Viaje por la España de cartón piedra
Un parque temático en Japón recrea los monumentos más conocidos del Estado creando la falacia de poder visitar un país en un solo día

Mie. JapónCientos de personas transitan cada día por parques japoneses que emulan lugares emblemáticos reales de la otra punta del mundo. En la jefatura de Mie hay uno dedicado a España, con reproducciones de sus monumentos más emblemáticos –desde el Parque Güell hasta la Cibeles pasando por los molinos de la Mancha–. En este espacio tomar fotos es un viaje imposible a través del espacio-tiempo que lleva visitantes de Japón a España en un solo segundo y, clic a clic, les permite ir coleccionando los souvenirs fotográficos como si se tratara de trofeos de caza. Caminan por estos espacios con esa sensación de obra no original, de copia no certificada y aún así copia desde donde emular una experiencia de lo real: en sólo cien pasos podemos pasar de la plaza Mayor de Madrid al Mercado de la Boquería de Barcelona.
¿Qué importa si el edificio por dentro está totalmente vacío, si esa estatua está forrada de espuma o si la piedra del supuesto monumento histórico es de plástico? Nada importa mientras podamos ejercer la simulación de estar en la localización original del paisaje, y esto es totalmente posible con un pequeño truco de ilusionismo técnico: las diferencias de escalas y de materiales se salvan mediante el artefacto fotográfico. Así, cuando estos paisajes turísticos fake se toman desde cierto ángulo y un punto de vista concreto, aparentan ser los espacios originales.
Del parque sólo interesa el espejismo de lo real, como una fábula, como un ejercicio de prueba sujeto a un solo punto de vista que no traicionará la mentira ante el objetivo fotográfico. ¿Tendría sentido una visita a uno de esos parques sin cámaras? Probablemente no: la ilusión de lo real queda desnuda si no sumamos un dispositivo que nos la revele como tal. De otra forma, sólo es superficie. Por tanto, es la fotografía la que contiene el potencial de volver real lo que no lo es, y con ello forja ineludiblemente una experiencia vívida por parte de quien hace la fotografía y por parte de quien hace la pose ante el objetivo: estuvieron realmente.
De hecho, si algunas de las personas visitantes de estos lugares, meses después de la visita, perdieran la memoria repentinamente, podrían probablemente pensar, al volver a estos recuerdos, que estuvieron en los paisajes reales: "Qué viaje tan completo hicimos", se dirían. No sabemos lo diferente que sería el carrete digital de fotografías si hubieran hecho el viaje real: ¿contendría fotografías de desplazamientos, de personas locales que han conocido durante su estancia, de recuerdos de obras de teatro y obras de arte de museos a los que han asistido, o sería el mismo tipo de rodillo fotográfico centrado en la recolección de la pose frente a los lugares emblemáticos?