Turismo: evitar morir de éxito

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Turistas sentados en la fuente del centro de la plaza Reial de Barcelona.

La patronal española del sector turístico, Exceltur, ha afirmado por primera vez que se está tocando techo en cuanto a visitantes al Estado. En concreto, habla de "saturación" y dice que se está llegando "al límite" de capacidad. En este caso, es tan importante el mensaje como el sujeto que lo emite: no lo proclaman movimientos anticapitalistas o ciudadanos perjudicados, sean urbanitas o campesinos. Lo afirman los empresarios que hacen negocio. Ellos mismos se están dando cuenta de que la gallina de los huevos de oro puede estar en serio en peligro. Basta con ver qué ocurre en lugares como Baleares o Barcelona. La masificación, el perjuicio a la población autóctona –lo evidente es el encarecimiento de la vivienda en las zonas tensionadas–, los costes ambientales y el peligro de desincentivar otros motores económicos –el turismo representa el 13,3% del peso económico estatal– son algunas razones de peso para acotar la actividad turística.

Parece claro, pues, que hay muchas razones para poner el freno, pero lo que ocurre es que es más fácil decirlo que hacerlo. Por ejemplo, coincidiendo con esta proclamación patronal, las compañías aéreas acaban de anunciar que este 2024 se producirá un nuevo récord de viajeros, por encima del anterior de antes de la pandemia, en el 2019, cuando El Prat recibió 52 millones de pasajeros. La oferta prevista por las aerolíneas en el conjunto del Estado entre abril y octubre es de 240 millones de asientos, un 13,5% más de lo operado durante el mismo periodo de 2023. aeropuerto de El Prat, la previsión para el verano es un aumento del 16%. Da igual que el mercado ruso haya desaparecido. Ha crecido el número de europeos, estadounidenses y asiáticos.

Los augurios bienintencionados pospandemia, en el sentido de que la gente viajaría menos, no se han cumplido. Al contrario. Al igual que los catalanes hemos vuelto a viajar al extranjero, los turistas han vuelto a venir aquí. Da igual que los precios hayan ido al alza –y lo han hecho bastante–: Barcelona, ​​Catalunya y España siguen siendo un destino de vacaciones atractivo, seguro y de calidad. Si queremos que esto se mantenga, si no queremos morir de éxito, es necesario buscar fórmulas realistas para intentar poner límites con el objetivo de hacer posible su "sostenibilidad" y su "rentabilidad social", tal y como reclaman los mismos hoteleros. Solo al alza de los precios ya se ve que no es suficiente para frenar el alud de turistas. Se debe intervenir con otras fórmulas, tanto urbanísticas como laborales y sociales. El ciudadano debe ver que el turismo no va en detrimento de su bienestar. En plena sequía, debe ver que el turista está sometido a las mismas restricciones de agua que el vecino autóctono (el nuevo decreto de sequía de la Generalitat va en esta línea) y, en otro orden de cosas, debe ver, por ejemplo, que los establecimientos turísticos respeten la lengua catalana.

En ningún caso se trata de ir en contra del turismo. Al fin y al cabo, en algún momento todos somos turistas. De lo que se trata es sólo de pensar en el largo plazo.

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