que es muy íntima. Y aquí, como en tantas otras cosas, hay diferencias. Porque a un hombre esto no se le pregunta tanto. Se le pregunta, lo sé, pero no con la misma frecuencia. Y al responder que no, se le respeta la decisión. No ha querido y punto. Y se le permite ese "y punto". O se atribuye a que no ha encontrado a la persona adecuada, o se pasan las culpas a su pareja mujer. De hecho, si un hombre no quiere tener hijos, incluso se considera lógico. Porque en el sistema en el que vivimos, que tiene ese nombre que da tanta pereza pero que es tan real, el patriarcado, el concepto hombre no va ligado ni a crianza ni a hijos.

Pero una mujer, ay, una mujer que no siente ningunas ganas de procrear, todavía inquieta. Se la acusa de egoísta. De infantil. De tener miedo a comprometerse. Y sufre la presión y el paternalismo de la sociedad. En teoría no, que ya somos modernos, y queda fatal decirlo, pero ellas, las mujeres sin hijos, me cuentan todo lo contrario. El día 8 de marzo el programa El balcó, de SER Catalunya, nos juntó a tres mujeres para que cada una aportara un dilema feminista. Éramos la escritora Llucia Ramis, la arqueóloga Irene Cordón y yo misma. Y Llucia planteó la situación vivida de un hombre en pareja que, en teoría, ha aceptado la opción de no tener hijos, pero que en realidad piensa que solo es cuestión de tiempo para que la mujer cambie de opinión. Y cómo el hecho descubrir que este hombre en realidad es esto lo que piensa hace que la pareja se rompa por una falta de confianza y lealtad. La situación era real y lo que está claro es que este hombre nunca vio a su pareja. Vio a la mujer que deseaba, la que un día cambiaría de opinión y haría lo que toca.

Y después están las mujeres (y los hombres) que no tienen hijos porque no pueden, sea por economía o por salud. Mujeres que han sufrido abortos y a las que el cuerpo no acompaña y que no tienen por qué ir explicándolo y que cada vez que se les hace la pregunta recuerdan ese deseo incumplido. Hay tan poca delicadeza y tan poco respeto en torno a una pregunta que la sociedad ha permitido que sea cotidiana... Dejemos de preguntarlo. Dejadnos vivir como nos dé la gana. Dejadnos en paz.

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