Un labrador llora

Dos personas pasan con caballos por una zona quemada en Xerta, donde el fuego ha afectado a más de 3.000 hectáreas. Los Bomberos estabilizaron el incendio pero se mantiene el confinamiento parcial.
09/07/2025
2 min

En la tele, seguido del bombero que, después de toda la noche trabajando en primera línea sonríe de cansancio, ese cansancio como de jet lag, sale un campesino. Y el campesino llora, llora como un niño, y se seca los ojos rojos y pide perdón, porque ya se ve que es un hombre que nunca llora. Pero hoy sí, hoy llora, y la presentadora, desde los estudios, tan lejos, se conmueve también. Se le imagina los días antes de la catástrofe. Yendo al desayuno de tenedor (hace la cara, esta cara medio colrada por el sol medio colrada por la sanguinidad), labrando o cosechando, hablando y bromeando, llevando niños de la mano y acariciando bestias con toda la verdad posible.

"Entendemos que ha perdido los cultivos y que ahora tendrán derecho al seguro...", barbotea la presentadora, con todo el dolor apisonando el hombro y hundiéndolo en el barro. "No lloro por los cultivos", dice el hombre. Y vuelve a pedir perdón. Con la lengua, sin querer, lame la sal que le mana mejilla abajo. "Lloro por el paisaje".

¿Cómo explicar que una lechuga, que un campo de trigo, se lo pagarán, sí, pero nunca le podrán pagar el olivo centenario, la cepa recuperada, de 60 años, retorcida y superviviente? ¿Cómo explicar que el almendro que plantó el abuelo no podrá pagarse nunca con dinero? No puede explicar que si se desmorona la casa, de 1800, nunca podrá haber ninguna casa nueva. Que los árboles crecerán de nuevo, sí, ya sabe, y la hierba. Pero la fe que hace falta para plantar de nuevo una cepa es grande como el incendio. No la tiene, no la quiere. Él quiere lo que había, y por eso llora, porque no es justo que esos árboles y esas cepas que debían sobrevivirlas mueran hoy.

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