La montaña de Montserrat
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Catalunya se enterraba de tierra y ellos se pusieron a hacer números. “A lo largo del tiempo, generación tras generación Cataluña ha representado dos cosas: el trabajo y la libertad. 6% de la extensión territorial de España. El 12% de su población. El 30% de su producción económica. El 45% de su exportación industrial. Éste es, en algunos datos impresionantes, el cuadro del genio trabajador de los catalanes...” Era 1938 e, increíblemente, sorprendentemente, inauditamente, Cataluña ya estaba levantada.

Porque estaba elevada y la estaban (fuera), y la estábamos (dentro), derrumbando quisieron contar las cosas con cifras, con matemáticas existenciales. Los números forman parte de la voz en off de Cataluña mártir / Le martyre de la Catalogne. La física nos dice que es un documental, la metafísica que es un grito triste, un SOS enrogado, una de las últimas cartas que juega la Generalitat republicana para salvar del hoyo al país. 25 minutos de muertes y muerte total, absoluta, infinita. Va dirigido a Europa. Sobre todo en Francia, por eso lo hacen en francés y lo estrenan en París en 1938. Quieren que las democracias europeas intervengan en la Guerra Vil y ayuden a la República. Cómo lo hacen Alemania e Italia junto a la España nacional. Europa, como siempre, nos mira pero no nos ve. Mirar y ver son dos cosas distintas, porque, claro, Catalunya ya estaba levantada y volvió a hundirse espectacularmente, fabulosamente, indescriptiblemente.

Los catalanes cogían pedazos de lo que quedaba. Un número, una letra, un recuerdo. El consejero de Servicios Públicos, Economía y Cultura de la Generalitat, Josep Tarradellas, se llevó al exilio esto: una copia de Cataluña mártir. A su vuelta, en 1977, la lleva bajo el brazo y la cede al archivo de la Filmoteca de Catalunya. Él sabía lo que había sido la Guerra. Tarradellas crea en 1936 la industria de Guerra de la Generalitat: munición, fusiles, ametralladoras, obuses, tanques, bombas, granadas, morteros... Los pequeños talleres metalúrgicos de Cataluña convertidos en una gran, inmensa, colosal fábrica enredada. Incluso cuando todo se sepultaba el país estaba levantado... Un momento, que me piden.

Ahora oigo esa voz enrollada, también de otro tiempo y espacio, unas cuerdas vocales de pentagrama de la República, del amigo Josep Miquel Servià. Muerto hace pocos días. Descansa en paz. Lo recupero de mi archivo de entrevistas. Él estuvo en el servicio de prensa de Tarradellas a su vuelta: en la Diputación de Barcelona y en la Generalitat. Río. "En aquel tiempo ya le llamaban Corbatelles". Por las corbatas. Por la presencia. Por el orden. "Él cuidaba mucho esa cosa militar". Sabía lo que se decía. Por el desorden de los días de la Guerra. Pero cuando vuelve también hay más de una guerra: ETA.

"Nos saldremos antes nosotros que los vascos", dice Tarradellas. Servià pone cara de extrañado. “¿Sabéis por qué? Porque nosotros tenemos la ETA blanca que es la cultura, la lengua, el ir haciendo democráticamente, ir introduciendo, la ETA blanca, ésta es la que triunfará”, ordena Tarradellas. Por eso es curioso que ahora que se vuelve a reivindicar tanto Tarradellas, paralelamente, también se levanten limpios, bisnietos de españoles que emigraron durante el franquismo y que nos dicen que vinieron a levantar Catalunya. Porque, claro, antes no estaba levantada. Y lo hacen precisamente con toda la munición que le ha destruido siempre: contra la lengua, la cultura, la libertad, la verdad... Lo conocemos bien. Porque los hay que hemos puesto a los muertos. Desde hace siglos. Pero, claro, ya sabemos que hay muertes que cuentan y valen más que otros. Lo sabían en 1938, lo sabían en 1714, lo sabemos ahora, que en vez de mirar arriba tenemos que mirar abajo: en el hoyo.

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