Elecciones europeas bajo amenazas

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La sede del Parlamento  Europeo en Estrasburgo. PARLAMENTO  EUROPEO

Europa llega a sus elecciones con las dos guerras en curso (Ucrania y Palestina: hay más en el mundo de igualmente sangrientas, pero éstas tienen lugar junto a la Unión Europea) y sin que se vea una posibilidad de dar por controlado el mar de sangre que ha causado cada una de ellas. Llega, también, con la Rusia de Putin escenificando abiertamente el suyo acercamiento en China de Xi Jinping, configurando un poderoso bloque contrario en Occidente, y con un Netanyahu desafiante, dispuesto a hacer pedazos el derecho internacional mientras continúa el genocidio contra los palestinos, ahora en Rafah, con el apoyo (tibio y vacilante, pero apoyo) de unos EE.UU. que también suben el camino de unas elecciones que pueden volver al poder Donald Trump. Las elecciones europeas también vienen con una ultraderecha que reproduce a escala europea las mismas fortalezas y debilidades que muestra en escenarios domésticos: por un lado, sus mensajes xenófobos, socialmente crispadores y divisivos, y profundamente irracionales, se esparcen como mancha de aceite. Por otro lado, el carácter belicoso de sus jefes de filas les lleva a menudo a fragmentarse en broncas internas: Marine LePen y il porco Salvini han roto pajitas con Alternativa para Alemania porque a uno de sus dirigentes se le ha escapado el brazo a la romana, como le ocurría al dr. Strangelove que interpretaba a Peter Sellers en el filme de Kubrick. El cabeza de lista de AfD para las elecciones europeas, Maximilian Krah, intentó blanquear a las SS hitlerianas en una entrevista en el diario italiano La Repubblica.

Guerras, dictadores megalómanos y sanguinarios, masacres y genocidios, neonazis, fascistas y neofascistas y ultranacionalistas de toda casta que ocuparán una parte demasiado importante de los 705 escaños del Parlamento Europeo. Mientras, en Catalunya se negocia si los partidos que forman el viscoso sistema político catalán son capaces de formar gobierno, mientras se acumulan los pequeños episodios de gran vergüenza ajena, como el retroceso de los comunes en relación al Hard Rock. En Baleares y en el País Valenciano, la sociedad debe organizarse todavía por defender la dignidad de la lengua propia y para sobrevivir al desbordamiento turístico, bajo gobiernos que ya lo son, de extrema derecha, o se han arrodillado.

En España, en una semana, Pedro Sánchez ha aprovechado el incidente (inesperado) con el loco Milei y el reconocimiento del estado palestino (largamente trabajado, junto a Irlanda y Noruega) para intentar erigirse en un líder europeo de referencia , capaz de enfrentarse a la ola ultraderechista y belicista que recorre el mundo. Al fin y al cabo, si en el Congreso de los Diputados Sánchez ha logrado ponerse al frente de la única mayoría que puede evitar un gobierno del PP con Vox (un gobierno en sintonía con las extremas derechas europeas, que a su vez comportaría un revival cañí del nacionalcatolicismo de toros, fútbol y caliqueño), tiene lógica que busque postularse para ocupar un puesto equivalente, en la española medida de las posibilidades, dentro del escenario europeo. Feijóo, por su parte, no sabe ni decir bien Corriere della Sera.

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