Fatoumata Kebé: "Si tenemos que reproducir las desigualdades de la Tierra en la Luna, mejor que no vayamos"

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Entrevista a la astrónoma Fatoumata Kebé

BarcelonaTiene una mirada tímida, y habla con un hilo de voz que la mascarilla todavía dificulta algo más de descifrar, pero la ambición de Fatoumata Kebe es enorme. Doctora en astronomía por la Universidad de la Sorbona, astrofísica y aspirante a viajar algún día a la Luna, ha visitado Barcelona para inaugurar el festival Kosmopolis del CCCB, que ha tenido como uno de los ejes temáticos principales la mirada al espacio exterior desde la ciencia y la literatura. Kebe ha hablado de su primer libro, El libro de la Luna, donde combina consideraciones científicas, históricas y míticas sobre el único satélite de la Tierra.

El filósofo, matemático y teólogo Blaise Pascal escribió, a mediados del siglo XVII: "El silencio eterno de los espacios infinitos me asusta". Parece que a usted este silencio más bien la atrae.

— Sí y no. El espacio exterior es inmenso, y a mí también me da miedo. Si pensamos que se calcula que hay unos cien mil millones de estrellas, la cifra te deja aturdido.

¿Por qué se interesó por el estudio de los astros?

— Por una razón muy sencilla: su belleza. Crecí en París y, desde ahí, en el cielo apenas veía estrellas, porque ya estaba muy contaminado. Pero ahí en medio estaba la Luna, y me quedaba embobada mirándola. Mis padres siempre me decían que tenía la cabeza en la Luna [ríe].

Espero que no la llamaran lunática...

— No, esto no [ríe]. Es curioso, porque se describe como lunático a alguien que cambia de humor de manera brusca y, en cambio, la Luna se transforma poco a poco, tiene un ciclo marcado y unas fases muy estables.

El interés por los astros no le vino de familia, ¿entonces?

— No. Fue gracias a los libros y documentales que me fui interesando por los astros y por el espacio exterior. Cuando empecé a estudiar astronomía no imaginaba lo difícil que podía llegar a ser: es una disciplina que se puede enfocar de muchas maneras, desde la biología, la geología o la mecánica de los cuerpos celestes...

Decidió especializarse en estudiar la basura espacial. ¿En qué consiste?

— Son los residuos que hemos generado los humanos al enviar satélites y otros objetos al espacio. Cuando dejan de funcionar, perdemos la pista de los residuos, que pueden ser de medidas muy diversas. El problema es cuando uno de estos objetos entra en nuestra atmósfera y cae encima de un lugar habitado. El año pasado, los restos de un cohete chino acabaron en un pueblo de Costa de Marfil. Hay países que tienen conductas irresponsables en el espacio exterior, pero pueden tener consecuencias por todas partes. Hay que detectar esta polución espacial para evitar problemas.

¿El trabajo que hace se puede describir como ecologismo galáctico?

— Se podría llamar así, sí [ríe]. Dos de mis pasiones son el espacio exterior y el medio ambiente.

Entre sus planes de futuro inminente hay viajar a la Luna.

— Sí. Hace muchos años que la observo y la estudio pensando que algún día iré. La Agencia Espacial Europea ha abierto una convocatoria para formar a cuatro astronautas. La última vez que esto pasó fue en 2009 y se presentaron 1.300 candidatos, de los cuales solo escogieron a media docena. Pronto sabré si me cogen.

¿Y entonces?

— Entonces empezarían dos años de entrenamiento en Colonia y, después de esto, una vez me graduara como astronauta, podría formar parte de alguna expedición. ¡La Luna queda solo a tres días de la Tierra!

Solo ha habido dos astronautas europeas, hasta ahora.

— Sí. Una italiana, Samantha Christoforetti, y otra francesa, Claudie Haigneré.

¿Por qué hay tan pocas mujeres astronautas?

— Hay muy pocas plazas y las condiciones son muy restrictivas: hay que tener un máster en ciencias, tres años de experiencia profesional en tu campo y formación como médico o como piloto. También está el requisito de dominar dos lenguas: el inglés y otra. Las mujeres podemos ser buenas astronautas, tenemos que dejar de autocensurarnos. Para conseguirlo, primero hay que hacer más trabajo para tener más mujeres con carreras científicas. En Francia, siempre que los medios de comunicación acuden a expertos, si son hombres la gente los cree, y las pocas mujeres que salen son cuestionadas.

El libro de la Luna nos habla de la formación del satélite, de mitos que se relacionan y de autores que han escrito sobre ella, como Cyrano de Bergerac y Victor Hugo. También recuerda que si el ser humano pisó la Luna fue más por motivaciones políticas que científicas.

— La carrera espacial entre los Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría acabó con las imágenes de los americanos pisando la Luna el 21 de julio de 1969.

El modelo capitalista venció una vez más al comunista.

— Ni la Luna ni los otros planetas están lo suficientemente protegidos jurídicamente ante el capitalismo. Las Naciones Unidas dicen que ninguna nación se puede apropiar de un cuerpo celeste, pero no menciona a las empresas.

¿Una de las grandes batallas del futuro inminente será la posible explotación de recursos de otros astros?

— Es muy probable. Las expediciones a la Luna tienen una vertiente científica y de exploración, pero otra política e incluso económica. Me preocupa la idea de colonizar otros planetas. Quien se podrá permitir viajar serán empresarios, personas muy ricas... Si tenemos que reproducir el mismo sistema de desigualdades que en la Tierra, mejor que no vayamos.

También se habla de la posibilidad de tener que abandonar la Tierra. ¿Llegaremos al punto de destruirla?

— Parece mentira que nuestro planeta aguante, con todo lo que le estamos haciendo. Hemos hecho enfermar a la Tierra, pero la idea de buscar un planeta alternativo no tiene ningún sentido. Lo destruiríamos igualmente.

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