HOMENOTES Y MUJERES

Tres duros y café matinal, el primer sueldo del futuro magnate

inició su imperio de bares y hoteles con un quiosco junto a la fuente de Canaletes

David Valero Carreras
3 min
Esteve Sala Cañadell

Hijo de campesinos de Castellbisbal, pronto tuvo claro que su futuro no consistiría en labrar campos, como hacían sus ancestros. Sin embargo, su primera experiencia laboral no fue nada dulce pese a trabajar en una confitería de Sabadell como aprendiz. Después de tres años, ya a los 16, la confitería pasó a la historia, pero no el aprendizaje, porque su experiencia le sirvió para enrolarse en una tienda del mismo ramo en la ciudad de Girona. Tres duros, café matinal y manutención fueron su primera nómina.

Muy pronto un cambio profesional alteró para siempre su vida: su tío, que gestionaba el restaurante Petit Pelayo en Barcelona, ​​le dio trabajo y aquello fue la primera piedra de una carrera meteórica. En primer lugar, aprovechó los ingresos y los ratos libres para empezar a estudiar, formación que le sirvió para poner cierto orden contable en los negocios del tío. El agradecimiento vino en forma de nuevo negocio, porque el tío montó un pequeño quiosco en Canaletes, junto a la fuente, y le cedió la gestión. Además, su participación en la propiedad del quiosco iba aumentando con el paso del tiempo, pasando de los diez céntimos iniciales a unas sorprendentes ciento cincuenta mil pesetas, fruto de servir cerca de cuatro mil cafés diarios. En paralelo, el tío diversificó sus negocios abriendo una fábrica de géneros de punto, pero el experimento resultó un desastre que se le comió todo el patrimonio y lo arruinó: veintiocho pisos y cuatro restaurantes , además del Petit Pelayo, fueron engullidos por la deuda.

Esta desgracia provocó la muerte del tío y la subasta del quiosco de Canaletes. Gracias al préstamo de un familiar, Sala se le adjudicó y esa máquina de hacer dinero siguió en sus manos.

El siguiente paso fue la inauguración del American Bar Soda (abierto en 1902 y todavía existente), que gracias a su mítica máquina de hacer patatas fritas -que Sala descubrió en un viaje a París- se convirtió en el éxito que le empezó a hacer rico. En 1911 los beneficios del American sirvieron para abrir el Royal, un salón de té de estilo europeo pionero en Cataluña, que también triunfó y le proporcionó su primer millón de pesetas. Después vinieron el Bar Canaletes, la Granja Royal, el Salón Doré, el Hotel Oriente, la cervecería Baviera y una serie de otros negocios, como el balneario de la playa de San Sebastián o el funicular de Miramar.

Una de sus pocas aficiones más allá del trabajo era el fútbol, ​​y por eso estuvo vinculado al FC Barcelona desde los pañales de la entidad azulgrana. No sólo era un socio muy activo, sino que incorporó al club a su perímetro de negocios. En 1914 propuso a la directiva hacerse cargo de la construcción de un chalet anexo al campo de la Industria que realizaría las funciones de bar explotado por él mismo. La inversión realizada le devolvería el club en cómodas mensualidades al cero por ciento de interés. Más tarde se convertiría también en financiador del club para otros proyectos. Pero su relación con los blaugrana tiene también un aspecto poco conocido y que algunos historiadores dan por cierto; se dice que era el padre biológico de la estrella de los años veinte Josep Samitier. Esto explicaría la relación estrecha que tuvieron ambos a pesar de la diferencia de edad: el astro barcelonista tenía habitación gratis en el Hotel Oriente -propiedad de Sala- y en 1930 comunicó a la junta directiva del club que quería la baja de la entidad porque pensaba instalarse en Madrid para trabajar en un negocio de charcutería que Sala tenía previsto inaugurar. Por último, el proyecto no salió y Samitier permaneció en el club aún un par de años más.

La relación de Sala con el Barça no acaba aquí, porque el 16 de julio de 1934 se convirtió en presidente, con la voluntad de aplicar su experiencia a los negocios para enderezar la situación económica de la entidad . Dejó para la historia ser el primer presidente que incorporaba a una mujer a la junta, Anna Maria Martínez Sagi. Su mandato finalizó el verano de 1935.

En el momento de morir, el 9 de junio de 1938, era presidente de la Asociación de Hoteles, Cafés y Restaurantes, lo que da una idea de su ascendencia sobre el sector.

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