Elon Musk en una imagen de archivo.
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Elon Musk es un personaje tan fascinante como inquietante.

La pregunta que, como observador del mundo económico y de los negocios, me hago es: “¿qué quiere?”. Es una pregunta importante. En cualquier personalidad que salta a la palestra pública es necesario, para comprender y adivinar sus pasos, saber cuál es su motivación, su propósito.

Elon Musk es, a priori, empresario. Considerado la persona más rica del mundo, sus principales empresas son Tesla (automoción), SpaceX (aeroespacial), X (Twitter) y xAI (Inteligencia Artificial). Además, participa en algunos negocios de infraestructuras. No tiene criptomoneda propia, si bien ha abogado por algunas de ellas, poniéndolas de moda, y ha apoyado el desarrollo de las mismas. Trump lo ha incorporado a su próximo gobierno con dos grandes objetivos: reestructuraciones en gastos y normas. Es decir, eliminar agencias federales, reducir gasto gubernamental y eliminar regulaciones y burocracia. Una motosierra interna mientras Trump levantará muros externos. La idea es liberalismo hacia dentro y proteccionismo hacia fuera.

¿Qué hace ahí metido Musk? ¿Por qué un empresario especializado en tecnología se mete a “ministro de recortes”?

Solo tengo una posible respuesta: busca más “poder”.

Cuando una persona ya es la más rica del mundo, cuando es propietario de una de las redes sociales de más peso en el planeta, cuando está en la carrera aeroespacial y lidera la que será la tecnología más influyente del momento, la Inteligencia Artificial, no necesita nada más a nivel empresarial. Su incursión en la política ni siquiera pretende asegurar sus negocios a base de controlar la legislación vigente. Eso le viene bien. Es un efecto secundario, beneficioso, de meterse en política. El Pisuerga pasa por Valladolid, y ser la mano derecha de Trump evidentemente le beneficiará en sus negocios.

Pero ese no es el objetivo principal. El propósito de Musk es acceder al poder, a las máximas cuotas de poder posibles. No tengo duda alguna de que su ambición final es la presidencia de los Estados Unidos. No ahora. Pero sí en un futuro. Aspira a convertirse en la persona más poderosa del mundo. Las motivaciones en esos niveles de riqueza y notoriedad no son ya materiales, sino psicológicas. El dinero ya no proporciona más adrenalina ni satisfacción. Y el ego debe seguir siendo alimentado. El ego se alimenta de vanidad y la vanidad se riega con poder.

¿Para qué? Para sentirse inmortal.

Tan simple, tan absurdo, tan peligroso.

Fernando Trias de Bes es escritor y economista
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