El análisis de Antoni Bassas: 'Calvo recuerda Urquinaona'

Carmen Calvo sobre Urquinaona: “Yo querría que muchos observadores políticos hicieran una reflexión sobre aquellas noches de la repercusión de la sentencia en Catalunya”

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La semana acaba contra una pared, la de los contagios del covid, que tiene una gráfica que se ensarta muy derecha, y la gráfica de las temperaturas, que también se ensartarán este fin de semana.

Sin embargo, cada día que pasa, hay una pared que va subiendo, que es la del Estado con cualquier decisión o incluso intención del independentismo. 

La semana acaba con el anuncio del Govern de crear un sistema de contra-avales para que los 34 investigados por el Tribunal de Cuentas no queden en la ruina inmediata. Ayer coincidí con uno de ellos, con el presidente Artur Mas, que me dijo que entendía que el Govern había hecho todo lo posible dentro del margen político que el Estado permite, que es cero cuando se trata de independentistas (o sea que era pesimista sobre el recorrido que puede tener el aval), y me recordaba que, de todas maneras, el sistema ideado por el conseller Giró era una forma de ganar tiempo, porque, aunque el Tribunal de Estrasburgo les acabara dando la razón, durante el tiempo de espera de la sentencia europea el pago ya se habría tenido que hacer. Y que por eso era necesario que la Caixa de Solidaritat continuara trabajando.

¿Y qué pasa, ahora? Pues que el gobierno español está muy incómodo con el aval bancario que ha decretado la Generalitat, y Carmen Calvo ya ha dicho la frase solemne y tópica cuando le han preguntado si lo está negociando con la Generalitat: “La legalidad no se negocia”. Calvo es la cara del Estado en el gobierno español, como lo habían sido Borrell o Rubalcaba, y es la encargada (encargo que acostumbra a asumir de buen grado) de hacer de policía. El gobierno español sabe perfectamente que el Tribunal de Cuentas busca la ruina de 34 personas por una acción exterior que en ningún caso se puede considerar malversación. El ministro Ábalos habló un día de apartar piedras del camino del diálogo, pero el abuso del Tribunal de Cuentas ya no son piedras, sino barreras New Jersey.

Esta semana también hemos visto a Pedro Sánchez contestando a la foto Puigdemont-Junqueras de Waterloo. Que no volvamos a 2017, decía. Ya se lo dije ayer: la foto, donde, de hecho, se veía el frío estado de relación personal entre los dos, en Madrid se ha visto como un tipo de alerta.

De toda forma, ayer Carmen Calvo dio una explicación muy interesante del porqué de los indultos. Según Calvo, ¿saben cuándo Pedro Sánchez decidió hacer política en Catalunya? En una palabra: Urquinaona. “Yo querría que muchos observadores políticos hicieran una reflexión sobre aquellas noches de la repercusión de la sentencia en Catalunya”. Calvo se hizo la equidistante: los disturbios, en resumidas cuentas, eran culpa del PP y de los independentistas. Pero, más allá del oportunismo político, la conclusión es clara. Es así de real y triste: los gobiernos tienen menos incentivos para negociar si la gente no sale a la calle a protestar por una situación que considera injusta. Como pasó en Urquinaona. Porque, además, cuando sales a la calle salen las cámaras y lo ve todo el mundo. En esta tensión entre la calle y la mesa del diálogo, entre legislar y los hechos consumados, el independentismo tiene que encontrar el punto justo.

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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