Una recuperación más lenta de lo esperado

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BarcelonaEn España la economía cayó más que en el resto de países europeos y ahora la recuperación también es más lenta. Este es el crudo diagnóstico que hace el Banco de España de la situación económica después de revisar a la baja la previsión de crecimiento del PIB de este año del 6,3% que dijo en septiembre al 4,5%. La conclusión es que el esperado rebote que tenía que situar la economía española y la catalana a los niveles prepandémicos en solo un año o año y medio se convertirá en una recuperación más escalonada que se alargará en el tiempo hasta, como mínimo, el 2023. La causa que explica el frenazo es una combinación de factores. Por un lado, la evolución de la misma pandemia, que ha tenido oleadas no previstas que forzaron el cierre de la hostelería, y, por otro, factores puramente económicos como el aumento de los precios de la energía, que no remitirá hasta la primavera y, relacionado con esto, los problemas en la cadena de suministro. De hecho, todo esto ha afectado la confianza de los consumidores, que han gastado menos de lo que se había calculado en un principio, y es uno de los motivos que explican la rebaja del crecimiento.

Todo esto dibuja un panorama muy volátil en el que es difícil hacer previsiones, pero el Banco de España mantiene un cierto optimismo para el 2022, para el que calcula un crecimiento del 5,4% (cuatro décimas menos que en septiembre) y una bonanza que se extenderá durante 2023 y 2024 debido al impacto de los fondos europeos. Si estas previsiones se cumplen, serían buenas noticias para los gobiernos de Pedro Sánchez y de Pere Aragonès, que se juegan su futuro en el ámbito de la gestión y de cómo afecta a la vida de los ciudadanos.

Aun así, hay otros factores que habrá que seguir de cerca en los próximos meses. En especial, el impacto que puede tener la retirada de estímulos y la subida de tipo anunciada por la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra. Por su parte, el BCE también apuesta por una retirada de estímulos gradual, eso sí, manteniendo la política de tipos bajos. El crecimiento actual se sustenta en parte en la fuerte inversión pública aplicada como terapia de choque contra la pandemia tanto en Europa como en Estados Unidos, una política que a su vez está provocando un fuerte endeudamiento de los estados. En España, la deuda pública ya supera el 120% del PIB; hace solo unos años habría sido impensable que los países de Europa del norte aceptaran una cifra semejante.

En cambio, el Banco de España reconoce que otros indicadores como por ejemplo el empleo y la recaudación fiscal se están comportando mejor que el PIB. En el primer caso ya se ha superado el número de trabajadores afiliados a la Seguridad Social que había antes de la pandemia, a pesar de que la temporalidad continúa siendo muy elevada. Este es precisamente uno de los retos de la reforma laboral que se está negociando con los agentes sociales y que tiene que servir para suturar la brecha entre fijos y temporales. Esta y otras reformas son la condición que ha puesto Europa para abrir el grifo de unos fondos europeos que hoy por hoy son la gran esperanza para la economía catalana y la española. La única esperanza si no se hacen reformas estructurales que permitan ganar competitividad de otra manera que no sea con sueldos bajos.

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