El "rico catalán" que triunfaba en Castilla
El antepasado de Pere Quart que, pese a amasar una gran fortuna, en casa sólo hacía comida garbanzos
El mismo día que doce hombres fundaban el Barça cerca de la Rambla de Barcelona, junto a la Rambla de Sabadell nacía un hombre destinado a destacar con luz propia dentro de las letras catalanas. En efecto, el 29 de noviembre de 1899, sincrónicamente con el club azulgrana, venía al mundo Joan Oliver Sallarès, más conocido como Pere Quart. El vallesano pertenecía a una familia burguesa por los cuatro lados: por parte de madre descendía de Joan Sallarès i Pla (1845-1901), fabricante textil de Sabadell, y por parte de padre de Pere Turull y Sallent, que es el personaje de quien hoy hablaremos.
- 1796-1869
Cuando Pere Turull nació, su familia ya se dedicaba a la fabricación de paños, un negocio que más tarde evolucionó hacia las actividades financieras e inmobiliarias. El gran aporte de nuestro protagonista fue la introducción de máquinas de vapor para mecanizar la producción, que básicamente era lanera, con hilatura y fabricación de tejidos acabados. El vapor que instaló en el centro de Sabadell (1849) era conocido como Cal Lau y fornia de energía su empresa, pero también otras factorías de la zona. Pero si algo marcó su vida fue la prospección de mercados exteriores para comprar lana en origen. Esto supuso que hiciera frecuentes viajes a Castilla, donde estableció relaciones muy interesantes para su negocio y donde fue muy respetado. El hecho de convertirse en el principal proveedor de lana de los fabricantes de Sabadell impulsó de forma decisiva su papel de banquero, porque no sólo les proveía la materia prima, sino que además les financiaba las operaciones. Con el paso del tiempo extendió la red comercial y llegó a importar lana del Reino de Sajonia, de excelente calidad. Descubiertos los atractivos del comercio –que le llevaron abandonando poco a poco la fabricación– amplió los horizontes para dedicarse también a la importación de harina, colorantes y maquinaria para la industria textil. Para ello último buscó proveedores en Francia y en Bélgica, en concreto en las ciudades de Rouen, Louviers, Lieja, Verviers, Lille, Valenciennes y Elbeuf. También llegó a comerciar directamente con el Nuevo Continente gracias a la adquisición de un bergantín que le permitía realizar esta ruta transoceánica (sobre todo en Argentina, Perú y Chile).
Como era habitual en la época, a su actividad empresarial se unió de forma inseparable su papel a la política: como miembro del Partido Moderado fue cinco veces alcalde de Sabadell (su padre ya lo había sido), además de diputado en las Cortes de Madrid en dos ocasiones. También fue oficial de la Milicia Nacional, un cuerpo civil armado formado a raíz de la aprobación de la Constitución de Cádiz (1812), donde él tomó parte en la década de los treinta, durante la Primera Guerra Carlista. Por lo que se refiere a su implicación en la vida civil, fue uno de los fundadores de la Caja de Ahorros de Sabadell (1859) y del Círculo Sabadellés (1856), y también creó el Instituto Industrial de Sabadell (1863). Esta última entidad no tuvo una vida demasiado larga, pero, en cambio, la caja se perpetuó hasta el 2010, cuando perdió la personalidad jurídica víctima de la crisis financiera que había estallado un par de años antes. También se implicó en la construcción del primigenio Teatro Principal de Sabadell (1839) y la Casa de Beneficència (1854).
Que Turull era la referencia de los castellanos en Cataluña lo prueba el hecho de que cuando la reina Isabel II visitó Sabadell (septiembre de 1860) durmió en casa del empresario catalán, que también era el principal prohombre de la capital vallesana. Por cierto, esta casa es hoy el Museo de Arte de Sabadell. En Madrid le llamaban el rico catalán, por ser el principal comprador de la lana merina, procedente de la oveja propia de Castilla. Al final de su vida concentró los intereses en el sector inmobiliario, convirtiéndose en el principal propietario de la comarca, sólo por debajo de las grandes fortunas de Barcelona.
Eso sí, su amor por el ahorro y por evitar el alarde era muy profundo, hasta el punto de que su hijo se quejaba amargamente (han quedado cartas que lo prueban) de que, pese a tener una gran fortuna, en casa sólo se comían garbanzos. Aparte del legado que ya hemos mencionado, el apellido Turull también tiene dedicadas algunas vías públicas: una calle en Sabadell y un paseo en Barcelona que, en este caso, honra a su hijo.