El PSC ha llegado primero a la meta del 14-F, impulsado por las prisas de la operación urnas del Estado y por el más que descontado hundimiento de un Ciudadanos al que ha sustituido en el voto españolista útil. Victoria de la suma independentista a pesar de la represión, la desunión estratégica, el gobierno disfuncional y la pandemia, y de todo esto se ha beneficiado la CUP. La ultraderecha ocupará escaños de una institución que querría cerrar, a pesar de que ya había entrado en el Parlament parcialmente incrustada en las varias marcas de la derecha nacionalista española. Un gobierno independentista es posible, un gobierno de izquierdas, también, y el diálogo con el Estado es obligatorio (un diálogo sin televisiones ni atriles, no una función para tertulianos) porque el mensaje en España y el mundo sobre la persistencia del independentismo catalán vuelve a ser inequívoco.
