

En 1992, coincidiendo con el gran número de cambios que la ciudad de Barcelona estaba experimentando, la arquitecta italiana Gae Aulenti, que reformaba el MNAC, pidió a Tàpies una escultura para la Sala Oval. El artista propuso su Mitjó, que inmediatamente desencadenó una gran polémica y que finalmente no llegó a ser realizado.
El calcetín, visto en maqueta (hoy en la Fundació Tàpies), es una estructura de alambre que representa un calcetín roto con cuatro cruces: una penetra, otra sostiene , otra decora y otra pende del objeto. El interior es un amasijo metálico, un material utilizado ya por el artista en Nube y silla y en obras anteriores como Cesto y alambre. Los ritmos, la gestualidad, el enmarañamiento de estos alambres, que de golpe nos recuerdan el destripamiento de un colchón, "cargan" emocionalmente a la prenda y ofrecen un contrapunto formal a la geometría de las cruces. Finalmente, estaba previsto que el espectador pudiera entrar en la escultura.
La obra expresa perfectamente la estética tapiana y se inscribe en la línea del realismo que practicó Gustave Courbet con sus mujeres de aspectos cotidianos frente a la idealización neoclásica dela pintura académica del siglo XIX.
Como en tantas obras de Tàpies, se trata de la espiritualización de lo más humilde, la sacralización de lo más pobre, en una filosofía cercana al franciscanismo y, evidentemente, al pensamiento oriental. Podría recordarse, en efecto, aquella leyenda Zen en la que un discípulo le preguntaba a su maestro en qué residía la esencia de Buda, a lo que el maestro contestó: "en un calcetín sucio". Lo que le da su personalidad a esta obra es precisamente su condición de pobreza y de víctima, de exvoto y de reliquia, todo ello trascendido, ennoblecido, por así decirlo, gracias a sus grandes dimensiones.
Bien mirado, no se entiende qué es lo que puede causar, desde un punto de vista filosófico, tanta repulsa.
Y yo vuelvo al tema (de hace más de treinta años! ) para proponer que en la ampliación del MNAC en uno de los pabellones de Montjuich, ahora vacíos y que albergará exposiciones temporales y seguramente arte del siglo XX, se coloque ya el calcetín de Tàpies, que podría hacerse a partir de la maqueta perfecta ya existente. Hay numerosos ejemplos previos de realización de esculturas monumentales a partir de maquetas realizadas por sus autores, ello no es un problema.
Sería un atractivo cultural y turístico de primer orden. Se debería publicitar como icono de la misma manera que se publicitan otros reclamos culturales. Porque el MNAC, por ejemplo, tiene como icono la cabeza del Cristo de Sant Climent de Taüll que lo es para un público culto, pero difícil de recordar para un público amplio . Volvería a ser un ejemplo de vanguardia para Barcelona como en las épocas de Pasqual Maragall y de Oriol Bohigas, cuando existió todo un programa de esculturas monumentales con artistas internacionalmente reconocidos.
Entonces la idea del calcetín no prosperó porque Convergència i Unió estaba en contra mientras el PSC estaba a favor. Ahora que se han superado estas rencillas, sería muy interesante ver como reacciona nuestro entorno político y cultural.