

En el Decline and Fall (Decadencia y caída del Imperio Romano,1765), Edward Gibbon reporta que el emperador Cómmodo, de la dinastía Antonina, conocido por su crueldad, sufrió un intento de atentado: "Una tarde, cuando el emperador volvía a palacio por un pórtico oscuro y estrecho del anfitea seno lanza a un asesino clamaba en voz alta: «El Senado te envía esto». La amenaza impidió la ejecución; Más adelante habla del impudor y la depravación de otro emperador, Elagàbal, de la dinastía Severa: "Confundir el orden de las estaciones y de los climas, jugar con las pasiones y los prejuicios de los súbditos, y subvertir toda ley de la naturaleza y la decencia formaban parte de sus diversiones más superables". El Decline and Fall no es la única, pero sí una de las principales fuentes de la imagen que en nuestra época nos hemos hecho de la Roma imperial, como un tiempo de desbordamiento y exceso. Los paralelismos con algunos líderes actuales, y especialmente con esta versión 2.0 de Donald Trump a la que asistimos todos los días, podemos decir que se establecen solos.
Salvo que nos tengan preparada alguna otra sorpresa desagradable, terminamos la semana como la habíamos empezado: con una exhibición grotesca a cargo del nuevo poder trumpista. Si hace unos días hablábamos de Elon Musk blandiendo la motosierra de Milei, ahora lo hacemos del repulsivo vídeo con el que el presidente de EEUU, mediante la inteligencia artificial, nos muestra su fantasía de una Gaza asomada al turismo de masas, una vez los palestinos hayan sido eliminados de su tierra (deportados o muertos) estos son muertos. Vemos a Netanyahu y Trump tumbados en bañador sobre unas hamacas como un par de viejos libidinosos, una impresión que se refuerza con la imagen de Trump en compañía de una bailarina que enseña el culo mientras se mueve al ritmo de la lamentable musiquita de la banda sonora. Vemos también al inevitable Elon Musk caminando bajo una lluvia de billetes, y comiendo hummus literalmente como un cerdo. El vídeo es, todo él, un canto a la opulencia, obscenidad y estupidez decorado con baños de pintura dorada. También constituye una burla cruel y necia de las personas que han sido víctimas del genocidio perpetrado allá por el gobierno y el ejército de Israel. Deberemos acostumbrarnos a este tipo de sentido del humor: el Kennedy trumpista, John Kennedy Jr., ha divulgado en las redes una noticia falsa dando por muerto al papa Francisco, aparentemente sólo para divertirse.
Confrontar a las víctimas de los desastres, y reírse, es otro tabú que la nueva derecha quiere romper: cerca de nosotros lo hacen Ayuso y Mazón con las víctimas de los protocolos de la vergüenza en los geriátricos madrileños y con las de la DANA en el País Valenciano. Como escribía Gibbon, "su inexpresable infamia supera a la de cualquier otra época o país".