Xavier Gramona, por Empar Moliner
Me cuesta escribir los detalles. Como decía aquel whatsapp, yo también estoy abatida y consternada
Agricultores, periodistas del vino, bodegueristas... Todo el mundo que conocía a Xavier Gramona recibió un whatsapp, escrito con todo el sentimiento, que anunciaba su muerte. Justamente, empezaba con un “Buenos días, familia”, porque en este mundo, de familia se acaba siendo. Xavier Gramona era demasiado joven, tenía 64 años, y murió antes de tiempo. Estaba en las cavas, como casi siempre, mirándose un techo a reparar, y sufrió un accidente que hizo que, días después, perdiera la vida. Qué frase más triste que utilizamos, para estos casos. "Perder la vida". Me cuesta escribir los detalles. Como decía aquél whatsapp, yo también estoy abatida y consternada.
Lo conocía, no sé si lo puedo decir así, tan francamente porque la había entrevistado, en muchas ocasiones, como referente del mundo del espumoso, en el programa que hago, de vino, Cata vertical, en Catalunya Ràdio. Y siempre, la misma broma: "Máster en Aromas, el mejor máster que se puede tener". Recuerdo una sonrisa quizá tímida, aquellas canas que lo definían, y las gafas de científico sabio. Y era científico sabio, como todo el mundo que se dedica a este arte, tan delicado y mágico, de las burbujas. Xavier Gramona, esto lo habrá leído, fue fundador, en 2018, de Corpinnat (“un corazón lleno de pinos”, quiere decir, porque esto es el Penedès) junto con Llopart, Nadal, Recaredo, Sabaté y Coca i Torelló. No quisiera, ahora, hablar de distinciones en el mundo de las burbujas catalanas, sólo diré que fue su primer director, durante el dificultoso principio, cuando se produjo la rotura —rotura llena de quebradiza— con la DO Cava, e incluso en 2021, que lo dejó en manos de su buen amigo Ton Mata, de Recaredo. Seguro que a todos ustedes ese apellido les suena, seguro que han tenido una copa de Gramona entre los dedos. Cuando muere un escritor, un pintor, se destacan las obras que deja y que hacen la tierra algo más bonita. El vino es cultura y las obras de Xavier Gramona, de todos los que hacen vino, quedan también para el mundo. También queda para el mundo la defensa del paisaje, de los campesinos, de los vendimiadores, que siempre hizo.
Muere alguien y te pones a pensar, claro en su vida. Cuanto más alegre fue, cuanto más felicidad esparció, más pena tienes. Es el caso. Lo asocias, no puedes no hacerlo, en una copa de cava, en el color de los pámpanos, en el ruido del tapón. Lo veo dando vueltas sirviendo, y esperando con pulcritud el veredicto. Lo veo entre viñedos, pisando, cogiendo pámpanos y uvas para comprobar su estado, con esa seguridad de las comadronas con los bebés, mirando el cielo para ver si llovía. Yo sólo puedo hacer que brindar con burbujas, burbujas hechas por sus manos, por la vida que ha tenido. Brindar por él es defender su legado, y defender, por tanto, la cultura catalana, porque el vino es cultura.