Oriol es padre de cuatro niñas y asegura que nunca ha echado de menos nada por no haber tenido niños. "Supongo que depende de las expectativas de cada uno", dice. "No me ha supuesto nunca ninguna pena ni sensación de no haber logrado un objetivo. Estoy muy contento con mis hijas y no creo que un niño, por el hecho de ser un niño, me hubiera hecho más feliz". Tampoco Berta, madre de tres niñas, se lo planteó nunca ni se pregunta cómo habría sido tener un hijo. "De hecho, con el tercer embarazo pensaba: 'Que sea una niña y así las tres harán equipo'. Y así ha sido".
¡Yo quería una niña!
Sentir decepción cuando te comunican el sexo de tu bebé puede parecer frívolo, pero detrás está el peso de los estereotipos de género y de las expectativas que nos habíamos hecho sobre la maternidad
Barcelona"Es un niño. ¿Un niño? ¿Cómo que un niño? [...] La sensación que tuve después de la sorpresa, ahora lo puedo decir abiertamente, fue de decepción. Y de incredulidad. Estaba convencida de que sería una niña. De hecho, estaba tan segura que ni se me había pasado por la cabeza que podría ser un niño". "Recuerdo mucho ese momento porque la decepción que sentí cuando nos dijeron que era un niño no me la he perdonado nunca" [...] "No me lo perdoné especialmente cuando el niño murió, en la 32ª semana de gestación, dentro de mi barriga".
Lo escribe la periodista del ARA Thaïs Gutiérrez, que después fue madre de dos niños más, en su libro Ni forts ni valents. Claus per alliberar els nens de la masculinitat tòxica (Bridge). Es uno de los muchos tabúes que pueden acompañar la maternidad: sentir decepción cuando te comunican el sexo de tu bebé. Y, aparentemente, una cuestión que puede parecer frívola esconde un tema más profundo como son los estereotipos de género. "¿Por qué queremos saber si será un niño o una niña? Para saber cómo tratar a aquella persona, y la tratamos diferente según si es niño o niña", reflexiona la psicóloga y sexóloga Elena Crespi. Por ejemplo, la socialización como niña presupone que será una criatura más cariñosa, más emocional, más submisa y más tranquila. Se proyectan en el niño los roles que desde una perspectiva de género tienen que asumir las mujeres. Y se le atribuirá, además, el mundo de los cuidados. "Hay gente que espera una niña para después tener la certeza de que alguien los cuidará de mayores y nacemos con esta carga: ‘Si soy niña, soy cuidadora'. Y esto acaba siendo realidad, porque el 76% de las personas cuidadoras son mujeres", recuerda Crespi, que cree que la asignatura pendiente es que los niños "tengan la oportunidad" de entrar en el mundo que tradicionalmente se ha adjudicado a las niñas.
En cuanto a los niños, se presupone que serán más movidos, atrevidos, independientes o que les tiene que gustar el fútbol. "Muchos padres están esperando tener el niño para traspasarle todo lo que han hecho. Y con el traspaso de los patrones de género que nos han enseñado se va perpetuando esta socialización de género. Y es absurdo, porque un patrón es una cosa aprendida. Si me socializan como niño, aprendo patrones de niño, cosas que no tienen que ver con la biología sino con cómo te han educado", señala Crespi, que opina que seríamos una sociedad más rica "si nos educaran en la diversidad de patrones y no en un género binario tan marcado". Si bien es una opción minoritaria, hay familias que crian a las criaturas sin asignarles un género concreto.
Aceptar que lo sentimos
Sin embargo, experimentar este sentimiento de decepción es legítimo y la primera cosa que hay que hacer es "aceptar que lo sentimos". También es fruto de las expectativas y el imaginario que habíamos construido sobre la maternidad. "No pasa nada, son deseos y no los podemos controlar. Y son fruto de las cosas que hemos aprendido", explica la sexóloga, que añade que una vez nace la criatura este sentimiento inicial se transforma, mayoritariamente, en estimación. Crespi también apunta que estas historias familiares se pueden trasladar a los hijos: "En terapia hay personas que dicen: 'Tengo tres hermanos y yo soy el cuarto, querían una niña y acabé saliendo yo'. Son historias que se relatan y se tiene que tener cuidado porque la persona puede sentir que no era deseada del todo y se tiene que explicar que en el origen de esto están las expectativas de género que nos han traspasado".
Gutiérrez admite que ella, que proviene de un entorno familiar con mucho peso femenino –hermana, primas...–, se había proyectado y visualizado como madre de niñas. "Esa proyección, de hecho, era una cosa muy naíf e infantil, pero detrás sí creo que había estereotipos que todas las que hemos sido madres de niños hemos oído alguna vez, como por ejemplo 'los niños van a la suya', 'no te vendrán a visitar', 'cuando seas mayor te quedarás sola'... Como si no fueran tan buenos hijos. Son cosas que en el fondo lo que dicen es que los cuidados son de las mujeres y no de los hombres".
Reproducir relaciones que hemos vivido
Magda Minguet es madre de cuatro chicos de entre 7 y 15 años. Con el primer hijo no supieron si sería niño o niña y les daba igual. Con el segundo, ya les iba bien otro niño por aquello de que "jugarán juntos y es más práctico". "Con el tercero todo el mundo piensa que llegará la niña y con el cuarto ya nos imaginábamos que sería un niño y lo teníamos interiorizado", explica. No sintió decepción. "En mi entorno tenía gente a la que le costaba conseguir un embarazo, y ¿quién era yo para quejarme cuando era mi tercero? No me podía sentir decepcionada por una cosa que me hacía ilusión como es ser madre". Pero admite que sí pensó que en algún momento tendría una hija: "No puedo decir que ya me iba bien tener cuatro hijos, sí sentí que me haría ilusión tener una niña". Estaba muy unida a su madre, que murió recientemente, e imaginaba reproducir esta relación madre-hija. Pero ahora no cree que esto vaya con el género, sino con el carácter. "Hay un hijo con el que tengo más afinidad y tenemos muchas cosas en común y veo que esta relación madre-hija la tengo con él. Mitificamos muchas cosas que hemos vivido nosotros, pero la complicidad es la misma", dice. "Hay una identificación de si soy mujer y tengo una hija será más como yo, pero después cada criatura es un mundo y salen hermanos del mismo contexto y familia que no tienen nada que ver", razona la doctora en antropología y profesora de la UAB Bruna Álvarez.
Parece que te den el pésame
Embarazada de su cuarto hijo, lo que le sabía mal a Minguet no es que fuera un niño, sino que la gente no la felicitaba por el embarazo. "Me decían: ‘Qué lástima, no has tenido ninguna niña'. Pero las razones que ponían eran todas bastante frívolas, como por ejemplo la ropita, los peinados... O que la niña jugaría más a hacer manualidades y los niños más a fútbol. No había ningún argumento de peso". Lo mismo le pasaba a Gutiérrez durante el embarazo de su hijo pequeño. Todo el mundo esperaba la niña. Y decidieron no saber el sexo de la criatura para liberarse de la presión del entorno. Y fue un niño. "Y sí que hubo sensación de haber decepcionado y esto me pesaba un poco al principio, me entristecía".
Minguet asegura tajante que no ha echado de menos tener una hija. "No creo que los planes que hacemos como familia o las conversaciones hubieran sido muy diferentes. Ni estamos todo el día jugando a Lego y superhéroes ni mis hijos son futboleros; y los Reyes también traen disfraces y barbies, cantamos y bailamos y vemos Heartstopper". Y en cuanto a los cuidados, lo tiene claro: "Mi marido lleva más que yo el peso doméstico y no hay que educar en nada cuando ya lo ven en casa".
Gutiérrez, por su parte, ha recolocado todos aquellos sentimientos. "Tienes que hacerte a la idea de que no tendrás una hija, pero yo ya he cerrado el luto. Tengo una familia, que es la mía, y está formada por personas. Ya no veo niños o niñas. Son mi equipo más allá de si son hijos o hijas. Soy feliz con ellos y tengo la sensación de que mi equipo está completo".