La rotación docente en la escuela pública: un obstáculo para la calidad educativa

Instituto Narcís Xifra y Masmitjà.
12/08/2024
3 min

En la escuela pública tenemos un grave problema con la inestabilidad de los equipos docentes, lo que este año se ha agravado aún más con la entrada de 30.000 nuevos funcionarios que se incorporarán en septiembre.

El macroproceso para la estabilización de los trabajadores públicos ha adjudicado una plaza fija a miles de docentes, hasta ahora interinos, cumpliendo con la exigencia europea de reducir la temporalidad en el sector público. Hasta aquí, fantástico. Sin embargo, si solo nos fijamos en la estabilidad laboral de los maestros, a título individual, estamos pasando por alto un aspecto crucial: la estabilidad de los equipos en las escuelas e institutos públicos.

Los docentes no somos trabajadores intercambiables de una cadena de montaje. Para educar es necesario crear vínculo con el alumnado y con las familias, es necesario un claustro cohesionado que actúe de forma coordinada de acuerdo con un proyecto educativo. Esto requiere tiempo y es imposible conseguirlo si el equipo cambia constantemente y los docentes se asignan a los centros sin tener en cuenta las necesidades de su proyecto educativo.

No se deje engañar por aquellos que afirman que la elevada rotación es una situación excepcional provocada por el macroproceso de estabilización de interinos de este año. El próximo curso, el concurso de traslados funcionarial volverá a desestabilizar a los equipos. Y dentro de dos años, la historia se repetirá.

En este sentido, el Grupo Impulsor de Medidas de Mejoras Educativas, creado como respuesta al descenso de los resultados de PISA y del que formé parte, escribió un documento con propuestas concretas, entre las que quiero destacar la siguiente (página 83): “Hay que avanzar hacia la estabilidad de los equipos. La reducción de la rotación es necesaria para consolidar el vínculo que los docentes establecen con el barrio o el pueblo, el alumnado y las familias y que es esencial para la calidad educativa. También es necesaria para la formación de claustros cohesionados, lo que facilita que se puedan impulsar conjuntamente proyectos de larga duración”. Concretamente, el documento propone determinar un porcentaje máximo de renovación de plantilla por centro, limitando el número de plazas que aparecen en el concurso de traslados.

De hecho, si lo miramos desde una perspectiva europea, el sistema funcionarial de España es una anomalía. La mayoría de los países europeos utilizan un sistema de contratación menos centralizado, en el que se realiza un proceso de selección abierto, gestionado principalmente por los propios centros y, en algunos casos, también en colaboración con la administración pública. Este sistema de contratación se parece más al que, en nuestro país, tienen las escuelas concertadas. Es decir, la mayoría de sistemas educativos públicos de Europa (tres cuartas partes) poseen un sistema de selección docente como el de nuestras escuelas concertadas.

Es evidente que este sistema es mucho más efectivo, ya que la selección la realizan simultáneamente ambas partes (centro y docente), con conocimiento previo mutuo. Esto favorece que los docentes seleccionados por el centro deseen quedarse más tiempo, incrementando así la estabilidad de la plantilla, imprescindible para realizar un buen acompañamiento al alumnado y crear proyectos educativos sólidos.

Pero los sindicatos educativos están radicalmente en contra de la autonomía de centro en la selección de los equipos. Les preocupa mucho la estabilidad laboral de los profesores (y lo celebro) pero muy poco la estabilidad de los equipos (lo que no puedo entender, si de lo que se trata es de mejorar la educación). Y, nos guste o no, su peso para influir en las políticas educativas es enorme.

Solo conseguiremos reducir la rotación y consolidar proyectos educativos públicos de calidad si somos capaces de crear un buen encaje entre las necesidades del centro y los profesionales que trabajan en él y desean quedarse a largo plazo. Esto implica favorecer la autonomía de centro en la selección de los equipos, siguiendo el ejemplo de la mayoría de países europeos. En las antípodas de este paradigma, la voluntad de derogar la autonomía de centro y la defensa enconada del sistema funcionarial español, con su lógica individualista y uniformizadora, chocan con la mirada colectiva del oficio de educar.

En resumen, entender la docencia como una profesión de equipo debería hacernos replantear el sistema de adjudicación de los docentes en las escuelas e institutos públicos. Si queremos avanzar en calidad educativa debemos atrevernos a repensar cuestiones estructurales como esta.

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